“¡Échate esta talla!”: Formas de “echarla buena” en el español de Cuba
Todos los idiomas tienen términos que destacan por su versatilidad. En ello puede influir la amplitud semántica (que en lingüística se refiere a la posibilidad de cubrir un gran espectro de significaciones). También las posibles combinaciones que surgen de la asociación de esos términos con otras palabras. En Apuntes sobre Lengüística nos hemos referido a algunos de esos casos. Hoy presentamos otro muy usado por los cubanos: el verbo “echar”.
El Diccionario de la Lengua Española (DLE) recoge numerosas acepciones para esta forma. Algunas solemos usarlas en la isla. No obstante, a continuación, recordamos los principales usos de “echar” entre nosotros. Además, los olvidos o significaciones en desuso. Respecto a los últimos, por ejemplo, sorprende la casi inexistencia entre los cubanos de la expresión “me echaron del trabajo” o “me echaron” simplemente, en el sentido de ser expulsado de un lugar. También es infrecuente por acá la expresión “echar de menos”, cuando extrañamos a alguien o sentimos nostalgia por algo.
Echar es verbo de acción por excelencia, indica algo a lo cual se entrega uno de inmediato. De ahí que para adentrarse en los sentidos del “echar” entre cubanos, sea necesario desentrañar qué palabra o forma sintáctica completa la expresión, a fin de comprender el sentido final de la frase.
Pongamos por caso la frase “echarse un buque”, donde la norma isleña ayuda a comprender que “buque” se refiere a un plato desmesurado de comida. Aquí “echarse” es acción genérica que sustituye a “comer”, introducirse algo comestible en la boca.
Sin embargo, si decimos “se echó un pe’o”, ese “echar” se relaciona con lanzar, expulsar, etcétera.
Asimismo, hay sentidos del “echar” que denotan algo que se posee desde hace poco tiempo, que se ha adquirido, de forma física o abstracta: “echarse ropa nueva”, “echarse tremendos zapatos”, “echarse un carro”, “echarse novio o novia”, “echarse un yuma”… En el último caso, como en “echarse” a alguien, también puede existir una connotación sexual, en el sentido de haber tenido relaciones íntimas: “se echó a Fulanita”, “se lo echó en un alquiler”, etcétera. Esa connotación ya estaba presente en una frase que Moreno Fraginals sitúa en la antigua plantación esclavista: “echar un palo”, que es muy popular en Cuba, incluso con versión en diminutivo de cariño (“echar un palito”).
Echar puede marcar también deterioro o fracaso en “se me echó a perder” la fruta, el pan, lo que estaba haciendo, etc. También una persona puede estar “echada a perder” en diversos grados. Si se dice de un niño, significa, en broma, su atrevimiento u osadía. En un adulto puede señalar la falta de buen propósito en la vida. Puede hacer referencia además a un estado general de cosas: “no sé en qué momento esto se echó a perder”.
Muchas formas del verbo echar están marcadas por aquello que lo acompaña, sobre todo en las variantes con sustantivos: “echar un pasillo” (bailar), “echar un pestañazo” o “una pesca” (dormir un rato), “echarse un rifle” o “un litro” (beber una botella de ron), “echarse unas frías” o “unos laguers” (beber cerveza), “echarse un pela’o” (hacerse un corte de pelo), “echar una muela” o “una labia” (hablar, conversar), “echar un pie”, “un patín” o “una carrera” (correr, huir, competir corriendo), “echar una descarga” (regañar), “echar un gaznatón” (golpear en la cara), “echar brujería” (hacerle mal a alguien), “echar bala” o “pila” (enamorar), “echar un looking” (observar, vigilar algo o a alguien), “echar una cojonera” (protestar airadamente,
Pero no solo los usos con sustantivos enriquecen el campo de significaciones de “echar”. Prácticamente todo le resulta útil a este vocablo para proponernos sentidos específicos. “Echar pa’lante” es traicionar, delatar; sin embargo, ser “echa’íto p’alante” es signo de arrojo y valentía, de temeridad. “Echar pelos” marca momento de madurez del individuo, como mismo “echar culo” o tetas o barriga, marca diferentes etapas o procesos naturales y sociales de la existencia de un individuo.
A quien le llaman la atención con abundantes razones, o le intentan convencer con un gran despliegue retórico, se dice que le “echaron tremendo discurso” o que le “echaron peste”.
Si queremos abandonar un lugar, decimos “voy echando”. A quien queremos evitarle un mal rato o situación incómoda: “vete echando”. “Echarse a alguien en el bolsillo” es ganarse su confianza y su aprecio.
Se echa también lo que se disfruta: “me eché tremenda película”; o lo que se padece: “me eché la cola completa”. Lo que resulta molesto, tedioso, o no se le da importancia, pues se “echa a mierda”. O se “echa a bonche”. Quien se “echa (algo) encima” carga con un peso o responsabilidad.
Echar puede preguntar por el origen de algo: “¿dónde te echaste esas gafas?”, o celebrar su calidad o belleza: “esa camisa está echando humo”. Igualmente puede establecer una relación de medida respecto al tiempo: “¿qué edad tú me echas?”, “le echaron 15 años” (en prisión).
“Echar con la cara” es holgazanear, mentir o incumplir un deber; sin embargo “echar en cara” es exponer una razón que se asume como causa directa de un problema. Se puede “echar a andar” algo que se creía obsoleto o roto para siempre. Y si se está muy molesto se puede salir de un lugar “echando chispas” o decir de esa persona que “si la pinchan no echa sangre”.
A la persona que nos molesta o a quien queremos perjudicar le “echamos con el rayo” y si nos enteramos de que alguien tiene ahorros guardados pues le preguntamos dónde tiene “la guanaja echá”. Echar es realizar algo (“voy a echarla buena”, “fresca”, “en estéreo”), advertencia (“échate pa’ allá”), convite (“echa pa’ acá”), capacidad para sorprender (“échate esta talla”)… Por ser, ya echar es entre nosotros hasta interjección y fórmula de sorpresa o saludo. ¿Quién no usa hoy en día un “¡echa!” o un “¡échale!” cuando aparece inesperadamente un amigo o recibe una buena noticia?
Tan intenso ha sido el crecimiento de “echar” en términos de uso que podemos presumir casos de polisemia sintáctica como el que atestigua la frase “se lo echaron”. Puede significar que mataron a alguien (“se lo echaron por dinero”, “se lo echaron al pico”), pero también ser vencido en una competencia (“se lo echaron en la última vuelta”), o ser despedido de un trabajo (“se lo echaron en la pincha”).
Por último, me intriga la derivación nuestra que termina en la frase “estar hecho”. Ese “hecho” se derivaría lógicamente de hacer, cuya forma de participio expresa cosa completa y realizada. No obstante, si nos remitimos a la clásica frase en latín Alea jacta est (“La suerte está echada”), también tendríamos un “echo” que remite a suerte materializada, fijada en su desarrollo y horizonte de posibilidades.
Siguiendo esa línea, se podría defender la escritura de ese “estar echo” sin H, y mejor aún, validar la autenticidad y belleza de un término que ya es patrimonio del español de Cuba: “echongo”. Pero una h de más o de menos no hará la diferencia. Usted siga leyendo estos Apuntes sobre Lengüística para “echarla como é’”.