estética
Los griegos llamaban αἰσθητός(aisthetós) ‘sensible’ a todo aquello que puede ser percibido por medio de los sentidos. Se trata de una palabra derivada de αίσθησις (aísthesis) ‘percepción sensorial’ y esta, del verbo αίσθάνεσθαι (aisthanesthai) ‘percibir con los sentidos’.
En nuestra lengua, existen numerosos ejemplos de voces derivadas de aísthesis, tales como anestesia, compuesta por esta palabra griega precedida del prefijo privativo an-, hiperestesia ‘aumento exacerbado de la sensibilidad sensorial’, cenestesia ‘percepción del propio cuerpo’, formada con el prefijo koinós ‘común’.
Todas estas palabras de significado diferente al que hoy damos a estética surgieron en la segunda mitad del siglo XIX con la irrupción de la psicología como ciencia independiente. A mediados del siglo XVIII, el filósofo alemán Alexander Gottlieb Baumgarten (1714-1762) había publicado una obra que él mismo definía como una “crítica del buen gusto”, con el título de Aesthetica.
Creó así un neolatinismo que significaba ‘ciencia del buen gusto’ contra el cual se levantaron numerosas objeciones de lingüistas y pensadores. Sin embargo, el neologismo latino acabó por imponerse y fue adoptado con su nuevo sentido: en 1753, en alemán como Ästhetik y en francés como esthétique, en 1832, en inglés como aesthetic, y en la segunda mitad del siglo xix, en español y portugués como estética.