agasajar
Seis décadas antes de la caída del último emperador romano, Rómulo Augústulo, diversos grupos germánicos ‒vándalos, suevos y visigodos‒ aprovecharon la debilidad del imperio y empezaron a atravesar sus fronteras, hasta que finalmente se instalaron en la Hispania y en la Galia, entre otras regiones de la Romania. Allí instalaron sus reinos y, en poco más de un siglo, olvidaron su lengua y su religión, para adoptar el cristianismo y el latín hispánico, pero introdujeron en este algunas de sus palabras, que permanecen hasta hoy en nuestra lengua. Cuando se produjeron las invasiones árabes, tres siglos más tarde, los godos ya formaban parte de una sociedad hispanogoda homogénea.
Los vocablos que dejaron en el castellano no pasaron de unas pocas docenas; uno de ellos es agasajar, que significa ‘halagar u homenajear a alguien con regalos u otras muestras de afecto y consideración’, según. Se deriva del antiguo verbo gasajar, usado en español antiguo hasta el siglo XV, que a su vez provenía del gótico gasali ‘compañía’, y este de gasalja ‘camarada, amigo, compañero’. Esta ascendencia germánica se verifica en el adjetivo del alemán actual Geselle ‘sociable, fraternal’.
Este antiguo verbo aparece, por ejemplo, en la obra medieval anónima de relatos breves Bocados de oro (c 1250):
E ha menester de aver amigos el bien andante e el mal andante, ca el ome en la su mal andança ha menester ayuda de amigos, e en la su bien andança ha menester el su buen gasajado.