pícaro
El pícaro fue el antihéroe de la narrativa picaresca española, que alcanzó su máxima expresión en el Lazarillo de Tormes, de autor anónimo, y en El Buscón, de Quevedo. Se trataba de un personaje sin recursos, que se valía de las más ingeniosas tretas para sobrevivir. Ambas obras constituyen tal vez lo más representativo de este subgénero, que floreció entre el Renacimiento y el Barroco, en el fulgor del Siglo de las Luces.
Sobre el origen de la palabra, hay dudas. Se ha dicho que los primeros “pícaros” fueron los soldados españoles que regresaban a la península después de las campañas en la Picardía francesa. Abandonados a su suerte, para sobrevivir debían desarrollar las artimañas que su ingenio les permitiera.
Sin embargo, Corominas pone en duda esta etimología, pues le parece más probable que la palabra provenga del verbo picar, que en cierta época denotaba varias de las tareas desempeñadas por estos personajes, tales como pinche de cocina y picador de toros.
Como respaldo de su hipótesis, el etimólogo catalán observó que pícaro se usaba ya en 1525, décadas antes de las campañas en la Picardía, aunque con el sentido de ‘pinche de cocina’. El diccionario de la Academia española incluye hoy las siguientes acepciones contemporáneas, todas con la categoría de adjetivo: 1. Listo, espabilado; 2. Tramposo y desvergonzado; 3. Que implica cierta intención picante y 4. Dañoso y malicioso en su línea.