tiovivo
Es el nombre del carrusel de los juegos de los parques infantiles, cuyo uso literario aparece documentado en España desde las últimas décadas del siglo XIX, según Corominas, tal vez podría referirse a la viveza del tío que lo inventó.
Sin embargo, una historia muy difundida (que algunas fuentes consideran inverosímil), narra un suceso extraordinario que habría ocurrido en Madrid el 17 de julio de 1834, durante una epidemia de cólera: Esteban Fernández, conocido como “el tío Esteban”, propietario de un carrusel infantil de cuatro caballos de juguete en el Paseo de las Delicias, enfermó y fue dado por muerto. Ocurrió que al pasar su cortejo fúnebre precisamente por delante de su negocio, se oyó su voz gritar “¡Estoy vivo!, ¡estoy vivo!”; con lo que la gente pasó a llamar “el Tío Vivo” al propio Esteban y luego a su negocio.
El diario madrileño ABC, que se hizo eco de esta historia el 13 de septiembre de 2015, cuenta que la atracción, hasta entonces llamada “los caballitos”, pasó a llamarse “los caballitos del Tío Vivo” y poco a poco, simplemente, tiovivo.
Benito Pérez Galdós, en su relato Fortunata y Jacinta (1885-87 - Corde), llegó al referirse al tiovivo en estos términos:
No tenía prisa y se fue a dar un paseíto, recreándose en la hermosura del día, y dando vueltas a su pensamiento, que estaba como el tiovivo, dale que le darás, y torna y vira...