Álex Grijelmo: la Academia cambió de actitud
Por Irene Benito, La GacetaA veces parece que las dificultades colectivas sólo dejan dos opciones: la indiferencia o el escepticismo. En este clima de desaliento, Alex Grijelmo, periodista y escritor español, sobresale por su militancia creativa en la lucha que él mismo ha bautizado como «defensa apasionada del idioma español». Grijelmo, de 52 años, vive para denunciar las enfermedades que aquejan a la lengua y para proponer bálsamos léxicos y efectivas terapias gramaticales. Grijelmo enuncia soluciones como si esta fuese la única actitud válida frente a los innumerables retos que el presente plantea a la lengua que comparten 450 millones de hablantes.«Hay que dejar de lado la creencia de que los que tenemos cierto interés por el idioma somos unos gruñones que nos enojamos por las cosas que leemos y escuchamos. No me irrito porque alguien use mal una palabra ni tampoco voy por la vida corrigiendo a la gente. Simplemente me formo un criterio cuando una persona habla mal y otro, cuando habla bien. Insisto en que esto se parece bastante a la ropa», postula Grijelmo.El escritor confiesa: «me da tristeza la falta de cuidado del idioma, que se revela, por ejemplo, en la importación de anglicismos innecesarios sólo porque dan sensación de prestigio. Me da pena porque muchas veces estas son palabras depredadoras que arrasan con todos los matices de las palabras que hay alrededor».Entre los numerosos fenómenos que conspiran contra la salud del español, al autor de La gramática descomplicada le preocupa especialmente el avance del inglés, especialmente entre los grupos de mayor poder socioeconómico.Grijelmo asevera que los hispanohablantes sufren un complejo de inferioridad que se manifiesta en la proliferación de anglicismos. Ejemplifica: «este complejo está claro en las compañías de transporte aéreo: la clase ‘business’ implica viajar bien y la ‘turista’, mal. Es decir, el buen viaje tiene un adjetivo del inglés y el malo, uno del español. Sentirse superior al otro no significa que uno lo sea realmente. Pero en el momento en que uno se siente inferior, automáticamente lo es». Al ser consultado sobre por qué es necesario combatir este complejo, Grijelmo asegura: «porque está vinculado a la idea de que la cultura de los hispanohablantes es inferior a la de los anglosajones».Discípulo de Fernando Lázaro Carreter (el lingüista que modernizó la Real Academia Española –RAE-), Grijelmo está convencido de que un discurso sencillo es la herramienta apropiada para sensibilizar a los usuarios de la lengua sobre la necesidad de cuidarla y de cultivarla. Con esa pretensión de hacer algo simple de lo complejo, su prédica a menudo recurre al «genio del idioma» (precisamente este es el título de una obra que publicó en 2004).«Ese genio es la suma de las inteligencias de las personas que hablan y que han hablado el idioma español en todos los siglos. Es una metáfora que hace referencia al alma de la lengua castellana», describe.Grijelmo asegura a LA GACETA que todos los hablantes son herederos de este genio que decide sobre la evolución de la lengua como si fuese una persona mágica. De acuerdo con su tesis, él es el responsable de que un hablante intuya con cierta precisión el significado de una palabra que desconoce o de que pueda crear palabras para denominar nuevas realidades.Parecida al vestidoCon el mismo criterio de la sencillez, Grijelmo advierte que la lengua se parece al vestido. Explica: «el aspecto externo de una persona dice mucho sobre ella de igual modo que el idioma presenta el aspecto interno. Las palabras hablan de las ideas que un individuo tiene como la blusa y la pollera de su gusto estético y de su higiene».-¿Siguen importando las formas?- Lo que se dice guarda mucha relación con cómo se dice. Si uno dispone de un léxico muy reducido, tendrá también unas ideas muy reducidas. Sólo se puede pensar con palabras; si hay pocas, habrá pocos pensamientos, y poca capacidad de argumentar y de convencer. En la lengua no hay casi diferencia entre el fondo y la forma.Cambio de actitudLa defensa apasionada del español llevó a Grijelmo a cuestionar la labor iberocéntrica de la RAE, la institución más comprometida con la limpieza, el brillo y el esplendor de una lengua que tiene estatus oficial en una treintena de países. Sin embargo, Grijelmo reconoce que la Academia cambió de actitud: «en el pasado, la RAE era muy española y eso se notaba mucho en el diccionario. Pero las últimas obras fueron elaboradas con la colaboración de las academias americanas. Todas han hecho aportaciones. ¡Por fin hay españolismos en un diccionario que antes solamente traía bolivianismos, chilenismos y argentinismos!».El escritor apunta que esta actitud daba a entender que la norma era el español de España. Reflexiona: «la Academia comprendió algo que también entiendo yo y que fue expresado por el escritor mexicano Antonio Alatorre: el español es la suma de todas las maneras de hablarlo».