El sutil arte del lenguaje: por qué la inteligencia general artificial podría ser imposible
Sofía, un robot que en 2017 obtuvo la ciudadanía saudita
La conciencia es posiblemente el problema más misterioso con el que se ha encontrado el ser humano. En muchos ensayos filosóficos de nota, se considera que la conciencia no tiene solución. Sin embargo, mientras hablamos, los ingenieros y los científicos cognitivos se ponen manos a la obra para desarrollar la conciencia en los sistemas de inteligencia artificial (IA).
Este proyecto se conoce como el desarrollo de la “inteligencia general artificial” (IAG), que abarca una amplia gama de capacidades cognitivas e intelectuales que poseen los humanos. Hasta ahora, este proyecto ―que se lleva a cabo a nivel mundial en 72 proyectos de investigación independientes― no ha producido robots conscientes. Más bien, tenemos una IA superinteligente que, en general, es muy limitada en sus capacidades.
Un milagrero de un solo truco
Por ejemplo, los mejores ajedrecistas humanos son totalmente derrotados en las partidas de ajedrez contra ordenadores como el Deep Blue de IBM. Citando al autor y gran maestro de ajedrez Andrew Soltis, “ahora mismo no hay competencia. Los ordenadores son demasiado buenos”. Sin embargo, Deep Blue sólo es bueno en ajedrez. Todavía no hemos creado un sistema de IA que pueda superar o incluso seguir el ritmo de la cognición humana en general.
Incluso Sophia, el famoso robot humanoide al que se le concedió la ciudadanía en Arabia Saudí en 2017, no demuestra conciencia o inteligencia general artificial. Sin duda, algunas de las cosas que Sophia es capaz de hacer son asombrosamente sofisticadas. Por ejemplo, Sophia recibe información visual, que puede utilizar para reconocer rostros individuales y mantener el contacto visual. Asimismo, Sophia puede procesar el lenguaje hasta el punto de mantener conversaciones triviales con la gente. Además, Sophia puede hacer más de 60 expresiones faciales diferentes durante esas conversaciones. Esto, sin duda, hace que uno sienta que está en presencia de un ser consciente.
El lenguaje es la clave de la inteligencia artificial general
Las asombrosas habilidades de Sophia parecen suficientes para la conciencia, pero solo superficialmente. Y la razón de esto tiene su origen en el lenguaje. El lenguaje humano es profundamente complejo. Un rasgo distintivo importante de la comunicación humana es que el significado de lo que decimos a menudo no se transmite explícitamente por el significado literal de nuestras frases. En cambio, el significado de nuestras palabras suele ir más allá de lo que afirmamos expresamente.
La ironía es un buen ejemplo. Pensemos en un espectáculo de Broadway en el que el actor principal se presenta borracho y hace una actuación terrible. Se podría decir en broma que el espectáculo mostró “la máxima profesionalidad e ingenio”. La persona media entiende inmediatamente que estas palabras representan lo contrario de su significado literal. De hecho, gran parte de la comunicación humana es indirecta. El sarcasmo, la metáfora y la hipérbole suelen transmitir un significado más persuasivo que las afirmaciones literales.
La mayor parte de las veces, insinuamos o sugerimos lo que queremos decir, en lugar de decirlo directamente. De hecho, la comunicación humana sería bastante anodina sin nuestro frecuente recurso a las figuras retóricas. La poesía y la literatura no existirían. El sutil arte del lenguaje, en cierto sentido, es parte de lo que nos hace humanos.
Un chatbot con rostro
La conciencia humana, en otras palabras, consiste en parte en comprender significados abstractos e indirectos. Y es precisamente este tipo de comprensión lo que la inteligencia artificial es incapaz de hacer. Sophia puede hablar, pero la conversación es trivial. De hecho, muchos informáticos consideran que Sophia no es más que un Chatbot con cara.
Christopher Hitchens afirmó una vez con acierto que “la mente literal está desconcertada por la irónica, exigiendo explicaciones que sólo intensifican la broma”. Esa mentalidad literal hacia el lenguaje es la que caracteriza la relación de la inteligencia artificial con él. Si, por ejemplo, Sophia escuchara el chiste anterior de Broadway, incluso en su contexto, podría responder: “No sé de qué estás hablando. El actor era poco profesional y estaba borracho”. En otras palabras, no lo entiende.
Incluso detectar conceptos tan complejos como la embriaguez o la profesionalidad sería una tarea difícil para Sofía. A diferencia de los humanos e incluso de algunos animales, los sistemas de IA sofisticados como Sophia no pueden detectar los estados emocionales o mentales de otras criaturas. Por lo tanto, sólo pueden comprender el significado de las frases palabra por palabra. Intenta ser irónico con Siri, por ejemplo. No funcionará. Por ejemplo, pídele que encuentre algo que no sea McDonald's. Tampoco puede hacerlo.
Teoría de la mente
Entendemos a otras personas y sus mentes por analogía. Desgraciadamente, esta indirecta es algo que los ingenieros y científicos cognitivos no han conseguido programar en la inteligencia artificial. Esto se debe a que la capacidad humana de entenderse de forma fiable por vía indirecta es en sí misma un misterio. Nuestra capacidad de pensar de forma abstracta y creativa, en otras palabras, es bastante difícil de entender. Y es imposible codificar algo que no entendemos. Por eso las novelas y los poemas escritos por la IA no consiguen crear una trama coherente o son en su mayoría disparatados.
La inteligencia general artificial ―la conciencia de los robots― podría ser posible en un futuro lejano. Pero sin una comprensión completa y exhaustiva del lenguaje y sus innumerables matices, la inteligencia artificial general seguirá siendo imposible.