
Covarrubias (1611) decía que los vahídos eran causados ‘por estar la cabeza vacía [văcuus] de buenos espíritus’
vahído
Mareo, desvanecimiento, pérdida breve del sentido que puede deberse a diversas causas. La palabra fue muy poco usada en nuestra lengua antes del siglo XIX, aunque encontramos algunos casos, con la grafía actual, en el siglo XVII. Veamos este fragmento de la novela Los apostólicos, de Benito Pérez Galdós (1879):
Desde muy temprano volvió a reinar el desasosiego en los salones y en todas las dependencias. Su Majestad seguía muy grave, y a cada vahído del monarca la causa apostólica daba un salto en señal de vida y buena salud.
Palencia habla de vaguido en su Vocabulario de 1490 para traducir el vocablo latino vertigo, -inis: [...] assi quel pielago se dice ser vertigoso tambien se dize vertigo el vaguido dela cabeça. También la emplea Cervantes, entre muchos otros autores en su relato Rinconete y Cortadillo (1613), cuando pone en boca de Silbato: yo no estoy para fiestas, porque tengo un vaguido de cabeza, dos días ha, que me trae loca.
Corominas (1980) afirma que la pronunciación era esdrújula, y Autoridades (1736) presenta la grafía vaido y, a su lado, la forma tildada váido, remitiendo a váguido. Según el etimólogo catalán, en esa época el habla popular vacilaba entre cáido y caído, o entre léido y leído, como aún hoy ocurre en algunas zonas rurales, por lo que la gente educada empezó a pronunciar vaído, por ultracorrección, para distinguirse del vulgo ignaro. Covarrubias (1611) define váguido como ‘un desvanecimiento de cabeza por estar vacía [văcuus] de buenos espíritus y ocupada de ciertos humos’. El diccionario académico mantuvo la grafía váguido, alternando en algunas ediciones con la forma no tildada, hasta 1992, aunque desde 1803 incluía también vahido, que solo llevó tilde a partir de 1956.