¿Está bien traducido “Llamadme Ismael”, al principio de ‘Moby Dick’?
Herman Melville, el autor de Moby Dick
Los comienzos de algunas novelas son una declaración de intenciones. Algunos son casi tan célebres como el título de la obra. El arranque del Quijote , por ejemplo, se usa a diestro y siniestro, y a menudo se parafrasea con otros propósitos. A buen seguro que el lector ha leído artículos periodísticos, tanto del mundo de la cultura, como de la política o del deporte, con un comienzo que emula el del Quijote .
Otros comienzos famosos son el de Els sots feréstecs, de Raimon Casellas (“A on reïra de bet deuen haver anat a raure els ossos corcats d’aquell jaio del dimoni?”) o el de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez (“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”).
Hay quien dice que una novela que no tiene una buena primera frase ya no es buena. Es decir mucho, porque hay libros que empiezan con frases anodinas y, en cambio, son verdaderos monumentos de la literatura. Y siempre se puede recurrir a aquella primera frase incoherente, que ya forma parte de la leyenda sin que nadie se acabe de poner acuerdo sobre su autoría: “Era de noche y sin embargo llovía”. Incluso se ha usado en las tiras de Snoopy en castellano, cuando al perro de Charlie Brown le cogen ínfulas de literato, con la máquina de escribir sobre la caseta.
Sobre el comienzo de Moby Dick, la novela de Herman Melville que narra las célebres aventuras del capitán Ahab con la ballena que le había arrancado una pierna, los traductores no se acaban de poner de acuerdo. El original inglés reza “Call me Ishmael”, y parece que “Llamadme Ismael” es la traducción directa.
Disparidad de criterios
Algunos traductores han propuesto frases como “Pongamos que me llamo Ismael” o “Me podéis llamar Ismael”
Pero en inglés, cuando alguien da el nombre, no dice “call me”, sino “my name is Ishmael” o “I am Ishmael”. Por ello algunos traductores van un poco más allá y han propuesto frases como “Pongamos que me llamo Ismael” o “Me podéis llamar Ismael”, dando a entender que ese no es su verdadero nombre.
Hace unos años saltó la polémica cuando el escritor argentino César Aira afirmó que había que traducir esa frase por “Podéis tutearme”. Lo recordaba el traductor y escritor Javier Calvo, autor del ensayo El fantasma en el libro: la vida en un mundo de traducciones (Seix Barral, 2016). Aira, también traductor, defiende esa opción porque, efectivamente, mientras que en nuestra lengua pedimos que nos traten de tú, en inglés, que no tiene el tuteo, lo resuelven pidiendo que los llamen por su nombre de pila, y no por el apellido precedido del tratamiento de señora o señor.
Claro está que, con esta opción, se pierde la referencia al nombre de quien se dispone a explicar la historia del capitán Ahab, Ismael. Y no es cuestión menor. En todo caso, se hace difícil cambiar un comienzo tan conocido y arraigado en nuestra cultura, aunque no sea fiel al ciento por ciento al original.