¡Órale, que hot-dog es un mexicanismo!
El UniversalPublicado en noviembre del año pasado el Diccionario de mexicanismos se celebraba como uno de los magnos proyectos de la Academia Mexicana de la Lengua (AML). A tan sólo tres meses de su puesta en circulación, el volumen que reune 11 400 voces y 18 700 acepciones, es objeto de polémicas y debates entre académicos, críticos y especialistas de la lengua que ponen en entre dicho su legitimidad.El diccionario de 648 páginas, de carácter corporativo, coeditado por la AML y Siglo XXI Editores, sale a la luz medio siglo después de la monumental obra que sigue siendo referencia obligada para los interesados en el idioma: el Diccionario de mejicanismos (1959) de Francisco Javier Santamaría.A pesar de los esfuerzos de la Academia Mexicana de la Lengua, para algunos lingüistas como Luis Fernando Lara este nuevo Diccionario de mexicanismos está todavía muy lejos de poder mejorar y mucho menos igualar la obra fundamental que con gran esfuerzo y dedicación realizó Santamaría.Y es que la publicación que dirige Concepción Company Company, presidenta de la Comisión de Lexicografía de la Academia Mexicana de la Lengua, comienza a mostrar sus pifias. La inconsistente definición de «mexicanismos», la inclusión de extranjerismos, la parcialidad de sus fuentes, algunos errores de análisis de significado, ciertas inclusiones correctas con descripciones inexactas e incluso la falta de un método lexicográfico son algunos de los señalamientos que el nuevo Diccionario de mexicanismos ha recibido.En la introducción del nuevo Diccionario, la doctora en Lingüística Hispánica advierte que por mexicanismos debe entenderse: «las voces, simples y complejas, las expresiones lexicalizadas y las acepciones que caracterizan la lengua, popular o culta, o ambas, de este país, fundamentalmente, en la variedad o las variedades urbanas del Altiplano Central de México».En ese sentido, el Diccionario de mexicanismos muestra, según se indica en este texto introductorio: «las rutinas y los hábitos lingüísticos que otorgan identidad a los mexicanos» y refleja «los grandes ejes culturales alrededor de los cuales se concentra el léxico del español en México», que van desde la obsesión por el sexo hasta la cotidianidad de la muerte, pasando por las cortesías, el sarcasmo, la ironía y el multiangular machismo».Afirmación que el doctor en lingüística y literatura hispánicas, Luis Fernando Lara, objeta en el artículo «Diccionario de mexicanismos» publicado en el número 146 de la revista Letras Libres (Febrero 2011): «¡Es ese vocabulario el que concentra el léxico del español de México y nos otorga identidad! Bonita manera de renovar el pintoresquismo del siglo pasado y a la vez de realimentar el estereotipo que tanto daño nos hace en la vida política y en los medios de comunicación, del mexicano macho, obsesionado por el sexo, soez y dado a la muerte… Apena que la Academia Mexicana, en voz de Concepción Company, no sepa cuál podría ser su lugar en la educación de los mexicanos y tampoco su papel en el estudio del español mexicano».En respuesta a esta crítica, Concepción Company afirma en entrevista que la Academia únicamente está describiendo los hechos actuales, y «no estamos complaciéndonos en ningún estereotipo. Si hay mucho léxico sexual será porque hay un patrón de lexicalización sedimentado por siglos en el español de México», señala la académica.Léxico transgresorEn cambio, dice Concepción Company, se deberían alarmar por algo mucho más preocupante que el mismo Diccionario de mexicanismos refleja: el léxico para transgredir las reglas.Company asegura que en el diccionario existen diversas entradas que refieren a la transgresión, las cuales van desde la mordida, dar el avión, hasta ponerse la del Puebla.La académica afirma: «Es impresionante la cantidad de formas para transgredir, incluso festivamente, como algo ya cotidiano. Pero a nadie le preocupa que sean transgresiones y qué curioso que los críticos estén más preocupados por el sexo y por lo soez».La lingüista dice que en la publicación hay cerca de 200 mexicanismos que podrían considerarse cultos y que, sin embargo, nadie ha señalado. Entre ellos: emérito, parteaguas, mancomunado, abocarse, violentar, colegiaturas, acordeón, balanceo, cuadras.No obstante, para Lara, coordinador del Diccionario del español de México (El Colegio de México, 2010), la reducción del español de México y del mexicanismo al vocabulario soez, del sexo, de la muerte y del machismo, tienen un papel importante las fuentes que utilizaron.Y es que otro de los grandes señalamientos que ha recibido la publicación, considerada como una «obra de gran trascendencia en el marco de las conmemoraciones de la patria en 2010», según dijo el ex director de la Academia Mexicana de la Lengua, José G. Moreno de Alba, es la parcialidad de sus fuentes.Entre las fuentes base de consulta del Diccionario de mexicanismos se encuentran las bibliográficas (diccionarios, novelas y hasta las historietas de La familia Burrón), las electrónicas y las filmográficas (películas de Cantinflas, de la India María y de Pedro Infante).Para Luis Fernando Lara ésa es la raíz de las incongruencias. «Esas fuentes inclinan la balanza hacia un vocabulario soez, humorístico y, muchas veces, individual. Es decir: de tales fuentes, tales resultados», señala.Nuevos «clásicos»Sobre el tema también se ha pronunciado el escritor y periodista Humberto Musacchio, quien atribuye a la bibliografía el carácter de «escolar».«Con escaso pudor, publican una bibliografía de obras impresas que no llegan a la treintena», ha asegurado Musacchio. Critica que los clásicos de los «mexidiccionaristas» sean Jis, Trino, Brozo y Eugenio Derbez. «Pero si la bibliografía tiene un carácter apenas escolar, la impostura seudocientífica se hace más evidente con las fuentes filmográficas», señala.Sin embargo, la doctora Concepción Company afirma que las fuentes de consulta indicadas en el libro son una «base de consulta», lo cual significa que no fue vaciado tal cual.«Lo que nosotros pusimos en el diccionario es una base de consulta. Comprobamos todo lo seleccionado y se eligieron las que tenían altas frecuencias de uso en el español de México, básicamente en el Altiplano Central. Además de eso salimos a la calle, tuvimos informantes, hablantes espontáneos», indica la académica.Lavar ropa o destapar cañosMiembro de la Academia Mexicana de la Lengua de 1986 a 2002, el poeta Gabriel Zaid también se sumó a las críticas en torno del Diccionario de mexicanismos. A partir de la inclusión de lejía, el ensayista repasa, en el artículo «Lejía» también publicado en la revista Letras Libres (Enero 2011), la historia de este vocablo exhibiendo algunos errores de la publicación.La definición de lejía en el Diccionario de mexicanismos es: «Mezcla hecha con sebo y sosa cáustica que se utilizaba para blanquear ropa».Sin embargo Zaid afirma, tras remontarse a las raíces antiguas del término y su evolución, que: «por extensión, se ha llamado lejía a otras sustancias oxidantes, especialmente el hipoclorito de sodio (NaClO); pero su nombre más común (en el lavado de ropa o la desinfección de albercas) es cloro».«Dada la antigüedad de la lejía y de la palabra ‘lejía’, sorprende que la Academia Mexicana de la Lengua la incluya en su nuevo Diccionario de mexicanismos. Es una palabra originada más de un siglo antes de que el español llegara a México», dice.Un diccionario de mexicanismos, considera el ensayista y poeta, registra las palabras, acepciones y frases del español hablado en México que no son usuales en el español de otras partes. Por lo tanto, «lejía» no es un mexicanismo, pero sí una palabra del español que se habla en México.¿De dónde saca, entonces, la Academia que lejía es un mexicanismo? ¿De dónde saca que hot-dog es un mexicanismo?, se cuestiona Gabriel Zaid. A lo que Concepción Company responde: Lejía en México es «sosa cáustica» (Hidróxido de Sodio); y afirma que en el español actual, en 2011, lejía sólo sirve para destapar cañerías y no «para blanquear ropa». Y es aquí cuando la académica reconoce que la crítica de Zaid acierta en algo: «lo que es cierto es que nuestra definición tiene un error, y es que se pone «para blanquear ropa».Si bien, reconoce que Gabriel Zaid hizo notar la inconsistencia de la definición, Company señala que no por eso deja de ser un mexicanismo:«Es la misma palabra con otro referente, con otro contenido semántico e incluso químico», asegura.Respecto a la inclusión de hot-dog, la académica señala que al Diccionario de mexicanismos no le importa si ciertas palabras son extranjerismos, sino que lo que interesa es decir que «esto es lo que usamos los mexicanos y esta es nuestra lengua en uso real». Por lo tanto, dice, puede haber mexicanismos que vengan del japonés, del latín, del náhuatl o del inglés.Company asegura que hot-dog es un anglicismo; se trata de un préstamo duro no adaptado fonéticamente, ni morfológicamente a la lengua española pero que tiene un uso cotidiano en el habla mexicana. «Los mexicanos no comemos ‘perritos calientes’. No se va a un restaurante, a una cafetería o a un puesto a pedir un ‘perro caliente’. Tan mexicanismo es —señala la académica— que ha generado la forma coloquial jocho. Si no fuera mexicanismo los hablantes de México no hubiéramos generado una creación propia».Asegura que la Academia no está señalando lo que es incorrecto sino que, «está diciendo esto es lo que se usa y tiene frecuencias de uso tan notorias y fuertes que es así nuestra lengua».Así como éste, existen en el libros otros extranjerismos: jeans, break, boulevard, coffe, aerobics, baby doll, drink, boulevard y mouse.Pese a las críticas, la lingüista Concepción Company destaca que el Diccionario de mexicanismos es un primer esfuerzo corporativo y que, en efecto, habrá que mejorarlo y enriquecerlo en subsecuentes ediciones. Tal como el proyecto que ya está en marcha: la segunda edición revisada que atenderá las críticas y sugerencias que abundan sobre el primer volumen.Company adelantó que la edición, que se espera salga el próximo año, contendrá un apéndice extenso de aquellas formas que no se comparten con ningún otro país hispanohablante. «Vamos a tener un apartado donde digamos los mexicanos en esto somos únicos», dice.