ostracismo
En la antigüedad grecolatina, el destierro era un castigo terrible, para algunos, peor aún que la muerte. El poeta romano Ovidio fue enviado al exilio forzoso por Octavio Augusto, por razones que se desconocen, y tuvo que vivir hasta el fin de sus días, nueve años más tarde, en el remoto Ponto Euxino, en la costa del Mar Negro.
En la antigua Atenas se llamó ostracismo al destierro impuesto por algunos delitos políticos. Actualmente, hoy se da también ese nombre a la inhabilitación para ejercer cargos públicos, motivada, en general, por razones políticas.
Esta pena se aplicó por primera vez al general y político Temístocles, quien fue condenado en el 471 a. de C., acusado de haber colaborado con los espartanos. En la democracia ateniense, este castigo era decidido por la Asamblea del Pueblo, la Ekklesía, en la que los ciudadanos votaban el destino del acusado con unas piezas de arcilla en forma de conchas o de ostras, llamadas όστεον (óstreon), por lo que el destierro se llamó όστρακισμός (ostrakismós).
Las óstrakon usadas para votar tomaron su nombre del de las ostras: en griego óstreon. Ambas palabras provienen de la raíz indoeuropea osth-, de la cual procede también ósteon ‘hueso’, que dio lugar a palabras tales como osteología y osteoporosis, además de la voz latina ossum, de la que también se deriva hueso.