¿Cuándo empiezan a hablar los bebés? Indicios de un eventual retraso en el lenguaje
Hablar con los bebés estimula su desarrollo cerebral
Uno de los momentos más emocionantes para muchos padres es el día en que su hijo dice sus primeras palabras. O al menos lo que parecen sus primeras palabras.
Según los expertos en adquisición del lenguaje, las más comunes suelen ser mamá, papá o galleta, entre otras. Sin embargo, ¿con qué edad es normal que los bebés empecen a hablar? Y, ¿cómo es su evolución? ¿Cuándo se considera que tienen un retraso en el lenguaje o a nivel madurativo?
Para ello, el doctor Manuel Antonio Fernández, neuropediatra y director del Instituto Andaluz de Neuropediatría (Inanp), despeja estas cuestiones que atormentan a cientos de familias durante los primeros tres años de sus hijos.
El periodo en el que los bebés empiezan a hablar se comprende entre los 10 y los 14 meses. Para Fernández, hablar no significa balbucear, sino que el niño utilice bisílabos sabiendo lo que significa y utilizándolo con un sentido. Por lo que quedaría descartado ese gorjeo con el que comienzan los bebés de entre seis y nueve meses.
El lenguaje, la parte no innata del ser humano
“El lenguaje es la parte no innata de la especie humana, al contrario que correr, saltar o movernos. Esto hay que enseñarlo”, explica Fernández.
Bajo esta premisa, el neuropediatra apunta a que uno de los factores que más influye en este proceso, por lo tanto, es que los padres hablen con sus hijos.
En función del entorno en el que se haya visto envuelto el bebé durante los meses iniciales, el lenguaje se desarrollará en menor o mayor medida.
Pero lo que puede parecer algo obvio y natural, ya no lo es, según el neuropediatra. Al igual que este experto, los profesionales se están topando con una sociedad desinformada en la que las pantallas han sustituido la crianza humana.
Tal es la preocupación que el también miembro de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (Senep) va a iniciar una campaña en contra del uso de pantallas en niños, con el objetivo de advertir de los problemas que ya se están viendo reflejados en las consultas.
“La campaña se llamará 'Pantallas cero, protege su cerebro'. Ya se ha comprobado que las pantallas matan las neuronas de los niños”, denuncia el experto.
Si hay pantallas, no hay comunicación
Más allá de la masacre neuronal que pueden ocasionar estos dispositivos —que ya es preocupante—, Fernández habla, además, de un doble factor negativo que tienen las pantallas en los pequeños:
Proporciona una hiperestimulación de las áreas de recompensa. Acostumbra al niño a tener esa alta intensidad de estímulos y lo vuelve demandante de más estímulos de este tipo. Además hace que los padres no hablen con sus hijos.
“Nos encontramos con niños de ocho y diez meses que van en su carrito con una tablet puesta, sin hablar ni interactuar con nadie. Y cuando le dices a los padres que tienen que quitársela porque tiene un retraso madurativo, te saltan con que, entonces, ellos qué hacen para vivir”.
Las pantallas matan las neuronas del bebé, lo evaden de la realidad y evitan que los padres hablen con sus hijos.
Para que un niño aprenda a hablar correctamente, el director del INANP detalla que se trata de un aprendizaje basado en prueba y error. En aprender y repetir. Todo ello con el objetivo de crear en el cerebro del niño circuitos y redes neuronales que le permitan hablar en un futuro de manera automática, sin esfuerzo.
“Esto es como aprender a conducir. Primero aprendes y luego, cuando ya lo haces una y otra vez, lo haces automáticamente, sin pensar”, ejemplifica.
No obstante, si no se estimula el lenguaje, a medida que pasa el tiempo, se deteriora la capacidad de aprendizaje del niño, poniéndoselo cada vez más difícil.
Ante esto, Fernández recuerda e insiste en la importancia de hablarles a los niños y quitarles las pantallas.
De bisílabos a utilizar verbos
Cuando el niño cumple los 18 meses, el volumen de palabras empieza a ser más grande. En este aspecto, el neuropediatra opina que, aunque existan tablas que especifiquen la cantidad que deberían aprender a esa edad, tampoco hace falta obsesionarse con el número exacto de palabras que han aprendido hasta el momento.
Una vez que llegan los tres años, entran en juego los verbos. “Los utilizarán mal o puede que les cueste articularlos, pero lo importante es que los utilice”, recalca el experto.
Factores de riesgo para un retraso en el lenguaje
Hay que tener en cuenta que, para que el desarrollo del lenguaje se vea alterado, entran en juego diversos factores. No es un 'ítem' independiente del resto del proceso madurativo del bebé. Es más, cuando un elemento de este proceso falla, en lo primero que se refleja es en el lenguaje.
Uno de los factores de riesgo más recurrentes, además del entorno del niño, es la predisposición genética.
Por ende, el neuropediatra puntualiza que existen trastornos del desarrollo con una base genética común y que pueden alterar este desarrollo:
- Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
- Trastorno del Espectro Autismo (TEA).
- Trastornos de la comunicación y el lenguaje.
- Trastornos del movimiento, como las estereotipias (movimientos repetitivos, generalmente coordinados y rítmicos, que se realizan siempre de la misma manera, sin un objetivo concreto).
- Trastornos del aprendizaje. Se da en las lecturas, la escritura y el cálculo.
- Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA).
- Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).
- Alteraciones del déficit intelectual.
“Cuando un niño llega a la consulta y te dicen que no ha empezado a hablar, una de las primeras cosas que hay que preguntarles es a qué edad empezaron a hablar los padres. Sobre todo, el padre, que es el que aporta, en ese sentido, más carga genética”, indica Fernández.
¿Cómo sé si mi hijo llegará a hablar o no?
Para tener claro si un niño va a hablar o no lo primero que tenemos que tener en cuenta dos aspectos:
- Si tiene un mínimo de capacidad de comprensión.
- Si tiene un mínimo de capacidad comunicativa.
Por ejemplo, si el niño no habla, pero comprende todo lo que se le dice y se comunica de otra manera con sus padres —como señalando o haciendo sonidos—, Fernández asegura que ese niño hablará, salvo que sea mudo.
En estas ocasiones, el experto neuropediatra señala que hay que llevarlo de todas formas ante un profesional de Atención Temprana para seguir estimulando su desarrollo.
“Y antes de plantearse llevarlo a un logopeda hay que plantearse la estimulación cognitiva, el desarrollo psicomotor, psicología, etcétera. Porque no te sirve de nada querer estimular el proceso del lenguaje cuando el niño todavía no tiene la capacidad adecuada de comprensión o de comunicación”, opina.
¿Por qué a unos les cuesta más que a otros?
El área del lenguaje está localizada fundamentalmente en el hemisferio cerebral izquierdo, la parte que controla el lado derecho del cuerpo. Por ello, la mayor parte de la población es diestra a la hora de escribir y gesticular durante el habla.
“Cuando tenemos una idea o un pensamiento a nivel de expresión verbal, cognitivo, primero se desarrolla a nivel cerebral y después se expresa. Esto va acompañado, además, de gesticulación y movimientos de la mano derecha”, relata el experto.
Para tener claro si un niño va a hablar tenemos que tener en cuenta la capacidad comunicativa y la de comprensión.
Sin embargo, los zurdos lo tienen más complicado a la hora de desarrollar el lenguaje por esta razón, puesto que tienen conexiones hemisféricas dobles.
Esto quiere decir que tienen dos áreas del lenguaje, una en el hemisferio derecho (que suele estar más desarrollado) y otra en el izquierdo. Una estructura cerebral más compleja, que lleva más tiempo de desarrollar y, por ende, tardan más en hablar.
Los niños zurdos pueden ser ambidiestros.
Aun así, esta ambivalencia hace que los pequeños puedan manejar ambas partes de su cuerpo con soltura.
“Manipulan el lápiz con la izquierda, pero luego para jugar al balón utilizan la derecha... Suelen ser ambidiestros, a no ser que sea un zurdo muy cerrado”.
Dentro de este grupo, puede también existir una alteración en la lectoescritura que se asocia con la escritura espejo.
“Estos niños pueden escribir al revés sin darse cuenta y leerlo sin ningún problema. Tienen muchos circuitos cerebrales, muy amplios, que no están perfectamente definidos, por lo que también son muy difusos a la hora de expresarse y recibir información”.
“Antes no hablaba y, ahora, no calla”
Para tranquilizar a aquellos padres que ven que sus hijos no cumplen con los plazos previstos para empezar a hablar, Fernández pone su propia experiencia como ejemplo.
“Mi hijo hasta los 23 meses no articulaba palabra. Te hacia saber lo que quería, pero no hablaba. Gracias al esfuerzo y el empeño que le pusimos, estimulándolo, empezó a hablar. Ahora la cosa es quién lo calla”, rememora entre carcajadas.
Por ello, lo más importante para este neuropediatra es que los padres pasen tiempo de calidad con sus hijos y que les hablen.
Los bebés zurdos pueden tardar más en hablar puesto que tienen conexiones hemisféricas dobles y más complejas.
En el caso de las pantallas, Fernández apunta a que el niño puede ver la televisión, por ejemplo, siempre y cuando no esté solo.
“Se trata de que el niño no se autoabastezca y se autoestimule. Que piense que no está viendo la televisión, sino que está haciendo una actividad con sus padres y que esa actividad es la televisión. Y, durante ese tiempo, que los padres interactúen con él”. Fernández insiste en este aspecto ya que, en su consulta, son cada vez más los niños que no tienen la necesaria interacción con el mundo real, afectándoles gravemente a su desarrollo madurativo.