Cuidado con la glotofobia, la discriminación basada en la diversidad lingüística
No es la primera vez que os digo que me considero una persona del siglo XX que transita por estas décadas del XXI con asombro y, muchas veces, resignación. Y sin embargo, no dejo de reconocer que en algunos aspectos hemos mejorado enormemente como sociedad. Me refiero, en concreto, a que somos más conscientes y menos complacientes en general con el machismo, el racismo, la homofobia, la gordofobia y otros muchos sesgos de discriminación. Es evidente que, en estos aspectos, la sociedad actual es mucho más habitable que la de mi infancia y juventud. Solo hace falta echar un vistazo a los comentarios que se hacían antes explícitamente, a los chistes que contábamos o a las causas que se aducían para apartar a alguien de un trabajo, por ejemplo. Queda camino, es cierto, pero hay pruebas de que llevamos ya un tiempo en movimiento.
El problema es que hasta el momento hemos focalizado nuestra atención en una serie de temas concretos, pero hemos dejado de prestar atención a otros, con el resultado de que hay muchos tipos de discriminación que todavía son invisibles. Creo que es importante que cada vez seamos más valientes para detectarlos, visibilizarlos y condenarlos. Y dado que esta columna está pensada para hablar de las lenguas y el lenguaje, la utilizaré en esta ocasión para hablar de un tipo de discriminación del que se habla poco y se sufre bastante: la glotofobia. Un sesgo irracional que nos lleva a juzgar a las personas a partir de la variedad lingüística que hablan.
En realidad, algunas veces esta discriminación por la lengua que se habla no deja de ser un rasgo asociado al racismo más clásico. El rechazo que sienten ciertas personas ante los hablantes de español en EEUU, o los hablantes de árabe en los países europeos, por poner solo dos ejemplos cercanos, es un modo de rechazar al diferente. En otros casos, la glotofobia es un modo de clasismo. El sentimiento de superioridad que siente un hablante de variedad dialectal prestigiosa sobre un hablante de variedad minorizada es el mismo que siente el que pertenece a una clase privilegiada sobre el resto. En ambos casos de glotofobia, se identifica a los hablantes de una determinada variedad lingüística con una etnia, una cultura, una religión o una clase social determinada, de tal modo que el acento pasa a ser un identificador cultural y social y genera, por sí solo, discriminación.
El 21 de febrero celebramos el día de la lengua materna. En este siglo en el que nuestra sociedad aboga por los derechos humanos y la convivencia en diversidad, los derechos lingüísticos, sin embargo, siguen sin despegar como debieran. Desde un punto de vista científico, está claro que las variedades prestigiosas no son intrínsecamente mejores que las no prestigiadas. Y, sin embargo, se sigue juzgando la capacidad intelectual, profesional o incluso moral de las personas por la variedad lingüística que hablan. Las investigadoras Ángeles Vicente y María Ballarín, de la Universidad de Zaragoza, han encontrado no solo una gran cantidad de evidencias de que la glotofobia existe entre nosotros, sino también de las consecuencias devastadoras que tiene para la vida de las personas discriminadas, incluida, por supuesto, su propia autoimagen y su salud mental.
Todos somos susceptibles de ser irracionales. Tú y yo también. Nuestro cerebro busca atajos y los sesgos que llevan a la discriminación lo son. Por eso, si eres una persona decente y te molesta discriminar injustamente, comienza a repensar qué opinas de las personas que hablan variedades lingüísticas distintas a las tuyas. Ser consciente de los prejuicios que tenemos es el primer paso para controlarlos.
* Mamen Horno (Madrid, 1973) es profesora de lingüística en la Universidad de Zaragoza y miembro del grupo de investigación de referencia de la DGA Psylex. En 2002 publicó el ensayo 'Lo que la preposición esconde' (Prensas Universitarias de Zaragoza).