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¿Dónde se habla mejor el español: en España o en América?

28/10/2021
Miguel Frías

Lola Pons Rodríguez, autora de “El árbol de la lengua”

La filóloga española Lola Pons Rodríguez publicó 'El árbol de la lengua', un libro a contramano de cualquier idea de supremacía lingüística. En esta obra, que acaba de ser publicada en la Argentina, Lola Pons Rodríguez, filóloga española, catedrática de la Universidad de Sevilla, desarrolla ideas lingüísticas a partir de conceptos claros y contundentes.

Sólo a modo de ejemplos: que la lengua que no cambie irá al cementerio, que la idea de pureza lingüística es tan peligrosa como la de pureza racial, que el cuidado lingüístico no es necesariamente conservador ni la creatividad lingüística progresista.

Conversamos con ella, intercambiando español andaluz con español rioplatense, en un ida y vuelta telefónico: Sevilla-Buenos Aires.

-Tu libro combina amenidad con erudición, humor con rigor. ¿Cómo es considerada la divulgación lingüística en el ámbito académico?

-Mi pretensión es transferir conocimientos sin evitar ser quien soy. Eso ha despertado, en el ámbito académico, tanto comprensión como incomprensión. Hay una conciencia cada vez más creciente de que la universidad, sobre todo la pública, debe acercarse al resto de la sociedad. Pero no voy a negar que una parte de ese ámbito considera a lo accesible como trivial. Confunde el modo con el contenido. Una no puede gustarle a todos, ¿verdad?

-En El árbol de la lengua sostenés que todos hablamos un dialecto, y que algunos dialectos, como el andaluz, el tuyo, son blanco de prejuicios.

-Todos hablamos dialectos porque lo que llamamos lengua estándar, que existe dentro del español europeo y americano, no es la lengua materna de nadie. Esto no supone rechazarla en determinados ámbitos. Pero, en nuestra vida cotidiana, todos utilizamos palabras de un determinado ámbito geográfico, restringidas, propias de un dialecto. A veces, eso genera reservas, como en el caso del español que hablamos en Andalucía. El andaluz suele ser representado, injustamente, como un hablante poco culto, de estrato social bajo.

El lenguaje inclusivo proviene del activismo y está basado en ideas bienintencionadas que buscan equidad o igualdad. Es un cambio propuesto desde arriba y es muy difícil que se generalice.

-¿Cómo es percibido en tu país el español americano?

-Tiene una valoración muy positiva. El acento argentino despierta mucha adhesión. Se lo percibe como muy agradable e incluso muy seductor: es un tópico, claro, pero positivo. Si has estado en España, te lo habrán dicho. En general, la sensación de los españoles es que en América se habla mejor, que allá tienen mayor capacidad para expresarse, para estructurar una conversación, incluso en el caso de los niños. Se trata de otro tópico, porque se habla bien y mal en todas las regiones hispanohablantes. Quienes lo hablamos bien o mal somos hablantes concretos, con nombre y apellido.

-¿Cómo se da el conservadurismo o el progresismo en la lengua?

-Creo que todos somos conservadores en la lengua escrita. En el ámbito ortográfico, si nos han enseñado a escribir una palabra con tilde, nos cuesta mucho cambiar. Quitarle la tilde a solo ha sido un decisión filológicamente coherente, pero la gente no quiere perder esa costumbre (ver el primer párrafo de esta nota, a modo de ejemplo de conservadurismo). En cuanto al léxico, el vocabulario, tendemos a ser más innovadores. Ocurre en el lenguaje juvenil de todas las épocas. Lo noto ahora mismo en mis estudiantes: innovan a través de palabras que, en su gran mayoría, van a perderse pasado mañana. Digamos que a ese Jano bifronte lo tenemos constantemente.

-¿Qué opinás del lenguaje inclusivo?

-Proviene del ámbito del activismo, y está basado en ideas bienintencionadas que buscan equidad o igualdad. Pero es un cambio propuesto desde arriba y es muy difícil que se generalice socialmente, porque a veces es complejo utilizarlo. En cambio, creo que existen palabras concretas, específicas, que se han generalizado e instalado en los últimos años a partir del avance de lo femenino, porque hay un consenso social que lo abraza. La lengua es un consenso social: la innovación no significa nada si no se difunde.

-En un capítulo te referís a la gran variedad de palabras usadas hoy para mencionar la homosexualidad. Hasta no hace tanto se lo hacía a través de términos agraviantes.

-Esa diversidad de palabras es una preciosa muestra de cómo los cambios sociales se reflejan en la lengua, que no existe fuera de nosotros. En este trabajo menciono la homosexualidad femenina. Antes, las formas de llamar a las lesbianas eran directamente insultantes y muy escasas. Hoy eso ha cambiado; es bonito que se haya modificado esa historia, aunque también es bueno mirar atrás y no olvidar de dónde venimos.

-Muchos lingüistas cuestionan cierto lenguaje pobre utilizado en los medios y sus efectos sobre el habla.

-A la vez, los periodistas son el reflejo de lo que ocurre con el resto de los hablantes. A mí me preocupa más que el periodismo transmita de manera acrítica el lenguaje político, que puede ser muy peligroso y tender al ocultamiento. Hay un primer delito lingüístico cuando un gobernante opta por la construcción impersonal para no asumir como propia una decisión. Dice: “Se decidió subir los impuestos”. No, debería decir: “Yo he decidido subir los impuestos”. También se manipula a través de expresiones como solución habitacional para referir a un piso minúsculo.

-La Historia está plagada de ese tipo de manipulaciones. Durante la pandemia de coronavirus, hemos mencionado bastante la de gripe española, que no se originó en España.

-La marca “española” suele ser usada, fuera de España, de manera negativa. El término gripe española es una injusticia absoluta, porque la pandemia de gripe de 1918 no se originó en España ni fue peor en España que en otros lugares. Los periódicos de los países que combatían en la Primera Guerra evitaban hablar de esa pandemia en sus territorios para que los enemigos no pensaran que los debilitaba. Es lo que ahora conocemos como fake news: llamaron gripe española a lo que era una pandemia de gripe a secas.

-Para ir más atrás y dar ejemplos del siglo XIX: en la Argentina aún hablamos de la Campaña al desierto y la Conquista del desierto. El supuesto desierto incluía tierras fértiles y valiosas, habitadas por pueblos aborígenes que fueron masacrados.

-Es lo que hablábamos antes. Un gobierno puede modificar la forma de llamar algo, pretendiendo disfrazar, neutralizar, borrar la realidad. Ante eso, los medios deberían desarrollar un espíritu crítico. Es el reto educativo en el siglo XXI: el problema ya no es alfabetizarnos, sino alfabetizarnos críticamente, tomando en cuenta las construcciones y perspectivas de vencedores y vencidos. En España, Italia y otras regiones que fueron parte del Imperio romano hablamos de las invasiones de los germanos, pero a los niños alemanes se les habla de migración, no de invasión.

-¿El uso de anglicismos es otro modo de manipular el lenguaje?

-Las palabras que vienen del inglés resultan prestigiosas para los hispanohablantes, que las prefieren antes que a las vernáculas. Todas las lenguas se han nutrido de otras; el español, del francés y del árabe, en la Edad Media; y del italiano, en el siglo XVI. Algunos anglicismos no son usados de un modo inocente. Si yo digo acoso laboral, me remito a la tradición de una palabra del ámbito animal, en el sentido de que supone hostigar a alguien, aterrorizarlo como a un res en un corral. La palabra bullying produce un efecto aséptico sobre algo que es humanamente insoportable. En los debates sobre legislación laboral europea estuvo de moda hablar de minijob, que suena más bonito que trabajo precario, lo que en la práctica es horrible.

Características del español rioplatense

-¿Qué peculiaridad encontrás en el español rioplatense, al que confundimos –sobre todo los porteños– con el modo de hablar argentino?

-Es interesantísima la influencia de la inmigración italiana a partir de fines del siglo XIX: configuró al español rioplatense de una manera distinta. Para los investigadores españoles es un tema muy seductor: desde el lunfardo hasta las palabras que no usamos en el español europeo: valija por maleta, laburo por trabajo. Esa influencia de lo italiano, como te dije, se dio en Europa en el siglo XVI, por la admiración que suscitaba Italia en el renacimiento. Es bonito que esa ola se haya renovado a fines del siglo XIX y comienzos del XX en América.

-¿Por qué afirmás que la búsqueda de la pureza lingüística es tan peligrosa como la de la pureza racial?

-La idea de pureza lingüística fue utilizada por el nacionalismo del siglo XIX en combinación con otros conceptos que hoy nos parecen inadmisibles, como el de la pureza racial. No existen lenguas puras, todas las lenguas son el resultado de mezclas, de variaciones; nadie habla igual que su padre ni que su abuelo. Si siguiésemos hablando igual que nuestros ancestros, hablaríamos latín, o ni siquiera: indoeuropeo.

-Acá se suele pensar que el español más puro se habla en España.

Es una idealización pretender que allá donde está el origen de la lengua está la realidad de la lengua. No es así. La lengua existe dentro de nosotros, no existe a partir de un modelo ideal creado en el siglo XI en Castilla. Pero es muy común incurrir en esa idea, también ocurre en el caso del inglés. La lengua existe siempre en el ahora, en este diálogo que mantenemos tú y yo, sucede.

-¿Qué es hablar correctamente, qué parámetro tomar para juzgarlo?

-Es adaptarse a las situaciones: utilizar una lengua formal o informal, o utilizar riqueza de vocabulario, según lo que la ocasión determine. Hay gente que sabe hacerlo en la Argentina, España, Paraguay, Cuba, y gente que no sabe, en esos países. Ningún lugar es representante de la pureza linguística. El que saque esa bandera se equivoca por completo.