
Inicialmente, buhardilla parece haber tenido una denotación más despectiva que diminutiva
buhardilla
Esta palabra se empieza a usar en nuestra lengua en el siglo XIX, como diminutivo de buharda, que significaba ‘desván en un tejado’; había significado anteriormente ‘respiradero para el humo’. Se había formado a partir de buhar, y esta, de bufar, debido al cambio operado en el dialecto castellano de la labiodental sorda /f/ por una /h/ aspirada.
Esta hipótesis se ve respaldada por por la idea del respiradero para el humo. Corominas (1980) desdeña la hipótesis de Covarrubias (1611), que deriva buhar de búho: “quizá se trate de una de sus habituales fantasías”.
El etimólogo catalán menciona también el gallego y el asturiano bufarda ‘losa entreabierta para la salida del humo’
En el siglo XVIII surge el diminutivo buhardilla, considerado vulgar en la época, como en este fragmento de Ramón de Mesonero Romanos (1842-1851):
[...] más adelante entra un hombre de siniestro aspecto y asendereada catadura, que dice ser agente de negocios y vivir en un cuarto cuarto (vulgo buhardilla), después entra una vieja que quiere la habitación para subarrendarla en detalle a cinco guardias de Corps (Corde).
Lo cierto es que buhardilla solo deja atrás su mala fama y adquiere una aureola de romanticismo cuando se torna la vivienda más común de muchos artistas pobres parisienses, que después conquistarían la fama.