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El cerebro de un bebé y el aprendizaje de lenguas

Los niños aprenden idiomas con gran facilidad, como sabemos. Averiguar cómo y por qué pueden hacerlo tal vez pueda facilitar a los adultos el aprendizaje de nuevas lenguas. Una nueva investigación de la Universidad de Washington mostró cómo se desarrolla este proceso en el cerebro de los bebés, con datos que hasta ahora se desconocían.

Los niños aprenden idiomas con gran facilidad, como sabemos. Averiguar cómo y por qué pueden hacerlo tal vez pueda facilitar a los adultos el aprendizaje de nuevas lenguas. Una nueva investigación de la Universidad de Washington mostró en forma hasta ahora desconocida, cómo se desarrolla este proceso en el cerebro de los bebés.

«Creemos que la magia que los niños aplican a la situación de aprendizaje, o al menos algunos de sus principios, pueden ser trasladados a los programas de enseñanza para adultos», dice Patricia Kuhl, quien forma parte de un equipo de esa universidad que está buscando elaborar una tecnología más adecuada para facilitar las lecciones de idiomas.

Cada lengua emplea un conjunto único de sonidos. Los científicos saben ahora que los niños nacen con la capacidad de distinguirlos a todos, pero se trata de una capacidad que se empieza a desvanecer antes de que empiecen a hablar, por la época de su primer cumpleaños.

Kuhl ofrece un ejemplo: los japoneses no distinguen entre los sonidos de la «l» y la «r», de modo que pala y para suenan igual para ellos. Sin embargo, la investigación de Kuhl probó que un bebé de siete meses en Tokio distingue ambos sonidos de la misma forma que un bebé de la misma edad en Seattle, pero hacia los once meses de edad, el niño japonés ya perdió mucho de esa capacidad.

¿Como hacer la prueba con un niño? Por el movimiento de los ojos. Haga aparecer, en uno u otro lugar, un juguete que le guste mucho al tiempo que pronuncia un sonido particular. El bebé aprende rápidamente a mirar hacia uno u otro lado cada vez que oye ese sonido. Un escaneo de cerebro no invasivo muestra cómo y cuando el cerebro está procesando y fijando nuevos datos de lenguaje.

Nuestro lenguaje dominante puede ser una clave para aprender un segundo idioma, que no nos es familiar, sugiere Kuhl. El cerebro descarta los sonidos que no coinciden con sus registros y no los distingue de los que el resultan familiares.

«Uno construye una arquitectura cerebral que es perfecta para el japonés, el inglés o el francés», o cual sea nuestra lengua nativa, explica Kuhl, pero, cuando se trata de un bebé, el cerebro tendrá dos circuitos neurales dedicados a dos idiomas.

Lo notable es que los bebés pueden ser convertidos en bilingües simplemente hablándoles en dos idiomas, y pueden aprender ambos en el mismo tiempo que a los demás bebés les lleva aprender uno. En promedio, los bebés monolingües empiezan a hablar con un año de edad y pueden emplear unas cincuenta palabras hacia los 18 meses.

Investigadores italianos se preguntaron por qué no había ninguna demora adicional y reportaron en junio en el diario Science que el hecho de ser bilingüe para tornar el cerebro más flexible.

Los investigadores exeminaron a 44 bebés de doce meses de edad para ver cómo reconocían tres sílabas patrón para examinar su aprendizaje de sonidos puros. Comprobaron así que los bebés bilingües aprendían dos clases de patrones al mismo tiempo, mientras que los monolingües aprendían uno solo, concluyó Agnes Melinda Kovacs de la International School for Advanced Studies, de Italia.

Un nuevo idioma se aprende con gran facilidad hacia los siete años, pero esa capacidad declina claramente después de la pubertad.

«Observamos que el cerebro es más plástico y dispuesto a crear nuevos circuitos antes de la pubertad que después», dice Kuhl. Con los adultos, «el proceso es totalmente diferente, ya no se aprende de la misma forma, y la persona nunca llega a ser tan buena como un hablante nativo.

Una investigación que ya está lista para ser dada a conocer, del Centro de Lingüística aplicada, una ONG que investiga cuestiones del lenguaje, muestra que muchas escuelas primarias de Estados Unidos dejaron de enseñar idiomas en los últimos diez años. Alrededor de la cuarta parte de las escuelas primarias de Estados Unidos enseñaban lenguas extranjeras en 1997, pero sólo un 15% lo hacían en 2008, según resultados preliminares en la página web del Centro.

¿Cuál podría ser la causa de que perdamos esta capacidad infantil? Los cerebros de los bebés necesitan interacción personal, la televisión o las grabaciones por sí solas no funcionan, de modo que los investigadores están ahora mejorando la tecnología que los adultos tienen para aprender idiomas, a fin de tornarla más social, aprovechando los circuitos que se cree que los niños usan.

Más arriba nos referíamos a la dificultad de los japoneses con la «s» y la «r». Bien, Kuhl y los científicos de la universidad de Minnesota han ayudado a desarrollar un programa que muestra gente pronunciando en inglés palabra como motherese una forma que los padres usan con sus bebés en lugar de mother (madre).

Estudiantes universitarios japoneses que tenían poco contacto en el inglés fueron sometidos a once sesiones de pronunciación exagerada de l y r, mientras observaban en una pantalla el rostro de un profesor virtual pronunciando palabras en inglés. El escáner cerebral, —un aparato que parece un secador de cabello, pero que funciona con magnetoencefalografía, y permite examinar cada milisegundo de actividad cerebral— mostró que después de la prueba los estudiantes podían distinguir mejor aquellos sonidos ingleses, y también pronunciarlos mejor, según reportó el equipo en el diario NeuroImage.

«Se trata de nuestro primer, preliminar y primitivo ensayo, pero los resultados fueron espectaculares», se enorgullece Kuhl.

La investigadora recomienda seguir las enseñanzas de la biología y exponer a sus chicos más temprano a otras lenguas. Si el padre conoce otro idioma, debería hablarlo en casa, o hallar un grupo de juegos o una niñera que pueda poner a los niños tempranamente en contacto con otras lenguas. «Es realmente sorprendente, parecen absorber (la lengua extranjera) como esponjas», asegura la investigadora.