Si se fue para España y terminó diciendo coche, vuestro y estáis, y volvió incluso a casa arrastrando las eses más de lo normal, no se preocupe: se le pegó el acento. Nada raro, y no es que esté siendo chicanero.
Diana Muñoz Builes, candidata a doctora en Lingüística de la Pontificia Universidad Católica de Chile, explica que cada vez que hablamos, a través de la voz se revelan una serie de características que nos identifican con determinado grupo de hablantes. Por eso, aunque no lo parezca, hay diferencias entre ese costeño de un cubano, de un boricua o de un barranquillero.
El acento es un tema heredado del lugar en el que se nace o se crece. “Sin embargo, va a tener modificaciones, leves o más profundas, dependiendo de las interacciones sociales que se tengan”, cuenta Muñoz.
Un reciente estudio de Morgan Sonderegger (Universidad McGill), Max Bane (U. de Chicago) y Peter Graff (U. de Viena) exploró hasta qué punto los acentos de las personas pueden cambiar con el tiempo como resultado de su entorno.
El análisis mostró que el cambio a mediano plazo es omnipresente, general, mientras que el de largo plazo, que incluye semanas y meses, ocurre en una minoría de casos. “Los resultados, junto con estudios previos, muestran que la dinámica se modifica con el tiempo en cada caso”.
Colombia es un país con gran diversidad lingüística, no solo se habla español, también 64 lenguas indígenas, dos criollas (creole y palenquero), romaní, hablada por el pueblo gitano, y la de señas.
Además hay dos superdialectos, costeño y andino, de los que se desprenden otros subdialectos.
Que unos se peguen más que otros, cuenta Muñoz, se debe a razones lingüísticas y criterios sociales, políticos, económicos y culturales, y uno muy importante, el reconocimiento.
“En Colombia, la variedad de habla de Medellín y Bogotá parecen ser las que tienen mayor prestigio entre los hablantes y podría decirse que son más ‘pegajosas’.
Sin embargo, eso depende de las construcciones culturales sobre las regiones que tiene cada hablante”.
Para un paisa es complejo que termine hablando de otra manera. No es sino escuchar a Juanes o Rigoberto Urán con sus acentos marcados, viviendo fuera del país y hasta hablando otros idiomas, sin perder su paisa de pura cepa.
Muñoz explica que el habla de Antioquia es un dialecto muy cerrado, en comparación con otros, “por lo que podría decirse que se conserva más”, y ahí vuelve y juega el tema del prestigio: “El imaginario que se tiene de este contribuye a que se conserve, aún en el contacto con otros”.
A Shakira le pasó. Cuando estuvo de novia de Antonio de la Rúa terminó hablando porteño, y ahora que está con Piqué, español. Es muy normal, según los académicos. No significa que no quiera a su tierra ni que haya olvidado ser colombiana.
“Ella ha cambiado su habla precisamente con dos de los dialectos que son más valorados en el mundo hispanohablante, el rioplatense y el español. Es algo que se llama convergencia fonética, una modificación de acento para adaptarnos a determinado grupo”. Ese cambio se da por la condición de empatía con esos acentos.
En el estudio presentado por Linguistic Society se concluyó que hay evidencia de esa convergencia entre dos personas con el fin de estrechar lazos sociales.
“De esta manera, mientras haya una admiración, consciente o inconsciente por un determinado dialecto, fácilmente este puede influir en nuestra habla”, concluye Muñoz.
Así que si se le pegan muy fácil los acentos, no se estrese. Además de tener un buen oído, se enamoró de cómo suena.