sibilino
Los griegos y romanos creían fuertemente en la adivinación, un arte que dejaban en manos los augures, los oráculos y las sibilas.
Estas últimas eran sacerdotisas de Apolo, que nacían con el don de la profecía. La más famosa de ellas era la Cumas, llamada “sibila cumana”, una joven troyana que llevaba precisamente el nombre de Sibila, hija del troyano Dárdano y de Neso, filha de Teucro, un descendiente de reyes troyanos. Sibila fue, según relata Virgilio en la Eneida, quien guió a Eneas en el Hades para encontrar allí a su padre Anquises.
El nombre de Sibila llegó al castellano procedente del latín Sybilla, derivado, por su parte, del griego: Σῐ́βυλλᾰ (Sibylla). El autor romano Varrón afirmaba que el nombre provenía del griego eólico sioboulla, equivalente al ático (ateniense) theobulé, "concilio de los dioses".
Con el paso de los siglos, la palabra pasó a significar lo oscuro y lo misterioso, tanto como los oráculos de Apolo, puestos en boca de las sibilas.
El diccionario académico define hoy sibilino como ‘lo relativo a la sibila’ y ‘lo misterioso u oscuro, a veces con apariencia de importante’.