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Coloquio reúne a diez academias de la
lengua

05/08/2013

Víctor Hurtado Oviedo, La Nación San José de Costa Rica. ¿Por qué el corrector de las computadoras no avisa de un error si escribimos 'intensión' cuando deseamos escribir 'intención'? Porque no hay error: las dos palabras existen, aunque con significados distintos. Ambas son «correctas»; es decir, útiles para denotar ideas diferentes ('intensión' es un sinónimo poco usual de 'intensidad'). ¿Para formular precisiones como estas sirven las academias de la lengua? Sí, y para otras cosas, aunque para algunas no sirven.«Las academias no sirven para decir a la gente cómo debe hablar», afirma José Luis Vega, director de la Academia Puertorriqueña de la Lengua». Que los académicos del idioma indiquen para qué no sirven sus entidades es como si el Gobierno se hubiese pasado a la oposición.A los miembros de esas instituciones no los anima el afán de controlar el habla ajena, sino el interés en recomendar usos que permitan la comunicación entre personas de diversas clases y de distintos países. El idioma cambia; las academias también.Es bueno recordar esa actualización cuando está por realizarse el Coloquio Internacional «Las academias de la lengua española y su proyección en la sociedad». Al coloquio asistirán los directivos de diez academias; se realizará como parte de las actividades conmemorativas del nonagésimo aniversario de la Academia Costarricense de la Lengua (ACL).Hablemos con algunos de los invitados sobre para qué sirven sus corporaciones y sobre sus difíciles condiciones de labor. El mismo sentido aperturista del director puertorriqueño comparte el chileno, Alfredo Matus Olivier: «Las academias no sirven para condenar, censurar, estigmatizar, prohibir, discriminar, dominar. No son los verbos que conjugan».«Las Academias no son 'policías de la lengua'; más bien, se semejan a los notarios pues dan fe de lo que ocurre», agrega el director peruano, Marco Martos Carrera.«Las academias no sirven para poner un cinturón de castidad (o de casticidad) al idioma», sostiene Daniel R. Fernández, miembro de la directiva de la Academia Norteamericana de la Lengua.¿Para qué sí? Entonces, ¿para qué sirven las academias? Mario Antonio Sandoval Samayoa, director de la Academia Guatemalteca, opina:«La academias señalan la corrección lingüística, lo que no significa necesariamente el estancamiento lingüístico. Las academias deben cuidar esos cambios para que sean avances».El caso de la Academia Norteamericana es singular, precisa Daniel Fernández: «En los Estados Unidos, el español y los hispanohablantes están en desventaja frente al inglés y a los angloparlantes. Nuestro deber es apoyar a quienes deseen cultivar nuestra más clara seña de identidad en un país donde el modelo siempre ha sido la asimilación dentro de un crisol que todo lo anula».Algunos objetores de las academias postulan que estas son inútiles porque «el pueblo hace el idioma». ¿Es así? Sandoval responde: «El pueblo hace el idioma, y así ha sido siempre. Lo que antes era considerado incorrecto o vulgar, hoy es común y comienza a ser correcto».A su vez, el director de la Real Academia Española, José Manuel Blecua, afirma: «Las lenguas pertenecen a los ciudadanos, que las utilizan y las cambian según sus necesidades para mantenerlas vivas».Alfredo Matus resume: «El pueblo es el que hace el idioma, pero el pueblo somos todos». José Luis Vega coincide: «Todos, sin excepción, hacemos, deshacemos y rehacemos el idioma». Marco Martos agrega: «El 'pueblo' es una abstracción: los hablantes hacemos el idioma, y solo a veces sabemos cómo empieza a existir una palabra».Por su parte, Daniel Fernández precisa ideas: «En este caso no existe la democracia perfecta pues no todas las voces tienen el mismo peso. La influencia del ciudadano medio desgraciadamente no logra el mismo alcance que la de los mercadotécnicos y los publicistas, y de los comunicadores y los artistas famosos. Las academias pueden ayudar a encontrar un equilibrio para que todas las voces sean escuchadas».Gente correcta. Todos hacemos el idioma, pero ¿hay un idioma español correcto? «No exactamente. La corrección lingüística es una utopía. Hay muchos idiomas españoles correctos: tantas patrias de corrección lingüística (o de incorrección) como existan necesidades y empeños por dominar (o no) la lengua», opina el director venezolano.José Manuel Blecua añade: «No existe un español más 'correcto' que otro; no hay un modelo único. Nuestra lengua común, con todas sus variantes y con todos sus acentos, es un gran patrimonio que debemos preservar por encima de localismos limitadores».Por su parte, el director chileno coincide con señalar la variedad: «El 'español correcto' corresponde al uso prestigioso de la gente educada. El español actual es policéntrico: no hay un eje único que monopolice el 'español correcto'».Para Daniel R. Fernández, «un idioma es correcto sólo si está libre de todo aquello que dificulta la comunicación entre los hablantes de cierta comunidad, y para que exista tal comunidad debe haber normas que rijan la comunicación: no las inventan las academias».Marco Martos Carrera dirige la Academia Peruana de la Lengua. Es un reconocido poeta y catedrático de literatura. Su más reciente libro de ensayos es En las fronteras de la poesía (Lápix, Editores). Proyectos faltos de ayuda. Para algunos hablantes, «las academias hacen poco». En cierta forma es verdad, pero esto se debe a que muchos proyectos académicos languidecen como buenos deseos por ausencia de ayuda económica.«Carecemos de un presupuesto suficiente. Ahora nos dan 70.000 quetzales al año: un poco más de 10.000 dólares. Cuando se decidió aquella cifra, equivalía a casi un millón de dólares», revela el director de la Academia de Guatemala.«Las academias necesitan más respaldo de sus gobiernos. Tenemos ciertos apoyos privados, pero escasos, y hacemos actividades que nos dan algunos fondos; al final, todo es poco para las tareas pendientes», detalla Marco Martos, de la Academia Peruana.El director venezolano, Francisco Javier Pérez, resalta la necesidad de que dentro de las academias prive el apoyo mutuo: «Hace falta una mayor voluntad grupal para alcanzar metas comunes, muy por encima de las naturales diferencias: menos egoísmo y más compromiso; menos soberbia y más voluntad de trabajo».El director puertorriqueño añade: «El Estado tiene la obligación de aportar fondos a las instituciones culturales, pero no queremos que todos nuestros recursos provengan de esa sola fuente. Mediante actividades propias, nuestra academia paga más de la mitad de sus gastos, pero aun así no es suficiente».El caso de la corporación norteamericana es similar. «Nuestra academia necesita recursos materiales pues no recibe ninguna ayuda de parte del Gobierno. Nuestra influencia no es desestimable, pero nuestro alcance sería mayor si contáramos con los medios adecuados», concluye Daniel Fernández.A fin de cuentas, estas no cuadran. Las academias de la lengua podrían estar más presentes si contasen con mayores apoyos. Recordemos que todos sus miembros trabajan ad honorem (por el honor) y con la mejor intención, con 'c'.