abanico
Según una creencia que ya tiene algunos siglos, el abanico plegadizo, usado principalmente por las mujeres para aliviar el calor, habría sido inventado por un artesano asiático, probablemente japonés, que se inspiró en la forma como los murciélagos pliegan y despliegan sus alas.
La palabra, tal cual es usada hoy, aparece en nuestra lengua desde el siglo XVI aunque, hasta el siglo siguiente, convivió con la forma abano, que aparece en inventarios la Corona española y también en poemas de Góngora:
en verano abanos,
ayre de la China,
tafetán y raso,
seda frezca y lisa…
El vocablo proviene del latín vannus, cernidor o criba usada para separar el trigo de otras semillas. Según Corominas (1980), nos llegó a partir del gallego y del portugués abanar ‘abanicar’, que significa en esas lenguas ‘aventar’, ‘cribar’ y ‘abanicar’.
En la antigüedad, los egipcios se abanicaban con un instrumento que los latinos llamaban flābellūm.