Mario Benedetti, 80 años en la patria de la Humanidad
Por Romina López La Rosa (dpa - 1997)
MADRID - Cada palabra nueva evoca un tiempo y un espacio precisos. Sentimientos, memoria, relatos. Mario Benedetti inventó en su día "desexilio", un término que sirve para condensar gran parte de la historia de América Latina y de su propia biografía, que acaba de recorrer 80 años.
A pesar de sus doce años de exilio a partir de 1973, las tristezas y el desexilio -esa especie de cámara de descompresión entre el país de la partida y el del retorno-, Benedetti se define como una persona que sigue luchando por lo mismo que lo movilizaba en el pasado. Quizás por ello, y porque según afirma sus ideas son las actuales perdedoras, más de uno cree que le encaja muy bien la definición de "aguafiestas".
La denominación, extraída por su biógrafo Mario Paoletti de un poema del propio escritor uruguayo, no deja de agradarle, siempre dispuesto a hundir las fiestas de políticos y "decididores", los que mandan por encima de los gobiernos.
En la poesía, el género que considera más importante de su escritura, pero también en sus cuentos y novelas, Benedetti recupera un lenguaje cotidiano que llega a profundas expresiones, pero siempre permanece cercano a los lectores. Probablemente es por ello que tantos de sus poemas se han transformado en canciones, de la mano de Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti -con quien compartió el recital "A dos voces"-, Nacha Guevara, Pablo Milanés o Zitarrosa.
Su lenguaje cargado de emoción y de guiños cómplices surge de su temparana vocación -empezó a escribir ya durante sus estudios primarios en el Colegio Alemán de Montevideo-, y tal vez de que tuvo que comenzar a trabajar de muy joven debido a los problemas económicos de su familia. Del mundo gris de la burocracia, Benedetti logró extraer la historia de "La tregua" (1960) y también sus "Poemas de la oficina" (1953-56).
Benedetti nació el 14 septiembre de 1920 en Paso de los Toros, pero pronto se trasladó a Montevideo, la ciudad que es protagonista visible e invisible de sus obras. A sus habitantes les dedicó "Montevideanos" en 1959. Con "La tregua" le llegó la trascendencia internacional. El libro fue filmado e incluso llegó a competir por el Oscar a la mejor película extranjera en 1974, que le arrebató "Amarcord", de Federico Fellini.
Tras residir varios años en Buenos Aires, en 1948 pasó por las revistas Marginalia, Número, y ocupó tres veces la dirección literaria de Marcha, que fue el semanario más influyente de Uruguay y uno de los más importantes de América Latina.
Su extensa obra, más de 70 títulos publicados, se mueve en una amplia gama desde el ensayo, la crítica literaria y la poesía hasta la narrativa. Algunos de los títulos que marcaron el camino fueron "Gracias por el fuego" (1965), "Primavera con una esquina rota" -por el que recibió el Premio Llama de Oro de Amnistía Internacional en 1987-, "La borra del café" (1992) y "Andamios" (1996). Su producción poética completa, por la que se le otorgó entre otros el premio Reina Sofía en 1999, ha sido recogida en los gruesos volúmenes de Inventario Uno (1950-1985) e Inventario Dos (1986-1991).
En la "laudatio" pronunciada cuando en 1997 la Universidad de Alicante nombró a Benedetti doctor honoris causa, José Carlos Rovira recuerda un poema que el escritor tituló "Soy un caso perdido".
En él, un crítico lo exhorta "a que asuma la neutralidad/como cualquier intelectual que se respete", algo que el autor uruguayo rechaza, pues no está dispuesto a ser neutral aunque sus textos traten "de mariposas y nubes/ y duendes y pescaditos". Ese "ser un caso perdido" es la seña de identidad de Benedetti, el subtítulo de su tarjeta de presentación, que va acompañado de una frase que le gusta, que dice que un pesimista es un optimista bien informado.
Pero aunque se defienda "aguafiestas", Benedetti cree con José Martí que "patria es humanidad". En ese sentido, apuesta fuerte por la alegría, tal como subrayaba en una entrevista publicada hace unos años: "Hay que defender la alegría profunda, la que se basa en realizaciones del ser humano, en los éxitos de la convivencia, en los milagros de la amistad y del amor. Defendamos esa y desechemos la alegría frívola y light".
A pesar del exilio en Argentina, Cuba, Perú y España, y de que no cree que los intelectuales puedan influir sobre quienes tienen el poder, Benedetti se atiene a la coherencia con uno mismo pese a todo, "porque es la única manera de dormir tranquilo".
Por eso, y aunque hayan pasado muchos años desde que los escribiera y se convirtieran casi en un himno para toda una generación, hoy como ayer siguen vigentes aquellos versos de "No te salves": "No te quedes inmóvil/ al borde del camino/ no congeles el júbilo/ no quieras con desgana/ no te salves ahora/ ni nunca/ no te salves/ no te llenes de calma".