arzobispo
Con la llegada al poder de Constantino como emperador romano de Bizancio (306 d. de C.), la Iglesia católica, hasta entonces perseguida, se vio en libertad de acción y, en tales condiciones, se vio obligada a estructurar una jerarquía más formal. Como consecuencia de ese proceso, aparecieron los primeros obispos en las cinco diócesis de la cristiandad: Roma, Antioquía, Alejandría, Jerusalén y Constantinopla, en el siglo VI, doscientos años después de Constantino.
El nombre de este cargo se tomó del griego έπίσκοπος (episkopos), palabra formada con el prefijo επι (epi-) ‘sobre’, ‘encima de’ y σκοπος (skopos) ‘ver’, ‘mirar’, ‘inspeccionar’, o sea, ‘inspector que está por encima, en una posición superior, supervisor’. Skopos está presente en nuestra lengua en palabras como telescopio, microscopio, oftalmoscopio.
Más adelante, con el crecimiento de la Iglesia, algunos obispos asumieron posiciones más altas aún, eran los αρχιέπίσκοπος (arkhiepiskopos), algo así como ‘obispos jefe’, palabra que llegó al latín medieval como archiepiscopus y al castellano como arzobispo. Αρχέ- (Arkhé), formado a partir de αρχέιν (arkhéin) ‘ser el primero, el superior’, también está presente en numerosos vocablos españoles, como archipiélago, archiduque, monarquía, oligarquía, anarquía.