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Cómo la agricultura dio a los humanos una forma diferente de morder y, con ella, la capacidad de pronunciar la 'f' y la 'v'

19/06/2022
Heather Wake

A este homínido le habría resultado difícil pronunciar ‘filete de vaca’

Los alimentos procesados tienen mala fama. Pero sin ella, quizá nunca hubiéramos podido decir la palabra "fuente". O "feliz", o "veloz", o "velociraptor". ¿Por qué?

Los fonemas /f/ y /v/ pertenecen a un grupo de sonidos conocidos como labiodentales. Se producen cuando se levanta el labio inferior para tocar los dientes superiores y se utilizan en más de la mitad del lenguaje humano actual. Pero la ciencia sugiere que no siempre hemos tenido esta capacidad lingüística.

Como cazadores-recolectores, nuestros antepasados comían una dieta poco procesada y que requería más esfuerzo para masticar. Como resultado, en la adolescencia sus dientes desarrollaban lo que se denomina una mordida de borde a borde, en la que la mandíbula se alarga de forma que los dientes inferiores y superiores quedan completamente al ras.

En el Neolítico, la agricultura generalizada se tradujo en alimentos más blandos, como los guisos y el pan, y en una masticación menos laboriosa. Con el tiempo, la ligera sobremordida con la que nacen la mayoría de las personas se mantuvo, porque masticar era un proceso menos arduo.

Esto también permitió que los fonemas labiodentales fueran más fáciles de producir, como indica un estudio de 2019 publicado en la revista Science.

Los investigadores crearon dos modelos ―uno de una mordida de borde a borde y otro de una sobremordida― para ver qué versión era mejor para articular los labiodentales. Los modelos mostraron claramente que la mordida de borde a borde requería mucho más esfuerzo. Intente alinear sus dientes inferiores y superiores ahora mismo y diga "fu" o "vuh". No es fácil, ¿verdad?

El estudio ofrecía el convincente argumento de que, sin la introducción de la agricultura y los alimentos más blandos, los humanos podrían no haber incorporado nunca los labiodentales a su vocabulario. Incluso hoy en día, el lenguaje moderno de los grupos de cazadores-recolectores utiliza sólo una cuarta parte de los sonidos labiodentales que otras lenguas afectadas por la agricultura.

Aunque el estudio fue recibido con críticas, sus conclusiones ofrecen un concepto sin precedentes: que nuestro lenguaje está formado no solo por factores culturales e intelectuales, sino también por condiciones biológicas. También plantea algunas preguntas nuevas, como por ejemplo cómo sonaba realmente la palabra hablada hace miles de años. Es, sin duda, una idea para reflexionar