Arbilla: «que los españoles hablen lo que quieran»
El periodista Danilo Arbilla, consejero delegado del semanario uruguayo Búsqueda y ex presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), comenta la polémica desatada en España por un Manifiesto con miras a imponer y asegurar la obligatoriedad del español, quizás y por lo menos como segunda lengua, en todo el territorio del reino. «Que los españoles cuiden sus intereses y hablen el idioma que más les convenga, es su derecho. Lo que no está bien es que se autoproclamen voceros de Latinoamérica y menos bien aún, que los latinoamericanos acepten que lo hagan», comentó.
Danilo Arbilla, Búsqueda
El presidente francés Nicolás Sarkozy, a quien salvo Ingrid Betancourt el resto de los latinoamericanos le importa muy poco, metió la barrera del idioma como un nuevo obstáculo para impedir la llegada de inmigrantes a Europa y como una razón más para poder echar a buena parte de los que ya están instalados. Son 23 los idiomas oficiales de la Unión Europea, pero eso no significa que cada inmigrante o sus familiares deban dominarlos todos.
Se supone, y no mucho más se puede afirmar, que se refiere a la lengua del país que le permite el ingreso. Seguramente Sarkozy tuvo en cuenta que cada vez son menos los que hablan francés y los interesados en hablar un idioma que ha perdido la universalidad e influencia de antaño.
Ya por eso es una buena tranca para las puertas de Francia. Constituye, a la vez, una medida que frenará la movilidad de los extranjeros “elegidos”, “aceptados” o asimilados, en el territorio europeo y condicionará las políticas inmigratorias propias de cada miembro de la Unión y, por supuesto, a cada uno, cuando le convenga, le servirá como excusa para justificar las restricciones que impone.
En teoría los latinoamericanos, que miran a España como la “madre patria” - como destino, no se verían mayormente perjudicados. Sin embargo no es tan así. Dependerá en que región de España piensan afincarse. Si van a Cataluña deberán hablar catalán y hacerse a la idea de que sus hijos pueden ser segregados y solo ir a escuelas para hijos de inmigrantes.
En el País Vasco y en Galicia todavía no es tan así, pero va camino a ello. ¿Quiere decir que el español no es el idioma oficial obligatorio en España? Hace un tiempo que, en la práctica, ya no es así.
Tanto que en estos días se ha planteado una gran polémica pública a raíz de una iniciativa de un grupo de personas destacadas que ha lanzado un “Manifiesto” con vistas a imponer y asegurar la obligatoriedad del español, quizás y por lo menos como segunda lengua, en todo el territorio del reino.
Los que están a favor y los que están en contra no han escatimado en acusaciones, ironías y burlas mientras el pobre idioma castellano va al garete. Lo peor es que la discusión se ha llevado, o rebajado, al plano político partidario. Los PP, hoy por hoy y desde la oposición, están con el idioma español, y los PSOE, siguiendo la clara línea de su líder, no se sabe bien qué defienden pero están algo en contra, porque hay que cuidar los votos de las distintas regiones y autónomas.
Los reyes y príncipes no han dicho mucho; en ningún idioma. Además, está el idioma de Rodríguez Zapatero, a quien se le cae la estantería económica - prácticamente ningún número le da bien - y se resiste a pronunciar la palabra “crisis”. En esto es porfiado, pese a que, según una encuesta de “El País” de Madrid, “nueve de cada diez españoles afirman lisa y llanamente que España está en crisis económica”.
En el idioma del presidente español, el pacto sobre inmigración de Sarkozy es “progresista” y “equilibrado”, y advierte entre torpe y soberbio, pero en buen español, que Europa no es “una casa en la que se entre por cualquier lado. Hay que llamar a la puerta o ser llamado”.
En otros campos propone, como conquista y premio consuelo a la vez, que Barcelona sea la sede de la Unión Mediterránea, que impulsa Sarkozy siempre tan preocupado por América Latina, y a Ingrid Betancourt le habla de que España participó de las “mediaciones” entre Bogotá y las FARC.
No se sabe si le dijo algo sobre cual sería la actitud de su gobierno ante mediaciones de ese tipo entre Madrid y la ETA. En definitiva, que los españoles cuiden sus intereses y hablen el idioma que más les convenga, es su derecho. Lo que no está bien es que se autoproclamen voceros de Latinoamérica y menos bien aún, que los latinoamericanos acepten que lo hagan.