Benedetti: "No quiero ser un viejito octogenario"
por Fernando Heller, dpa
El escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti, quien cumplió en septiembro sus 80 años, se resiste a celebrar, al menos en público, ese acontecimiento, ya que -sostiene- no quiere ser "clasificado" de "viejito" octogenario.
En en esta entrevista que concedió en Madrid, Benedetti afirma que "cada vez que surge el tema (de una celebración de cumpleaños) le temo, me escapo, no quiero saber nada más de estruendos".
"No pretendo ser antipático, es solamente que necesito más tranquilidad. La gente -y especialmente la prensa- tiene que entender que no puedo estar siempre disponible para todo el mundo", puntualiza el escritor, quien el pasado 25 de agosto recibió un homenaje en el festival de música "Son Latino", en las Islas Canarias.
"Huyo despavorido de las celebraciones. Y eso es lo que voy a hacer ahora. Me voy a marchar de Madrid, no quiero más celebraciones", asegura el autor de "Montevideanos" (1959), "La Tregua" (1960), "Gracias por el Fuego" (1965) y "Andamios" (1996), entre otras obras.
"Cuando celebré los 75 años, de tanta fiesta y festejo tuve después que pasar casi dos meses en la cama para recuperarme, así que no me van a agarrar ahora para lo mismo", comenta Don Mario, como se le conoce cariñosamente en España.
Benedetti, que se reparte casi seis meses en Madrid, coincidiendo con la primavera y el verano, y su país natal, al que "reemigra" con la llegada de la época estival (austral), comenta que los medios de prensa "ya me cansaron con tanto recordarme que voy a cumplir 80".
Nacido en la localidad de Paso de Los Toros, departamento de Tacuarembó, en el norte de Uruguay, un 14 de septiembre de 1920, con familia originaria de Foligno, Umbria, Italia, Benedetti se considera a sí mismo "un montevideano".
El escritor, varias veces exiliado y autor del concepto de "desexilio", estudió de pequeño en el Colegio Alemán de Montevideo hasta que -en 1933- la dirección obligó a los alumnos a hacer el saludo nazi y por ello sus padres decidieron sacarle del centro.
"La verdad es que conozco poco al uruguayo, esa especie de mezcla de sangres europeas. Aunque nací en el interior (del país) yo soy un Montevideano, que narra la vida de los montevideanos", dijo a dpa en otra ocasión.
"Montevideo es una ciudad de un clima y un estilo casi provincianos, donde todos los forasteros se encuentran a gusto. Es como si fuera una capital de provincia pero que no tuviera una capital mayor a la que referirse", sostiene el escritor, quien critica en "Poemas de la Oficina" y en "Montevideanos" el carácter supuestamente gris y conformista de los funcionarios de la ciudad, a orillas del Río de la Plata.
"La dictadura uruguaya (1973-1984) dejó unas secuelas muy importantes. Por ejemplo dejó una herencia de mezquindad en la relación de la gente que antes no existía. Incluso los militares de antes de la dictadura tenían un estilo más civil y democrático. Los que convirtieron a los militares en ejecutores y torturadores fueron los norteamericanos que les adiestraron en la zona del Canal de Panamá para ser verdugos de su propia población".
Fiel a su visión apocalíptica de un mundo sometido a la égida de Estados Unidos, Benedetti reafirmaba recientemente a la dpa su pesimismo y temor por esa situación "de sometimiento".
"El pobre mundo va por mal camino bajo la dirección de Estados Unidos y si sigue así vamos a ver el suicidio de la humanidad. Pero ninguna potencia puede derrotar a Estados Unidos. Es un país de maldad. La única esperanza es que ellos se derroten a sí mismos", afirma.
Benedetti, que vivió en Cuba desde 1967 a 1969, hace un balance en líneas generales positivo de la "revolución", aunque matiza que "hay cosas muy negativas que cambiar".
"Reconozco defectos de la 'revolución'. Siempre que he ido a Cuba he predicado contra la pena de muerte. Yo soy contrario a eso con cualquier ideología. Yo les digo siempre a los cubanos: si ustedes eliminaran la pena de muerte sería fantástico, porque dejarían solos en América a Estados Unidos. Se lo dije un día incluso a Fidel (Castro), pero no le convencí".
El escritor -que tiene en Montevideo un espacioso apartamento a pocos metros de la céntrica avenida "18 de Julio"- está comprometido desde su juventud con la ideología de izquierdas y se muestra convencido de que los pueblos latinoamericanos han creado una especie de "antídoto" contra las dictaduras.
"Lo más probable es que no habrá más dictaduras porque Estados Unidos no las va a apoyar. Washington, independientemente de que gane Gore o Bush, ha llegado a la conclusión de que las dictaduras no le convienen como imagen internacional y ahora prefiere la invasión económica. Le conviene mucho más presionar económicamente y cobrar intereses leoninos. Es otro tipo de invasión o tortura".
El poeta uruguayo admite que uno de sus problemas actualmente es "la falta de tiempo para escribir. A veces llego media hora antes a una cita y en ese ínterin intento pensar y reflexionar sobre posibles textos, la verdad es que a mí siempre me ha gustado eso de la puntualidad alemana".