“El 7% de la población infantil presenta un trastorno del desarrollo del lenguaje”
Se estima que el 7% de la población infantil presenta un trastorno del desarrollo del lenguaje (TDL). “En un aula de 30 chicos, entre 2 y 3 tienen este trastorno, que es más común que el autismo y que cualquier otra dificultad del desarrollo”, cuenta la Dra. Verónica Maggio, directora de la Diplomatura en Trastornos del Lenguaje Infantil de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, de Argentina.
Tomar conciencia de esta condición es el primer paso para detectarla a tiempo y poder intervenir antes de que aparezcan otras complicaciones.
¿Qué es el TDL?
“El TDL es un trastorno de base neurobiológica que se manifiesta con dificultades para entender y para hablar, o solamente para hablar”, explica Maggio. La fonoaudióloga lo describe como la falta de una habilidad personal, como quien no tiene oído musical o quien no puede dibujar. “El problema es que justo afecta el lenguaje, una herramienta que necesitamos y usamos mucho para nuestro desempeño general. No poder hablar o entender repercute en muchos otros aspectos de la vida diaria, como la socialización, la conducta, la inteligencia y el aprendizaje”, indica.
Muchos niños y niñas presentan trastorno del lenguaje silencioso: como hablan bien y claro, no es tan obvia la dificultad. Pero puede que no entiendan las órdenes largas o la información abstracta, que tengan una comprensión literal o que no sepan organizar lo que quieren decir. “Les preguntás qué hicieron en el colegio y no saben por dónde empezar a contarte”, expresa la Dra. Maggio. Estos niños suelen llegar al diagnóstico más tarde, en la primaria, cuando empiezan con problemas para leer o escribir.
Otro gran grupo de niños tiene retraso del lenguaje. No tienen un trastorno del desarrollo, sino que les faltó estimulación para adquirir el lenguaje. Maggio cuenta que en el Servicio de Fonoaudiología del Hospital Universitario Austral reciben cada vez más pacientes de 2 o 3 años que no hablan. “El lenguaje depende de la estimulación y hoy sucede que los adultos tenemos menos tiempo para dedicarle al juego y a hablar con los hijos. Pero solo se aprende a hablar en situaciones de necesidad comunicativa, donde hay un ida y vuelta real con otra persona”, enfatiza.
Señala que, según hallazgos científicos, un pequeño de entre 2 y 3 años expuesto a pantallas tendría un riesgo 3.5 veces mayor de padecer un retraso del lenguaje. Si bien este problema es distinto que el TDL, un niño con trastorno del desarrollo del lenguaje que, además, está hipoestimulado, tendrá una doble dificultad.
“La detección temprana es fundamental”
Los padres suelen notar cuando sus hijos tienen un problema de comunicación. La primera recomendación de Maggio es hacerle caso a esa sospecha y consultar al pediatra lo antes posible. “Un trastorno del lenguaje que no es tratado a tiempo empieza a sumar dificultades y complejidad. Aparte, cuando todavía son chiquitos, aprenden más rápido, y tienen menos exigencias sociales y académicas”, destaca.
Con diagnóstico y plan de tratamiento en mano, el segundo paso esencial es tener continuidad con las terapias. “Hay que ser muy pacientes, seguir los lineamientos de los profesionales y saber que esto tiene una duración limitada. Las ayudas que los chicos necesitan recibir hoy no son eternas”, aclara.
La especialista explica que un tercio de los chicos con TDL se normalizan completamente, otro tercio alcanzan una normalización “funcional” que les permite hacer vida normal, y el último tercio podría tener dificultades más severas y crónicas, y necesitar más apoyos. “Los padres tienen que saber que es agobiante al principio y que puede implicar mucho esfuerzo, pero la gran mayoría de los niños van hacia una vida completamente independiente”, concluye.
Consejos para detectar un trastorno del desarrollo del lenguaje
De 1 a 2 años, observar si el niño cumple con estas pautas:
- Responde al sonido (por ejemplo, se asusta ante un timbre o una bocina fuerte).
- Responde a su nombre.
- Balbucea, hace sonidos con la boca.
- Tiene intención de comunicar algo, aunque no hable. Señala, rechaza con la cara o la mirada, lleva a la mamá de la mano para conseguir lo que quiere, etc.
Ante la ausencia de cualquiera de los puntos anteriores, consultar al pediatra.
De 2 a 3 años, consultar si el niño:
- No tiene intención para comunicarse. Por ejemplo, llora y no sabe decir qué le duele.
- No responde a órdenes sencillas: dame, tomá, vení.
- No usa al menos 50 palabras sueltas.
Presenta una regresión o estancamiento en el lenguaje. En el caso de la regresión, el niño decía varias palabras, pero a los pocos meses las perdió. El estancamiento consiste en la falta de avances.