
Joven fascinado por algo que ve en lo alto
fascinado, da
Alucinado, ofuscado, embrujado, atraído de manera irresistible por alguien o por algo. En el lenguaje corriente se emplea principalmente con el significado causar intensa admiración, como vemos en este fragmento de Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera (1987):
Sólo pasó por el pueblo de Flores de María, donde no había estado en el viaje anterior porque no pensaba que pudiera gustarle, pero cuando lo conoció se quedó fascinada.
Este vocablo se deriva del verbo latino fascĭnare, ‘hechizar’, ‘embrujar’. Hacia fines del siglo XV, la palabra no era reconocida como voz castellana, puesto que Nebrija (1495) menciona la forma latina sin darle un equivalente castellano, lo que muestra que, para los romanos, fascinar y las palabras de esa familia tenían un significado más esotérico que el que les damos hoy en día. Sin embargo, en el siglo XVI sí se la vinculaba con creencias no demasiado naturales. Juan de Solórzano, en su Política Indiana, se refiere a propiedades del azogue o mercurio, tales como evitar la fascinación o mal de ojo y otros efectos medicinales.