El término «feminicidio» ingresa al diccionario
'Feminicidio' entra en el diccionario de la Academia
Elisenda Panadés, RFI
El 35% de las mujeres en el mundo han sufrido algún tipo de violencia física o sexual, según datos de la ONU. La violencia ejercida contra la mujer por ser mujer sigue siendo una triste realidad. Y tiene un nombre: «feminicidio». Así lo recogen diversas legislaciones en el mundo y especialmente en países latinoamericanos. Un vocablo que empezó a conceptualizarse en la década de los setenta para visibilizar el sustrato sexista y misógino de los asesinatos y crímenes contra las mujeres por el hecho de serlo, así como la implicación, directa o indirecta, del Estado.
Sin embargo, el diccionario de la máxima institución de la lengua castellana seguía sin reconocer la palabra. Va a ser en octubre de este año cuando finalmente se pueda encontrar en sus más de dos mil páginas y casi cien mil entradas el término de «feminicidio», que la RAE definirá como el «asesinato de una mujer por razón de su sexo». Un logro para las organizaciones que se baten por los derechos de la mujer y contra la violencia de género, pero sólo en parte, según lamenta el Centro de Documentación de Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC) de México, pues se trata de una definición que no recoge las conceptualizaciones elaboradas por feministas y académicas desde hace décadas, además de no contemplar el vocablo «femicidio».
¿«Feminicidio» o «femicidio»?
La palabra que viene de aceptar la RAE es conocida hoy en el mundo entero gracias a la lucha de las feministas latinoamericanas. Y no es por azar: los países de la región destacan desgraciadamente por la violencia contra la mujer. De los veinticinco países con tasas altas o muy altas de feminicidios, catorce están en América Latina y el Caribe, según The Small Arms Survey, un proyecto de investigación suizo.
Fue una antropóloga mexicana, Marcela Lagarde, quien tradujo y reformuló el término inglés de «femicide», conceptualizado por primera vez en 1976 por Diana Russel y revisado en 1992 junto a Hill Radford, definido como «el asesinato misógino de mujeres cometido por hombres». Gracias al empeño de Largarde y otras, México fue el primer país (en 2007) a incorporar el feminicidio en el código penal, gracias al trabajo de mujeres como Lagarde, luego de la inquietante desaparición de centenares de mujeres acontecida en Ciudad Juárez desde la década de los noventa. Y a México le han seguido otros Estados, especialmente en países de América Latina como El Salvador o Perú. En Costa Rica, Chile, Guatemala y Nicaragua, donde también está legislado, lo tipifican como «femicidio». Así también se le suele llamar en Argentina, donde se está estudiando su inclusión en el código penal.
A pesar de la existencia de estos dos términos en las leyes latinoamericanas, el diccionario de la RAE recoge solamente uno, lo que le ha valido también algunas críticas, especialmente de las teóricas que consideran que se trata de dos conceptos distintos. El «femicidio», en castellano un término homólogo a «homicidio», sólo se referiría al asesinato de mujeres, mientras que «feminicidio», definido por Lagarde, incluiría la variable de impunidad que suele estar detrás de estos crímenes, es decir, la inacción o desprotección estatal frente a la violencia hecha contra la mujer.
Una acepción que no contempla el conservador diccionario español, tachado a menudo de machista. Cabe decir que la academia lingüista acaba de suprimir las acepciones sexistas de «femenino» como «débil, endeble» y de «masculino», como «varonil, enérgico». Y es que la RAE es una institución inminentemente masculina: en los 300 años de su historia sólo ocho mujeres han estado entre sus miembros, y de sus 43 actuales sólo siete son mujeres.
La perspectiva de género, olvidada
Otro olvido de la magnánima institución del castellano que lamentan algunas feministas es el hecho de que la definición de «feminicidio» no incorpore la perspectiva de género, un enfoque aceptado mundialmente por instituciones como la ONU desde 1995. El concepto de género es usado para referirse a la desigualdad entre hombres y mujeres, en términos de relaciones de poder y dominio de los hombres sobre las mujeres debido a diversos condicionantes: económicos, sociales, políticos y culturales. Aspectos que van más allá de lo estrictamente biológico, del sexo.
«El femicidio se inscribe en la violencia de género contra las mujeres y las niñas, se trata de crímenes surgidos de la desigualdad y la discriminación, de las relaciones de poder de género», declaró al periódico argentino Página 12 la antropóloga Marcela Lagarde, madre del término en español y quien celebra como un logro su inclusión en el diccionario de la RAE, a pesar de no abarcarlo en toda su amplitud.
Una definición inexacta, quizás, pero finalmente una inclusión. Y con ella 6.000 vocablos más, seguramente menos controvertidos, serán agregados a la 23a versión del diccionario castellano. Algunos ejemplos menos dramáticos: «jonrón», utilizado en el mundo del béisbol (del inglés «home run»), «mileurista», «multiculturalidad», «pilates», «bótox», «serendipia», «tuit», «tuitear» o «red social». Más vale tarde que nunca, dicen.