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Las palabras amerindias que usamos todos los días

El aguacate o palta, un ejemplo de préstamos lingüísticos procedentes de lenguas amerindias: el ‘aguacate’ (término procedente del náhuatl) o ‘pallta’ (del quechua)

Sara Hernández Arroyo

Cuando vamos al supermercado y compramos un kilo de papas o dos o tres paltas (también llamado aguacate, en náhuatl); cuando utilizamos neumáticos con caucho o nos hacemos amantes de productos de papelería ilustrados con graciosas llamas, estamos utilizando otra lengua para referirnos a esas realidades: el quechua.

Es la lengua de los incas, uno de los pueblos originarios que habitaban buena parte del sur de América. Se trata de un pueblo conquistador que extendió su lengua y costumbres en el siglo XII, así como lo haría el Imperio romano en Europa hace 2 000 años.

Préstamos lingüísticos: convivencia de culturas

Los préstamos lingüísticos son el recurso más habitual para incorporar al vocabulario conceptos u objetos que no existen en el idioma propio. En nuestro léxico conviven así múltiples culturas: compramos en la pastelería un queque (del inglés cake), colgamos flores del balcón (del italiano balcone) o votamos al alcalde de nuestro pueblo (del árabe alqáḍi). Los ingleses, por su parte, hablan de patios o guerrillas usando estas palabras en español.

La historia de estas palabras que cada idioma toma prestadas sirve para conocer las aventuras de dicha lengua; en el caso del español, nos hablan de sus más de mil años de historia, desde Europa a África, pasando por el Pacífico. También de sus andanzas en el continente americano a partir de 1492 y la llegada de Colón a las costas caribeñas.

El español y las lenguas amerindias

La lengua del Tahuantinsuyo (nombre con el que se conocía al Imperio inca) tiene a día de hoy gran vitalidad. En 1975 se declaró como lengua oficial del Perú. Después se incorporarían Ecuador, Bolivia, Colombia, Chile y Argentina. De hecho, entre ocho y diez millones de personas la hablan. Incluso existen programas de radio en este idioma y se enseña en los centros escolares.

También se conservan muchas palabras en la lengua española. Gracias, en parte, a los cronistas de Indias como el Inca Garcilaso de la Vega, Juan de Betanzos o Pachacuti Yamqui, que incluyeron esas palabras en sus textos. Ellos se encargaban de reflejar en sus escritos lo que ocurría durante la colonización de América. De paso, incluían todas aquellas palabras que nombraban nuevas realidades.

¿Qué lenguas amerindias influyeron en el español?

El quechua es una lengua que nace en la zona central el actual Perú. No tenían escritura propiamente dicha, aunque se cree que se empleaban herramientas como los quipus. Estaban formados por cuerdas con nudos mediante los que dejaban constancia de hechos importantes.

Para mejorar la comunicación entre los colonos y los habitantes de aquellas tierras se comienzan a asignar letras del español a los sonidos del quechua. Aún así, se ha mantenido como una lengua de trasmisión oral hasta hace muy poco tiempo. Se caracteriza por no tener diptongos (unión de dos vocales) y por utilizar solo las vocales i, u y a. Expresa las ideas uniendo varias palabras y utilizando sufijos. Por ejemplo, ‘casa’ sería wasi y ‘mi casa’ sería wasiy. Otra curiosidad es que suele colocar el verbo al final de la oración.

Además del quechua, otra de las lenguas originarias de América que más ha influido en el español es el náhuatl. Hablada por los pobladores del actual México, los aztecas, ha dejado numerosas palabras en nuestro idioma, algunas de ellas con connotaciones gastronómicas. Hoy en día, muchos no podemos vivir sin el maravilloso sabor del aguacate (ahuacatl) o en un día de mucho frío nada nos gusta más que unos churros con chocolate (xocoatl).

No debemos olvidar otras como el aimara, lengua anterior al quechua y que cuenta con unos dos millones de hablantes en la actualidad. De ella tenemos palabras como coca para referirnos a la hoja que se toma en los Andes para evitar el mal de altura.

Otra de las lenguas más importantes y que dejó sus primeras huellas en el español fue el taíno. Ubicada en el Caribe (actuales Cuba y Puerto Rico) trajo al español el ají para darle un sabor extra picante a nuestras comidas y la canoa para navegar por los ríos y playas de todo el mundo.

La lengua española no ha sido la única que se ha nutrido de estas palabras originarias de América. El inglés (chocolate), el francés chocolat o el japonés チョコレート- chokorēto son lenguas en las que también podemos ver la generosidad de unas con otras con sus préstamos. Se trata de una práctica habitual y muy económica. Nos permite acceder a una palabra para comunicarnos sin pasar por la creación en la propia lengua.

Con el vocabulario que tiene y que sigue ampliando, el español cuenta su propia historia. Una historia que ha viajado miles y miles de kilómetros y se ha impregnado de las distintas culturas y gentes con las que ha tenido contacto. Ahora mucho más influenciada por lo tecnológico y las redes sociales, pero siempre abierta a poder nombrar la realidad para hacerla suya.

Gracias a culturas como la quechua o el náhuatl tenemos en nuestra realidad productos esenciales como las papas (o patatas) y el chocolate. También una palabra para referirnos a ellas. Porque, al final, de eso se trata: de poder conocer cuantos más aspectos de la realidad, mejor. Y de poder nombrarlos. Y poder comunicarnos. Ese es el objetivo.

Sara Hernández Arroyo. Docente e Investigadora del área de Lengua Española del Departamento de Filología Hispánica, Clásica y de Estudios Árabes y Orientales, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.