pagano
Pago, en la acepción que nos ocupa, es una voz arcaica procedente del latín pagus, que conserva, por lo menos en el Río de la Plata, en Bolivia y en el Perú, el significado de ‘lugar donde una persona nació o donde está arraigada’ o, también, el de ‘lugar o región, principalmente rural’.
Pagus se formó en latín a partir del verbo pango, pepigi, pactum, que significaba ‘plantar un vegetal’, ‘clavar en la tierra’, ‘implantar un hito o mojón’. Como sustantivo masculino derivado del verbo, pagus era ‘la cosa clavada o plantada’; de allí la idea de un ‘territorio delimitado’, el pago.
En una milonga de Manuel Fama, que se hizo célebre en el Río de la Plata interpretada por la orquesta de Juan D’Arienzo, se cantaba:
Soy del pago de Areco,
tierra de Segundo Sombra,
la paisanada me nombra,
y en el fogón se oye el eco.
Pensemos en el ocaso del Imperio romano y en la Alta Edad Media: las personas nacían, vivían la vida entera y morían sin jamás haber salido de su pueblo. Cuando el cristianismo se extendió por el Imperio romano, principalmente después de Constantino –que gobernó en el siglo IV de nuestra era–, hubo pequeños poblados rurales, los pagos, adonde la nueva religión demoró siglos en llegar, de manera que sus habitantes, los paganos, no estaban bautizados. También hubo gente que huyó de las grandes ciudades y se refugió en los pagos para no verse obligada a adherirse al cristianismo.
Poco a poco, pagano fue cambiando de significado para referirse no ya a los habitantes de los pagos, sino a las personas que no estaban bautizadas por el rito cristiano.