talento
Los griegos llamaban τάλαντον (tálanton) al platillo de la balanza y, por extensión, también a las cantidades de metales preciosos que ponían allí para ser pesados. También fue una medida de peso: en el siglo de oro ateniense (V a. C.), un talento ático equivalía a 26 kg y era también el valor de ese peso en plata.
En épocas posteriores, tras una nueva evolución del término, se llamó talento a diferentes monedas que circulaban en varias ciudades del mundo helénico.
Fue como nombre de moneda que talentum llegó más tarde a Roma, hasta que a cierta altura del desarrollo del Imperio, adquirió el significado de tesoro. La palabra aparece por primera vez en castellano en el Fuero de Avilés (1155), con el sentido de 'voluntad o disposición de hacer algo', lo que hoy llamamos talante, que tiene el mismo origen.
En el siglo XVI, ya aparecía con el signficado de ‘inteligencia’, ‘aptitud', según una carta Fray Francisco del Toral (Corde).
Corominas presenta la hipótesis de que este cambio de sentido en nuestra lengua puede deberse a la parábola evangélica del servidor que obtuvo lucro de los talentos (tesoro) que le habían sido confiados en custodia, a diferencia de otro, que enterró el tesoro que le había sido entregado sin extraer de él ningún provecho, lo que habría dado origen al significado de talento como ‘dotes naturales’.