“El lenguaje es el espejo más fiel de los cambios del hombre”
Sergio Pitol, escritor, también diplomático y traductor, concedió una entrevista en su casa de Xalapa, capital del estado mexicano de Veracruz, rodeado de dos grandes perros, “Homero” y “Lola”, que el autor de El arte de la fuga rescató de un refugio de animales.
El escritor se mueve como pez en el agua en su laberíntica vivienda. Sube y baja escaleras, camina por pasillos y recorre los rincones de un espacio poblado por 12.000 libros y objetos que le recuerdan a sus amistades, su vida de nómada y el Premio Cervantes.
Para compensar su disfasia, una patología que le causa una severa dificultad para articular palabras, pese a lo cual está “cabalmente lúcido y consciente de su voluntad y de sus actos”, según sus allegados, Pitol responde por escrito al cuestionario de Efe.
En sus respuestas detalla que “justo cuando comenzó” la enfermedad “trabajaba en una novela que llevaría por nombre El triunfo de las mujeres y que estaba ubicada en una época inmediatamente anterior al Segundo Imperio”, cuando gobernó Maximiliano de Habsburgo en México (1863-1867).
En la entrevista homenajea a grandes figuras de su generación fallecidas en los últimos meses, como Gabriel García Márquez, el argentino Juan Gelman o el mexicano José Emilio Pacheco, a quienes agradece haber legado “una obra riquísima que transformó el lenguaje de raíz”.
Férreo defensor del lenguaje, se muestra optimista sobre su futuro, pese a las dificultades actuales. “Me parece que vivimos en una época sepultada por la cantidad inverosímil de información que se mueve diariamente”, sostiene Pitol, para quien el gran reto de las futuras generaciones será “acotar, definir, crear una sintaxis para ese idioma salvaje que es la internet”.
En su opinión, el lenguaje “podrán tratar de banalizarlo, de prohibirlo, de aniquilarlo con una retórica carente toda de imaginación, pero este siempre resurgirá, se transformará a cada paso, constituyendo el espejo más fiel de los cambios del hombre”.
“Pedro Salinas escribió que el hombre hizo el lenguaje; pero que luego el lenguaje, con toda su complejidad de símbolos, contribuyó a hacer al hombre. El futuro del lenguaje está ligado a nuestro futuro como especie”, remata.
También unidos al futuro de la humanidad están la juventud y sus movimientos de protesta, que él conoce bien por las andanzas con su amigo Monsiváis en sus años mozos.
“El papel de los jóvenes siempre es determinante para cualquier época. Durante los últimos meses hemos sido testigos de su fuerza, de su poder para movilizar a una sociedad que se encuentra en un momento muy delicado”, apunta.
Más concretamente se refiere a los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos hace tres meses en el estado de Guerrero en una acción coordinada entre autoridades locales corruptas y el crimen organizado, que ha sacudido a la opinión pública nacional e internacional. Pitol califica lo sucedido como “la tragedia más grande de las últimas décadas” en México.
“Como el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) en 1994, Ayotzinapa significó el resquebrajamiento de la imagen (que se encontraba, en este caso, en la mente de nuestros políticos) de un país de reformas que avanzaba hacia el progreso, la estabilidad”, indica.
De regreso a la literatura, Pitol recuerda que todas sus obras las escribió a mano y en papel, porque siempre ha considerado que el lápiz es una extensión de su brazo y de sí mismo.
En un enorme librero en su dormitorio están todas sus obras escritas en español y traducidas al italiano, ruso, inglés, húngaro, chino, polaco y árabe. Entre ellas, El desfile del amor, Domar a la divina garza y Trilogía de la memoria son sus preferidas “por el placer” que sintió al escribirlas, confiesa Pitol, que sin embargo se muestra inconformista.
“Existen escritores que al publicar un libro lo consideran algo ya definitivo, al que no puede movérsele ni una coma” pero “ese trabajo no termina nunca”, remarca.
En rincones insospechados de su morada aparecen recuerdos de sus viajes por París, Varsovia, Budapest, Moscú, Praga, Roma, Pekín y Barcelona. Emocionado, muestra imágenes que evocan aquel año 2005, cuando recibió el Cervantes de manos del Rey Juan Carlos, posa para el fotógrafo junto a baúles de viaje y se despide afablemente desde el balcón de su vivienda.