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Lunfardo, el idioma del pueblo

15/09/2016
Eduardo Parise

 

Clarín

 

Es una argamasa que surgió para mantenerse firme por mucho tiempo, tanto que cada día suma algo más. Se trata de una mezcla con elementos que llegaron desde muchas vertientes. No, no es el hormigón que, con agua, une cemento, piedra y arena para formar una pasta que fragua en pocas horas. Es, según supo definir hace más de 60 años el escritor, periodista y estudioso del idioma José Gobello, “un repertorio de palabras dichas de otra manera”. A esa conjunción de palabras se la conoce como “lunfardo”, una jerga que el 5 de septiembre de cada año celebra su día y le hace honor a aquella expresión que sostiene que con esas palabras “el pueblo agranda el idioma”.

Algunos dicen que la palabra lunfardo deriva de lombardo. Es decir: natural de la zona de Lombardía, en el Norte de Italia. Son los que asociaban a muchos lombardos con delincuentes que usaban un lenguaje especial. Otros sostienen que la expresión tiene que ver con Occitania, una región del Sureste de Europa, que abarca parte de Francia y España, el principado de Mónaco y algo del Piamonte, en Italia. Y que allí era una jerga de mafiosos marselleses. Pero, como quiera que sea, es en Buenos Aires donde, con el aporte de gente de Rosario (Santa Fe) y Montevideo (Uruguay),todas ciudades portuarias, el lunfardo se expande entre todos los niveles sociales hasta convertirse en parte del habla corriente de cada día.

La fecha del 5 de septiembre tiene relación directa con la primera edición de “Lunfardía”, que Gobello presentó en 1953. Cuentan que ese libro fue como una especie de mojón para darle un carácter institucional a estas palabras que, en su origen (últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX), tenían relación con el habla de delincuentes. Esas expresiones hasta eran estudiadas y clasificadas por policías para decodificarlas. En 1878 el diario La Prensa calificaba al lunfardo como “el dialecto de los ladrones”. Sin embargo la mezcla de idiomas que se generó con la llegada de los inmigrantes hizo que aquella jerga marginal tomara expresiones de italianos, españoles, portugueses, ingleses y hasta muchos africanos que se sumaron al aporte de expresiones gauchescas y de los pueblos originarios.

Para diciembre de 1962, José Gobello (26/9/1919 – 28/8/2013), junto con León Benarós y Luis Soler Cañás, funda la Academia Porteña del Lunfardo. Por entonces ese idioma del pueblo ya contaba con el aporte de muchos poetas y escritores que lo incluían en sus obras. La lista puede ser muy extensa, pero se puede nombrar a Felipe Fernández, alias Yacaré; Carlos Raúl Muñoz, conocido como Carlos de la Púa o el Malevo Muñoz; Amleto Enrique Vergiati, quien firmaba como Julián Centeya; Daniel Giribaldi; Pascual Contursi y Francisco Bautista Rímoli, a quien llamaban Dante A. Linyera. Y entre los cantantes de tango, como principal difusor, estaba Edmundo Lionel Rivero.

Los especialistas afirman que las palabras lunfardas superan fácilmente las ocho mil, sin contar expresiones que resumen una idea, como por ejemplo “tirarse a la marchanta” (sin planes, a como venga). Lo que sigue, es un breve recorrido por alguna de ellas, su significado y su origen:

Jailaife (del inglés high life): persona con buen nivel de vida

Bichicome (del inglés beach comber): vagabundo que junta objetos en las playas.

Laburo (del italiano lavoro): significa trabajo.

Funyi (del italiano funghi –hongo-): se llamaba así a los sombreros con forma de hongo; luego se amplió para todo tipo de sombrero.

Tamango (del portugués tamanco –zueco-): se usa para mencionar al zapato.

Pucho (del quechua puchu –lo que sobra-): define a la colilla del cigarrillo después de su consumo, aunque también se utiliza para nombrar al cigarrillo completo.

Facha (del italiano faccia –cara-): traza, pinta, mala o buena imagen.

Manyar (del italiano mangiare –comer-): significa alimentarse pero también es adivinar una intención; es decir tener a alguien manyado.

Esto no es más que un muestrario de esa extensa lista de expresiones lunfardas. Y están aquellas que cada día se agregan de acuerdo con las nuevas tecnologías y las nuevas definiciones. Un párrafo final podría mencionar el caso de ese chabón (muchacho) y esa chabona (muchacha) que se conocieron en la facu (la Facultad), pegaron onda (simpatizaron), se intercambiaron los números del celu (teléfono celular) y ahora wasapean (usan el sistema de mensajes WhatsApp) todo el día. Pero esa es otra historia.