twitter account

¿Debe enorgullecerse España de las pinturas en las cuevas de Altamira?

Una de las obras de arte más antiguas de la humanidad

Ricardo Soca

¡Claro que sí! Ciertamente es motivo de legítimo orgullo para cualquier nación contar dentro de su territorio, con algunas de las obras de arte más antiguas de la humanidad. Las cuevas de Altamira son parte de un tesoro del patrimonio cultural no apenas español sino mundial. Y no solo Altamira: también en lo que hoy es el municipio malagueño de Nerja, se hallaron pinturas rupestres, entre las cuales, unas imágenes de focas, datadas en 420 siglos, así como objetos arqueológicos de gran importancia.

Por supuesto, en tiempos tan remotos, los españoles todavía no existían, ni tampoco estaban allí sus ancestros, quienes por entonces habitaban en diferentes tierras del continente europeo y las Islas Británicas y el norte de África. Nada sabemos sobre los pobladores de aquella península hace 27.000 años, la datación más aceptada de las pinturas de Altamira.

Existe hoy consenso entre los antropólogos de que el Homo sapiens no había llegado aún a esa parte de Europa, de modo que los autores más probables de aquellas maravillosas obras rupestres pertenecían a una variedad humana, el Homo sapiens neanderthalensis, que algunos prefieren considerar una especie diferente, y la clasifican como homo neanderthalensis.

En todo caso, la secuenciación del ADN nuclear neandertal ha demostrado que hubo un flujo genético entre ambos grupos, por lo que queda demostrado que ocurrió un mestizaje, lo que solo puede darse entre individuos de una misma especie. Los humanos actuales no africanos tienen entre un 1% y 4% de genes neandertales, mientras que, en los africanos, se encuentra hasta un 20%.

No sabemos cómo habrá sido el encuentro de los sapiens con sus hermanos neandertalesocurrido cuando las pinturas de Altamira tenían unos 10.000 años de antigüedad, pero sí nos consta que convivieron y mezclaron sus sangres.

A todo esto (y salteando entre cincuenta y ochenta siglos), ¿quiénes eran los primitivos habitantes de la península que los griegos llamaron “Ibérica”? Tenemos rastros del desembarco de los celtas, probablemente poco antes del primer milenio antes de la era cristiana (260 siglos después de Altamira) , en lo que los romanos llamaron Gallaecia, la actual Galicia; los celtíberos —otras gentes de ascendencia mezclada con los celtas— habitaban una región al noreste de la Península, mientras que los tartesios y luego los turdetanos ocuparon una parte de lo que hoy es Extremadura mientras, en el centro de la península, se enfrentaban entre sí los carpetos y los vetones. El sur estaba ocupado por los iberos, cuya cultura se desarrolló desde el siglo VI a. C., cuando las pinturas de Altamira contaban con más de 200 siglos de antigüedad.

Por supuesto se trata de pueblos que, histórica y antropológicamente, no tenían la menor relación entre sí: adoraban diferentes dioses, hablaban diversas lenguas y tenían costumbres y orígenes diferentes.

Mientras tanto, a lo largo del primer milenio a. C., las cosas se pusieron movidas en el Mediterráneo. Los fenicios y los griegos desembarcaron en la península ibérica y establecieron allí ciudades y puertos. Los primeros fundaron Gades (hoy Cádiz) hace 3000 años, y Malaka (hoy Málaga), al tiempo que mientras en la costa africana fundaban un nuevo enclave: Cartago, un enclave que tendría gran importancia en la historia de Roma.

Las pinturas de Altamira están datadas hace unos 27.000 años por el método de carbono-14. Los romanos llegaron a la península 250 siglos más tarde y, en doscientos años, la convirtieron en una unidad política, lingüística, religiosa y cultural que llamaron Hispania, importante bastión del imperio, que dio al mundo intelectuales como Lucio Anneo Séneca, Marcial, Lucano y Quintiliano, entre otros. Ya antes de la caída del Imperio Romano, los romanos habían abandonado a sus dioses y el cristianismo empezaba a expandirse, primero dentro de los dominios de Roma y, más tarde, por toda Europa, y luego el mundo. Al tiempo que el viejo latín seguía mutando, como hacen todas las lenguas en todos los tiempos. Aquellas que más tarde se llamarían “romances” se iban diferenciando y daban sus primeros vagidos, mientras los bisontes de Altamira seguían tan intactos como más de 200 siglos antes.