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¿Latín...qué?

22/11/2018
Por Concepción de León

La paradoja de trabajar en los medios es que, aunque tu mente se expande, tu mundo también se encoge un poco. Por mi trabajo, leo muchas noticias, después visito Twitter para leer lo que piensa la gente al respecto y más tarde escucho podcasts, ya saben, para tener el panorama completo. Claro que es demasiado.

Sin embargo, aunque no cabe duda de que mi entendimiento de temas como las relaciones exteriores, la economía y los impuestos del presidente, por mencionar solo algunos, ha ido de cero a por lo menos 80 en los últimos años, esa sobreexposición también ha distorsionado mi percepción de lo que saben “todos”.

Afortunadamente, nuestros lectores suelen leernos con suma atención. En mi última columna, por ejemplo, usé la palabra “latinx” como un término más amplio para la comunidad latina, lo cual confundió a muchas personas.

¿Latin qué?

“Latinx”, un término más feminista e inclusivo que también considera a las personas transgénero o a quienes no se identifican con el binario de género, ha comenzado a mencionarse con más frecuencia en los últimos años. Se han creado muchas explicaciones, artículos y videos sobre por qué debe o no debe usarse.

Los campus universitarios y los activistas han adoptado la palabra de manera generalizada y, en septiembre, se incorporó en el diccionario Merriam-Webster. No obstante, muchos critican la palabra todavía y expresaron sus dudas en nuestros comentarios de Facebook.

En parte, es un asunto lingüístico: latinx simplemente no puede traducirse al español, dijeron algunos. Un usuario de Ohio escribió que, si eres hispanohablante, “el término ‘latinx’ es el equivalente a hacer ruido con mil uñas en mil pizarras”. Algunos lectores en Latinoamérica dijeron que era un anglicismo poco relevante en sus países. Otro insinuó que el término es elitista y escribió que la palabra “latinx” “excluye a todos los hispanohablantes que no son ricos ni tienen tiempo para dogmatizar la ‘opresión’ de una lengua que, por naturaleza, le asigna un género a todo”. En una encuesta muy oficial en mi página personal de Facebook, algunos amigos y familiares dijeron que jamás la habían escuchado.

Entonces ¿deberíamos usarla?

Los lingüistas tienen opiniones encontradas. Kim Potowski, un profesor de la Universidad de Illinois que se especializa en la lingüística del español, intentó emplear el lenguaje inclusivo en un libro de gramática española de próxima publicación, pero remplazar la “o” masculina a lo largo de todo el texto les resultó abrumador a ella y a Naomi L. Shin, su colaboradora.

“Llegamos a un punto en el que dijimos: ‘¿Sabes qué? No estamos listas’”, comentó. Quizá en la cuarta o en la quinta edición del libro, “incluiremos esas ‘X’”, agregó. “No hay ningún consenso entre los lingüistas”, dijo Potowski. Lourdes Torres, otra académica y profesora de Estudios Latinos en la Universidad DePaul en Chicago, argumenta que la palabra “latinx” socava las batallas que con tanto esfuerzo han librado las feministas. “En nuestro intento de ser inclusivos respecto del género, podemos argumentar que este término borra el género de las mujeres que han luchado durante mucho tiempo para que no solo se use la palabra “latino”, sino también “latina”, con el fin de asegurarse de que las mujeres también sean representadas”.

Sin embargo, muchos están de acuerdo con que la lengua evoluciona. “Conforme cambian los factores sociales, a veces la lengua también debe cambiar”, dijo Torres. “Los hablantes de la lengua son quienes determinan cómo se utiliza”. Ella y Potowski pusieron el ejemplo de palabras como “presidenta” o “jefa”; ninguna existía hasta que las mujeres entraron a la fuerza de trabajo y llegaron a esos puestos.

Ed Morales, un profesor de la Universidad de Columbia que escribió el libro Latinx: The New Force in American Politics and Culture, está de acuerdo. En una conversación reciente dijo que “la X, que es tan extraña y no es tan hispana, de alguna forma marca esta nueva idea híbrida”. De manera similar, el título de su libro tenía como propósito ser vanguardista. “Creí que era un término futurista con el que se imaginaba un futuro más incluyente para las personas que no se ajustan a los muchos tipos de identidades rígidas que existen en Estados Unidos”, señaló.

Aun así, el árbitro del español es la Real Academia Española. Este organismo decide qué palabras entran al diccionario, y no son fanáticos del spanglish ni de las palabras en español que se originan en Estados Unidos. En 2012 agregaron la definición de “estadounidismo”. Al principio, dijo Torres, la palabra se categorizó como una “deformación del español”. Los lingüistas tuvieron que ejercer presión para que cambiaran la definición oficial.

Las jerarquías dialectales no son nada nuevo. Los dominicanos y los puertorriqueños, por ejemplo, son criticados por no pronunciar el final de las palabras o por usar una jerga creativa. Es significativo que la Real Academia reconociera el español estadounidense en sus páginas, pero ¿por qué se percibe generalmente como un dialecto menos válido que los que se hablan en otros países? Porque el español estadounidense es de los jóvenes

Muchos estadounidenses jóvenes y latinos creen que el dominio oficial que ejerce España en el territorio lingüístico borra nuestras raíces africanas e indígenas a favor de los valores europeos. Algunos han argumentado que “latinx” es, en parte, una insinuación de la flexibilidad de género que existía entre los nativos antes de la colonización. El español es el segundo idioma más hablado en Estados Unidos, y muchos adultos hispanos creen que es importante que las próximas generaciones mantengan viva la lengua en este país. Sin embargo, será inevitable que haya nuevas palabras que mezclen el español y el inglés.

Tanto Morales como Torres dijeron que los círculos feministas y queer en Latinoamérica están experimentando con sus propios términos. “No estamos creando este cambio en Latinoamérica”, comentó Torres. “Reconocen que su lengua, como todas las demás, es sexista. Todos los idiomas son sexistas porque vivimos en un patriarcado en todas partes”. El valor de la X es que “fomenta el diálogo acerca de a quién estamos incluyendo y a quién estamos excluyendo de nuestras comunidades”, agregó. No obstante, eso no significa que todos deban usarla. “Si se lo preguntas a mi papá o a mi tía, dirán que es otra tontería académica o política”, dijo Torres. “Definitivamente pertenece a un entorno en específico”.

Aun así, comentó, aunque no siempre se entiendan los términos, es importante ser “inclusivos respecto de todas esas identidades que han tenido menos visibilidad en nuestras conversaciones, en nuestros libros, en nuestras películas”. Si lo logramos, dijo, “sería algo muy poderoso”.