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El idioma, un hecho político en el Congreso de la Lengua

 

Héctor Pavón, Revista Ñ

 

 

“Dizque por divisoria, dizque por desfasada, dizque por patriotera, algunos compatriotas menosprecian la palabra puertorriqueñidad, benigna después de todo. Nada más a lo que alude el Inca Garcilaso de la Vega cuando bautizó –va para 400 años–, el amor natural de patria”. El que exclamaba era el muy querido escritor puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, autor de la novela ya clásica “La guaracha del Macho Camacho” y de tantos libros de relatos, en el discurso más aplaudido en la inauguración del VII Congreso Internacional de la Lengua Española que finaliza hoy sábado en San Juan de Puerto Rico. Ante los miembros del Instituto Cervantes y los de la Real Academia Española, Sánchez habló sobre “puertorriqueñidad”, esa palabra que define a quienes viven en la isla y fuera de ella, y que dijo no es aceptada por el Diccionario de la Real Academia Española, aunque sí lo es “argentinidad”. Y entonces miró con picardía al público, que lo abrazó con un aplauso fuerte.

La RAE recogió el guante y el miércoles puso en su versión digital la palabra solicitada, definida ahora como “calidad de lo que es privativo de la isla de Puerto Rico”. El Instituto de Cultura Puertorriqueño detalló que la RAE aclaró que “puertorriqueñidad” es un derivado correctamente formado para expresar lo equivalente a españolidad o argentinidad pero relativo a Puerto Rico, que, no obstante, no figuraba en el DRAE.

El detalle despierta sonrisas pero no todo es así de amable. Durante la inauguración, antes de comenzar a hablar el rey Felipe VI de España, un activista local pidió por la libertad de Oscar López Rivera, preso en una cárcel estadounidense acusado de intentar atentar contra el gobierno federal hace más de tres décadas.

El escritor Eduardo Lalo publicó una columna de opinión en el diario El Nuevo Día bajo el título “Actos de barbarie” donde manifestaba su fastidio porque el Rey había señalado que estaba contento de haber vuelto a los Estados Unidos... Lalo también recordó que Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes, festejó el hecho de que el Congreso se hiciera por primera vez fuera de Iberoamérica... Lalo fue ovacionado en su presentación académica en el Congreso.

Del mismo modo, el escritor y periodista Héctor Feliciano –presidente de la Comisión Organizadora del Congreso– declaró ante medios españoles: “Aquí el idioma es un hecho político”. Y así los comentarios se multiplicaban en los pasillos del Congreso, que cuestionaban asuntos de soberanía lingüística y territorial.

Puerto Rico, paraíso turístico, posee el estatus de país bilingüe y tanto el inglés como el español son lenguas oficiales. El inglés se enseña como segunda lengua, aunque se ha estimado que sólo 10 a 20 por ciento de los isleños domina el inglés “muy bien”.

Un estudio de la Universidad de Puerto Rico sostuvo en 2009 que 9 de cada 10 residentes no hablan el inglés “en un nivel avanzado”. El censo de 2010 concluyó que el 95% de los residentes habla español en casa, y el 85% no habla el inglés “muy bien”.

Es también el territorio del boricua como gentilicio –popular– y como un lenguaje que oficia como jerga, lunfardo que le da identidad en tanto aporte singular de los habitantes de la isla.

Suena paradójico que aparezca permanentemente la mención al crecimiento del idioma español en los Estados Unidos en una isla que pertenece a esa jurisdicción. El periodista español Juan Luis Cebrián recordó un deseo del escritor mexicano Carlos Fuentes ante la expansión del español en los Estados Unidos: “que estábamos ante una revancha de la historia: una reconquista pacífica del territorio que le fuera arrebatado por las armas al país hermano no para hacerlo regresar a sus antiguas fronteras sino para ensanchar la patria universal del español”.

Estados Unidos no es un país que declare ser bilingüe y el hacerlo es una decisión política que difícilmente sea posible en el corto o mediano plazo. Y esto va más allá del crecimiento de la población de origen hispano.

En estos días cálidos que se vuelven muy calurosos rápidamente se distribuye en el Congreso Isla destinada , un libro de Juan Ramón Jiménez, el escritor español que vivió y murió en Puerto Rico en 1958. Dos años antes había ganado el Nobel de Literatura. “Algo de resurreccionista ha tenido siempre Puerto Rico para mí, y yo me siento unido a Puerto Rico en un destino común sin ser él, y por eso más fuerte todavía, tanto que yo siempre indeciso en mi lugar de muerte, quiero quedarme cuando mi muerte sea, muerto aquí.”