La dislexia y la discalculia se pueden detectar mucho antes de los 8 años
Foto: Valentina Perfilyeva / Shutterstock
La reducción del fracaso escolar es uno de los objetivos más importantes del sistema educativo. Un alto porcentaje de este fracaso va ligado a las dificultades de aprendizaje (DEA). Entre ellas encontramos las relacionadas con la lectura, la escritura y el cálculo.
Las niñas y los niños con dislexia y discalculia son aprendices peculiares que necesitan una atención diferente y específica. Pero ¿cuándo ofrecer esta ayuda?
Tradicionalmente se definía la dislexia como esa incapacidad para aprender a leer que producía un retraso de dos años en las competencias lectoras con respecto a niños y niñas de la misma edad, a pesar de tener un nivel de inteligencia normal.
Partiendo de esta definición, y teniendo en cuenta que se empieza a leer aproximadamente a los 6 años, era difícil hablar de dislexia hasta los 8 años. Este criterio diagnóstico, llamado criterio de discrepancia, quizás nos esté haciendo perder un tiempo precioso para la intervención en las dificultades en la lengua escrita.
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Actualmente, se sabe de la importancia de una detección temprana de las DEA. Las características del cerebro de una persona con dislexia o con discalculia son diferentes desde el mismo momento del nacimiento. Intervenir en las prácticas tempranas en las que los niños y niñas usan los números y las letras para hacer cosas puede ser de gran importancia para prevenir estas dificultades.
Los predictores
Junto a estas líneas se ve un dibujo que hizo mi hijo pequeño cuando tenía 3 años. En la parte de arriba podemos ver cómo emplea ya la escritura para expresar sus inquietudes, a pesar de que todavía no ha sido sometido a un aprendizaje formal de la misma.
Un niño o niña con dislexia no realiza este tipo de producciones de manera espontánea, o lo hace con menos frecuencia o menos complejidad. Esto es lo que se llama “escritura inventada” y es uno de los mejores predictores de la futura competencia lectoescritora de un niño o niña.
Otros predictores importantes de la dislexia son la “conciencia fonológica” y la “velocidad de denominación”. La primera se refiere a la capacidad de reflexionar sobre los sonidos del habla y manipularlos a distintos niveles de complejidad (fonemas, sílabas, rimas, etc.), mientras que la “velocidad de denominación” hace referencia a lo rápido que es capaz el niño de decir el nombre de algo que se le muestra en una lámina, ya sea un objeto familiar, una letra, un dígito o un color.
En definitiva, si un niño no juega a escribir letras y números o tiene dificultades para comprender la rima o saber por qué letra empieza una palabra, puede ser que esté presentando dificultades para comprender cómo el alfabeto representa la lengua oral, o lo que llamamos “principio alfabético”. Si no hacemos nada antes de los 8 años, estos niños habrán perdido como mínimo 5 años de construcción significativa del conocimiento sobre el mundo impreso.
¿Y las matemáticas?
La discalculia se define como la dificultad en el aprendizaje y recuerdo de hechos aritméticos y la ejecución de cálculos, según uno de los investigadores más importantes en este terreno, Brian Butterworth. La discalculia se relaciona con la dificultad para manipular y reflexionar sobre conceptos abstractos relacionados con las cantidades.
Los niños y las niñas, desde que son muy pequeños, tienen habilidades para percibir las magnitudes. Son capaces, por ejemplo, de distinguir entre conjuntos de cosas en los que hay distinto número de elementos. Es lo que llamamos “sentido de la cantidad”. Si a un bebé le ponemos delante de dos pantallas, una que va presentando la misma cantidad de puntos, pero distribuidos de distinta forma y otra que va presentando cantidades cambiantes de puntos, el bebé mira más cantidad de tiempo a la segunda pantalla. Esto nos indica que percibe la cantidad y que este cambio le parece más interesante que el simple cambio en el orden de los puntos.
Esta sensibilidad a la cantidad, que se manifiesta al menos desde los 6 meses, recibe el nombre de “sentido numérico” y ha demostrado estar relacionada con el rendimiento escolar posterior en las matemáticas. Los niños y niñas que tienen mayor preferencia por la cantidad tienen un sentido numérico más fuerte y son, más adelante, mejores en matemáticas.
El sentido numérico permite al niño hacer cosas como distinguir entre conjuntos pequeños y hace posible el aprendizaje de los números como sistema de símbolos que representan las cantidades.
Uno de los índices que nos pueden dar pistas sobre un desarrollo matemático deficitario es el uso de estrategias primitivas para contar objetos a una edad relativamente avanzada. La logopeda Cecilia Yalj, en su trabajo de fin de grado presentado en el grado en Logopedia de la Universidad de Castilla-La Mancha, elaboró un vídeo explicando la forma en que podemos detectar las dificultades matemáticas basándonos en indicadores de este tipo.
Antes de los 8 años
En definitiva, podemos predecir mucho antes de los 8 años qué niños y niñas van a presentar, con mayor probabilidad, dificultades en competencias tan importantes como la lectura, la escritura y las matemáticas.
No tenemos por qué esperar al fallo: podemos empezar a trabajar de manera temprana interviniendo en habilidades que están a la base de estas competencias complejas.
*La autora es Profesora Titular de Psicología Evolutiva y de la Educación, en la Universidad de Castilla-La Mancha