¿Puede una lengua ser denominada con más de un nombre? Nada lo impide o nadie debería impedirlo. La lengua castellana, en algún momento de su historia, fue nombrada lengua española. Al margen de polémicas estériles, en la actualidad, es normal considerar que ambas expresiones se refieren a una misma lengua. Todos los hispanohablantes comparten la citada lengua y la compartirían aunque no tuviese nombre, es decir, el nombre no hace que la lengua exista sino que, como la lengua existe, de alguna forma tenemos que referirnos a ella; pero cada hispanohablante tiene su forma de hablar, idiolecto, y los rasgos comunes en el habla de un determinado grupo de hablantes se acaban conociendo como dialectos o variantes, esto no impide que haya rasgos más generales que abarquen varios dialectos y configuren lo que conocemos como lengua. Por tanto, la lengua es un concepto general y abstracto que engloba distintas realidades próximas entre sí y que podemos distinguir de otros grupos de variantes que configuran otras lenguas.
Las lenguas derivadas del latín son conocidas como lenguas romances o románicas y la denominación nos conduce directamente al Imperio Romano. Cuando aquellos que creían expresarse en latín vulgar, varios siglos después de la caída del Imperio, empezaron a percibir que sus lenguas ya no se correspondían con el latín buscaron un nombre para distinguirlas y los distintos nombres tuvieron un origen geográfico cuyas fronteras políticas ni estaban perfectamente definidas ni podían definir por sí solas el fenómeno lingüístico que estaba sucediendo con lógica lentitud en el tiempo. La evolución de estas hablas romances daría lugar a varios idiomas que hoy pueden distinguirse entre sí sin dificultad.
El habla de un andaluz es perfectamente distinguible de la de un castellano y esta realidad no determina dos lenguas distintas; de igual forma, el habla de un valenciano puede distinguirse con claridad del habla de un barcelonés y ésta del habla de una persona nacida en Lérida (ambos catalanes) y todas ellas del habla de un mallorquín: valencianos, catalanes y baleares pueden hablar entre ellos y entenderse sin problemas porque comparten una misma lengua, se llame como se llame; evidentemente, no sucede lo mismo entre un italiano y un francés, o entre un andaluz y un mallorquín que no se exprese en castellano. Ésta es la situación actual, aunque será bueno contemplar unos muy resumidos datos históricos.
- Año 218 a. J. C.: inicio de la ocupación romana de la Península Ibérica. Las lenguas de los pueblos íberos, antiguos pobladores de Levante, serán sustituidas por el latín aunque, sin duda, dejarán su impronta en la lengua oral romana.
- Siglo V: ocupación de los pueblos germánicos que adoptarán la lengua latina, pero ejercerán una notable influencia sobre ella.
- Siglo VIII: invasión de los árabes, que ocuparán casi toda la Península, a excepción de las zonas más inaccesibles del norte peninsular. En ellas se crearán varios reinos cristianos en los que, debido a su aislamiento, el latín evolucionará de forma distinta dando origen a las distintas lenguas que avanzarían hacia el sur con la Reconquista. Estas lenguas fueron: gallego, leonés, castellano, navarro-aragonés y catalán. Entre los cristianos que quedaron en las zonas ocupadas por los árabes el latín también evolucionó dando lugar al mozárabe.
- En su Historia de la lengua española Rafael Lapesa explica: "La primitiva Cataluña fue arrebatada a los musulmanes por Ludovico Pío. Al principio es un grupo de señoríos incorporados a Francia; pero esta dependencia se convierte en pura fórmula conforme crece el poderío del condado de Barcelona, que llega a constituir Estado aparte. En tiempos del conde Ramón Berenguer III (1906-1131) empieza Barcelona a intervenir políticamente en el Sur de Francia [...] Situada junto al mar, se preparaba para futuras expansiones mediterráneas".
- Jaime I, conde de Barcelona y rey de la Corona catalanoaragonesa, inició la expansión catalana en el Mediterráneo con la conquista de Mallorca (1229), conquistó Valencia en 1238 y anexionó el reino a la Corona como un nuevo Estado dotado de fueros propios "Els Furs". Valencia, sin embargo, continuó teniendo una fuerte presencia islámica mucho tiempo después, hasta 1609 con la expulsión de los moriscos.
- A la población árabe y mozárabe valenciana vinieron a sumarse diversas oleadas de emigrantes catalanes y aragoneses que fueron estableciéndose en las nuevas tierras conquistadas. La ciudad de Valencia recibió emigrantes catalanes: barceloneses, leridanos y tortosines; un nutrido contingente de aragoneses y algunos franco-occitanos de lengua occitana.
- La versión en español de "El Racó de la Llengua Valenciana", además de ofrecer abundantes datos históricos y lingüísticos del valenciano, resume algunas posiciones sobre las posibles influencias en su formación: "La lengua de los valencianos ha sido siempre clasificada como un dialecto occidental del catalán, es decir, que muestra coincidencias fonéticas, léxicas y morfológicas con los dialectos catalanes de la provincia de Lleida y sur de Tarragona. Parece lógico pensar que esto se debió al predominio de emigrantes de estas comarcas catalanas, pero los datos históricos que poseemos confirman que fueron los catalanes de la parte oriental (actuales provincias de Barcelona, Girona y el Rosellón) quienes predominaron en la reconquista y repoblación del Reino de Valencia. ¿A qué se debe entonces la filiación occidental del valenciano? Las tesis mantenidas por Sanchis Guarner y Alarcos Llorach hablan de la influencia de un adstrato no catalán que contribuyó a la configuración del valenciano como un dialecto occidental (grupo dialectal del catalán más cercano a las lenguas hispánicas). Según Sanchis y Alarcos, la mayoría catalano-oriental en Valencia se vio superada por la suma de catalano-occidentales, aragoneses y mozárabes, que pese a hablar lenguas diferentes compartían rasgos fonéticos y léxicos muy similares, todos ellos de raíz hispánica, en contra del cáliz gálico del catalán hablado por los orientales (v. Sanchis, 1972, p. 122, 1980, pp. 131-132, Veny, 1982, pp. 157-160)."
A pesar de estos datos, que permiten intuir la expansión de la lengua catalana, hay quienes defienden la teoría de que la lengua valenciana es una lengua distinta y, sin entrar en la manipulación de citas referidas a las lenguas romances en general que extraen de sus contextos y aplican sin pudor, realizan las siguientes afirmaciones: en primer lugar, postulan que el primitivo romance hablado en tierras valencianas no desapareció durante la presencia árabe (más de ocho siglos); en segundo lugar, defienden que la lengua valenciana es el resultado de la evolución del romance presuntamente hablado por los mozárabes de la zona; por último, utilizan la presencia de la expresión "lengua valenciana" en textos antiguos no como una referencia de identidad geográfica sino como dato de carácter lingüístico.
Las citadas afirmaciones se sustentan en suposiciones, leyendas e invenciones, ni hay documentos que las avalen ni existe rigor científico en su propuesta. Lapesa, en la obra anteriormente citada, ya afirma que "los dialectos mozárabes desaparecieron conforme los reinos cristianos fueron reconquistando las regiones del Sur. Aquellas hablas decadentes no pudieron competir con las que llevaban los conquistadores, más vivas y evolucionadas". Pero, como la referencia básica para quienes defienden la independencia de la lengua valenciana es la obra de Leopoldo Penyarroja, será interesante recordar el capítulo "Els mossàrabs valencians i el seu rastre" (Enric Guinot, 1999), se ofrecen a continuación algunos fragmentos:
Aunque el estudio de los mozárabes se remonta a la erudición de final del siglo XIX, hace dos decenios que el conocimiento de la sociedad de Al-Andalus ha sufrido un giro radical [...] eruditos valencianos y españoles –muchos de ellos eclesiásticos- querían ver el enraizamiento y pervivencia de la iglésia católica local incluso bajo la dominación musulmana. Existía la necesidad de demostrar la existencia antigua de un pueblo español que nunca renunció a la verdadera religión [...] El problema grave de todo este discurso, explicable en el contexto social y político de la época, es que en la actualidad se utiliza como prueba categórica, de apariencia científica, para justificar el supuesto origen autóctono de la lengua de los valencianos.
[...] Penyarroja propone su visión de la vitalidad de los mozárabes locales basándose sólo en las crónicas i vidas de santos escritas en los siglos XVI i XVII. Para hacernos una idea de la veracidad de este tipo de fuentes pueden servir dos ejemplos: uno, el de la existencia de San Pedro Pascual, considerado testimonio vivo de un santo mozárabe valenciano, coetáneo de la conquista de Jaime I; y el segundo, el caso de los brazos momificados de San Vicente Mártir (se omite la sagaz exposición que realiza Guinot sobre estas claras invenciones).
[...] La actual revisión filológica de las jarchas niega la relación con el valenciano medieval. F. Corriente ha sido uno de los más categóricos y serios al abordar esta cuestión: "de testimonios de una temprana lírica romance quedan en frases de dudosa autenticidad lingüística que pueden ser o no restos de una expresión poética de ese origen, pero en cualquier caso manipuladas para su integración en un poema estructuralmente árabe". [...] (se presenta en el artículo la investigación del citado autor) concluye F. Corriente "es bastante evidente que, de las palabras indiscutiblemente presentes, muchas tienen formas divergentes del valenciano [...]
[...] Todo el libro de Penyarroja, El mozárabe de Valencia. Nuevas cuestiones de fonología mozárabe (Madrid, 1990), está redactado sin basarse en ningún documento, texto o carta escrita en esta lengua, sino únicamente en la toponimia valenciana del Llibre del Repartiment [...] a nadie se le escapará que un nombre valenciano del siglo XV acabado en ‘-ero’ puede ser perfectamente aragonés o castellano y no tener relación con el mozárabe.
El artículo continúa aportando pruebas científicas y referencias de prestigiosos lingüistas, además de datos arqueológicos e históricos actualizados con los últimos descubrimientos.
La brevedad exigible a un escrito como éste me obliga a resumir de esta forma los muchos datos que he podido reunir y que son el resultado de serias investigaciones de reconocidos lingüistas. En el tintero quedan los trabajos de M. Sanchis Guarner, Jaume Fuster, Vicente Tusón, Fernando Lázaro Carreter y muchos otros que constituirían una lista interminable. Tampoco haré referencia a la inequívoca posición de universidades de todo el mundo y de muy distantes academias de lengua, sólo quiero recordar que la Academia Valenciana de la Lengua ha reconocido recientemente la unidad normativa del valenciano con la lengua catalana primando, como es lógico, los rasgos propios de las variantes valencianas de una lengua que se denomina valenciano (también catalán) en la Comunidad Valenciana y catalán en el resto de los territorios donde es hablada mediante la diversidad enriquecedora de sus diferentes dialectos.