¡Ay!, las traducciones
Una golondrina no hace verano
En francés tienen la expresión “une hirondelle fait pas le printemps”. Expresión que un buen traductor no traducirá nunca literalmente, diciendo “una golondrina no hace primavera”, sino que dirá “una flor no hace primavera” o, quizá “una golondrina no hace verano”. Voilà ! el vasto mundo de la traducción. Y es que toda traducción es una interpretación del texto original que quiere conservar el sentido, más allá de la literalidad de las palabras. Digo eso a raíz de la constatación de un aumento en la traducción de textos religiosos, especialmente bíblicos, que no recalcan el sentido religioso del texto, sino el literario, el cultural o el histórico. Lo manifestaba en un extenso artículo Álvaro Colomer del suplemento Cultura|s de La Vanguardia , titulado Y Dios se adaptó a los lectores, del 29 de octubre. Se constata cómo algunos editores liberan los textos bíblicos de su sentido religioso para adaptarlos a nuevos lectores que muchas veces ni siquiera son creyentes. Conviene recordar que treinta millones de personas compran anualmente un ejemplar de la Biblia en algún lugar del planeta.
Una cosa es interpretar y la otra adaptar. La interpretación es legítima y necesaria. La adaptación es cuestionable y puede ser, incluso, perversa. Es cierto que un texto como el de la Biblia puede ser objeto de diversidad de lecturas, como cualquier texto clásico, sin embargo, al leer la Biblia no se puede ignorar que se trata de un texto religioso. Obviar esta característica esencial es desvirtuar la obra y hacer desaparecer su original sentido. El interés de la Biblia -como el de cualquier obra clásica- se encuentra en aquello que dice y en cómo lo dice, porque en ningún otro lugar se dice lo que allí se dice.
La interpretación es legítima y necesaria; la adaptación es cuestionable
Es necesario proponer nuevas traducciones para actualizar el lenguaje y hacerlo más próximo al lector contemporáneo, como lo supo hacer el magnífico equipo de traducción de la Biblia Catalana Interconfesional. Pero también hay que ser cuidadoso con aquellas adaptaciones que convierten la Biblia en algo alejado del original. El mismo artículo recoge unas palabras de Josep Batalla -que prepara una traducción de los Salmos- que muestran su desconfianza con las versiones laicas : “Ahora está de moda utilizar el término Dios vengativo para referirse al Dios del Antiguo Testamento, cuando la palabra hebrea original no habla de “revancha”, sino que se tendría que traducir como Dios vindicativo. “Desgraciadamente —dice Batalla— la mala traducción es la que se está imponiendo y el significado de las Escrituras está siendo traicionado”.
Hay también versiones litúrgicas de los textos bíblicos poco adecuadas. Por ejemplo, cuando se traduce la palabra “talento” por “millón”. Es una mala interpretación, porque el sentido de talento no se corresponde al del término millón, como sí que se correspondía el sentido del término “flor” al del término “golondrina ”. No es el texto el que se tiene que hacer contemporáneo del lector, sino el lector quien se tiene que hacer contemporáneo del texto. Solo así dejaremos que el texto nos hable y nos diga cosas, sin necesidad de manipularlo para hacerlo más atractivo.