Cuando eso de “lo tengo en la punta de la lengua” puede ser síntoma de una enfermedad
A todos nos ha pasado más de una vez eso de no recordar una palabra, pero tenerla “en la punta de la lengua”, como habitualmente se describe. Es habitual que suceda con el nombre de un objeto, una persona, un grupo musical… Lo que no solemos saber es que esa sensación tiene un nombre: anomia. Aarón Fernández del Olmo, doctor en Psicología y miembro de la Sección de Estudio de Neuropsicología de la Sociedad Española de Neurología (SEN), lo describe como “dificultad para recuperar las palabras” que no responde a un olvido, sino a “un problema para poder acceder a esos nombres, que se recuperan cuando recibimos alguna clave, como, por ejemplo, la primera sílaba de la palabra objetivo”. En principio, que esto suceda no es motivo de preocupación. Es más habitual que empiece a notarse a partir de los 40 años y que forme parte “del propio proceso de envejecimiento en un grado leve que, aunque molesto, no resulta problemático para el día el día”, afirma el psicólogo.
Sin embargo, hay situaciones en las que la anomia sí puede dar la voz de alarma de un problema mayor. En concreto, el especialista se refiere a cuando “el problema se manifiesta de forma aguda y rápida o comienza a ser un problema que interfiere de manera notable en la comunicación”. En estos casos, y dependiendo de cómo surja, la anomia se puede relacionar con la aparición de una enfermedad degenerativa (alzhéimer o demencia) o incluso un evento agudo como un ictus o como manifestación de un tumor.
Infecciones, covid persistente, ictus…
También se ha descrito la presencia de anomia en infecciones del sistema nervioso central o perfiles dentro del covid persistente. Y como “secuela de daño cerebral adquirido por un traumatismo o un ictus, por ejemplo, de manera que la persona puede perder fluidez en su discurso a raíz de no poder recuperar palabras o de que su léxico se haya visto reducido”, dice el miembro de la SEN.
Una de las claves que pueden facilitar el origen y, por lo tanto, el diagnóstico, es el tipo de palabras que se olvidan, así como los errores que se cometen al intentar recuperarlas. Según Fernández del Olmo, “hay estudios que señalan que en los inicios del alzhéimer se va produciendo una afectación selectiva de las palabras que se han aprendido de forma tardía, preservándose las que se aprendieron en etapas más tempranas de nuestra vida”.
Palabras abstractas
Por el contrario, “en otras patologías, a veces se afectan las palabras más abstractas, las palabras de mayor longitud o aquellas que son menos frecuentes en su uso. También se ha descrito una alteración en la recuperación de verbos en enfermedades como el párkinson”, concluye.
Aunque recuerda la importancia de ser cauteloso, porque la dificultad para recuperar palabras puede ser habitual según se cumplen años, sin llegar a responder a ninguna patología. Por otro lado, si responde al inicio de alguna enfermedad neurodegenerativa, irá acompañado de más sintomatología.
Tipos de anomias
“Hay descritos tres tipos en los que el problema para denominar objetos se produce existiendo tres causas bien diferenciadas”, afirma Fernández del Olmo. El tipo de anomia de acceso o pura es esa en la que no se logra acceder a las palabras de forma espontánea, pero sí a través de claves o pistas. “Se considera que afecta a las palabras que se usan con menos frecuencia”, dice el experto, y es la relacionada con la edad.
El segundo tipo es una anomia de tipo fonológico. “Las palabras no son recuperadas, porque no logran construirse de manera correcta, generando intentos sucesivos de construirla sin llegar a ella. Por ejemplo, si se quiere decir la palabra termómetro, la persona comenzaría a hacer aproximaciones como termi, termomi, termimome, termomimetro…”, detalla el miembro de la SEN. La pista de que puede ser señal de que algo no va bien es que no entra tanto en el perfil esperable por la edad.
Por último, existe un tipo de anomia llamado semántico. Las palabras van “desapareciendo” de nuestro léxico y por tanto no pueden ser recuperadas. “Este perfil puede ser más grave e indicativo de un proceso degenerativo que limite la comprensión y la expresión ya que se va perdiendo vocabulario de forma gradual, generalmente afectando más a las palabras que requieren más abstracción”, concluye Fernández del Olmo.