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"Cara de viernes"

Prof. María del Rosario Ramalho

 Publicado el 24 de agosto de 2024

Al hablar de manera coloquial, usamos frecuentemente vocablos que designan partes de nuestro cuerpo, en locuciones diversas, que evocan distintas connotaciones. Así sucede con el sustantivo 'cara', que va adquiriendo acepciones varias, según el ámbito en que se emplee; puede ser sinónimo de "semblante", como representación de algún estado de ánimo en el rostro: "No mostraba buena cara". Si estamos aludiendo a medallas y monedas, 'cara' equivale a "anverso": "En esa cara, la medalla tiene el escudo de la institución". En el área geométrica, se usa ''cara' para aludir a cada plano de un ángulo diedro o poliedro: "Pintó de rojo esa cara del ángulo"

Coloquialmente, puede ser sinónimo de "desfachatez": "Se necesita cara para obrar así". La misma actitud de descaro queda patente en la frase ‘cara de cemento’.

El título de hoy, ‘cara de viernes’, contrasta con otras expresiones coloquiales, como 'cara de pascua' o 'cara de aleluya’: en efecto, aquella señala un semblante macilento y triste, mientras las otras dos se refieren a una expresión apacible, risueña y placentera: "Me impresionó mal semejante cara de viernes del hombre, que se oponía a la cara de aleluya de las mujeres".

Si un jefe nos recibe con 'cara de perro', significa que lo hace mostrando hostilidad o reprobación. Es análogo el sentido al de 'cara de pocos amigos', ‘cara de vinagre’ y 'cara de vaqueta'1. Una 'cara larga' tampoco nos agrada pues expresa tristeza o contrariedad. En este caso, ‘cara de acelga’ se aplica al que muestra un rostro pálido, macilento. Puede suceder que, a través de la expresión del rostro, no podamos adivinar el estado anímico de la persona que tenemos enfrente: en ese caso, se dice ‘cara de póquer/póker’, que se define como “cara inescrutable”: “A veces, prefiero advertir en alguien una cara de perro, que demuestra su actitud hostil, o una cara larga, que expresa su tristeza, y no una cara de póquer, que puede ocultar una actitud solapada”. La falsedad de una persona puede también evidenciarse en el rostro, en cuyo caso la expresión adecuada es ‘cara con dos haces’, que alude a quien procede con doblez. Otro modo de aludir a esta conducta es utilizando la locución ‘hacer a dos caras’: “Resulta triste comprobar que alguien en quien confiabas le hace a dos caras”.

¿Y cuándo se emplea la locución ‘a cara o cruz/sello/ceca’? Se trata de una expresión usada para indicar, adverbialmente, que

“lanzando al aire una moneda, según caiga con la cara o la cruz hacia arriba, se va a decidir entre dos opciones”; puede usarse con verbos como ‘jugarse, echar, decidir’: “Echaremos tu suerte a cara o cruz”. Así, se confía al azar la resolución o elección entre dos posibilidades.

Si alguien siente pudor por una mala acción realizada, se dirá que se ‘le cae la cara de vergüenza’: “Descubierto su proceder poco recto, a Pedro se le caía la cara de vergüenza”. Lo contrario, esto es, la desvergüenza, se patentiza en la locución ‘tener cara de corcho’: “Ese funcionario corrupto tiene cara de corcho y sigue apareciendo en los medios”. Por su lado, la reacción ante un acto que no agrada puede ser motivo de ‘cruzarle la cara’ a esa persona y, entonces, se le propina una cachetada o un golpe: “Enojada, le cruzó la cara con un bofetón”.

 ¿Cuál es la diferencia entre las locuciones ‘dar la cara’ y ‘dar la cara por’? Si tomamos ‘dar la cara’, caben dos posibilidades de interpretación: que alguien responda de sus propios actos y afronte las consecuencias o que adopte una actitud comprometida y valiente, mientras otros se inhiben: “Sea valiente y dé la cara después de haber hecho semejante desastre”. En cambio, si alguien ‘da la cara por otro’, significará que saldrá en su defensa y que lo respaldará y responderá por él: “Yo me atrevo a dar la cara por Paula y a responder por sus acciones”.

 Si el proceder de alguien nos parece reprochable, podemos reprenderlo o ‘echárselo en cara’: “Te lo echo en cara porque ha sido censurable tu conducta”. Y el uso de la locución ‘lavar la cara’ puede hacer referencia a que, en relación con el aspecto externo de una cosa, se lo mejora superficial y aparentemente: “Solamente, para vender el inmueble le lavó la cara”. Pero, además, esta misma expresión puede indicar lisonja o adulación a alguien: “No le creo ni una palabra porque lo único que hace es lavarme la cara”.

Cuando se nos presenta una propuesta o se pretende hacernos conocer a alguien, podemos aceptarlos o rechazarlos, acciones que, respectivamente, indicaremos con las locuciones verbales ‘poner buena cara’ o ‘poner mala cara’: “No les puso buena cara ni a los nuevos proyectos ni a sus autores”. Además, una vez comenzada una empresa, si se la prosigue con tesón y constancia, se dice que ‘no vuelve la cara atrás’: “Es arriesgado y valiente y, una vez iniciado algo, jamás vuelve la cara atrás”. 

¡Qué frustrante nos resulta saber que alguien, sin méritos suficientes, ha alcanzado una distinción o se envanece de un logro! En ese caso, usamos una expresión irónica: ‘por su cara bonita’. Así decimos, por ejemplo, “Es inexplicable que haya llegado hasta allí, solamente por su cara bonita”.

El enojo puede, a veces, desencadenar una reacción violenta, como la que se concreta si, en una pelea, se deja a alguien muy maltrecho; en ese caso, la locución ilustrativa es ‘partirle/romperle (a alguien) la cara’: “Enfurecido por las declaraciones de su adversario, se abalanzó sobre él y le partió la cara”.

Aunque se podría traer a colación un grupo mayor de locuciones con el vocablo

‘cara’, elegimos cerrar con el célebre refrán “A mal tiempo, buena cara”. El Instituto Cervantes, en la ficha respectiva de su Refranero multilingüe, nos da como interpretación que, en referencia al comportamiento, se debe mantener el temple y no desanimarse ante contrariedades y momentos difíciles, pues, aunque la situación sea adversa, lo valioso es la actitud positiva.

 

1 Nuestro español tiene una gran cantidad de homónimos, algunos son homófonos y homógrafos, otros, solamente homófonos, pero no homógrafos. Así sucede con baqueta y vaqueta. El primero de estos términos proviene del italiano bacchetta, diminutivo de bacchio, con un viejo étimo latino “baculum”. Así, etimológicamente, baqueta sería un “bastoncillo”; entendemos la definición académica como “vara cilíndrica, generalmente de madera, con que se tocan ciertos instrumentos de percusión, como el tambor o los platillos” y “vara delgada y ancha en un extremo, que se introduce por el cañón de un arma de fuego para limpiarlo, o, antiguamente, para compactar la pólvora, taco y proyectil antes del disparo”.

En cambio, vaqueta, que también es un diminutivo, proviene de vaca y el sufijo -eta, destinado a formar, precisamente, diminutivos, despectivos y otras palabras, con valor afectivo. Desde ese punto de vista, vaqueta es un “cuero de ternera (cría de la vaca), curtido y adobado”.

Así, lo podemos inferir de una lectura cuidadosa del Diccionario de la lengua española, en su actual versión online; pero el panorama parece complicarse en el Diccionario de americanismos, que reúne las acepciones de los dos términos bajo la entrada baqueta.

Nos inclinamos por la solución de pensar ‘cara de vaqueta’, como figura en el diccionario de la lengua porque entendemos que, al darle el valor coloquial de “semblante muy serio” y de “persona sinvergüenza y descarada”, se acerca a la definición de vaqueta y no a la de baqueta. Por otro lado, es el vocablo vaqueta el que figura en el Diccionario histórico de la lengua española, mientras que baqueta no aparece.

Solo una de las múltiples inconsistencias del sistema académico.