cráter
Los griegos solían mezclar el vino con agua antes de beberlo, tal vez para aminorar los efectos del alcohol. Lo hacían en lo que hoy llamaríamos un ánfora , que los helenos denominaban κρατήρ (krater) y los latinos más tarde denominaron crātēr; que también dio lugar al portugués cratera, usado desde el siglo XIV. La palabra provenía del verbo κεράννυμι (keránnumi) ‘mezclar’, derivada del sánscrito srayati, que a su vez se había formado a partir de la raíz prehistórica kere- ‘mezclar’, ‘cocinar’.
En el corpus de la Academia, cráter aparece a partir del siglo XVI, como en este fragmento de Diálogos familiares de la agricultura cristiana (1589), de Juan de Pineda:
[...] habiéndoles hecho gracias infinitas, comenzó a caminar, yendo ella en pos dél, y llegaron juntos al gran cráter o pila en que dice Plutarco haber visto el alma de Tespesio caer muchos y muy grandes ríos de aguas de diversos colores, donde estaban tres Genios, puestos en triángulo.
En el diccionario de la Academia, adonde cráter demoró algunos siglos en llegar, se registra a partir de 1832, definido como una ‘boca en forma de embudo por la cual respiran los volcanes, arrojando humo, lava y otras materias’. En realidad, muchos cráteres se han formado por el impacto de meteoritos sobre la Tierra. Tal vez el más impresionante sea el de Chicxulub, en el estado mexicano de Yucatán, de unos 150 km de diámetro, que habría caído hace más de sesenta millones de años, causando la extinción de los dinosaurios.
En portugués la palabra adoptó la forma femenina cratera.