El cocoliche y el lunfardo, dos variedades lingüísticas que unen a Italia con la Argentina
Inmigrantes italianos llegan al puerto de Buenos Aires a comienzos del siglo XX
Un fenómeno que nace en el siglo XIX, convertido en un laboratorio multiétnico y multilingüístico con la llegada de inmigrantes italianos a Buenos Aires. Pese al paso del tiempo, muchas palabras aún son utilizadas en la vida cotidiana de los argentinos.
Desde las últimas décadas del siglo XIX, la región rioplatense fue el escenario de una situación de contacto profunda y extendida en tiempo y espacio, que la convirtió en un laboratorio multiétnico y multilingüístico.
Sus resultados más visibles fueron dos. En primer lugar el surgimiento del Cocoliche, nombre que se le da al castellano hablado por los inmigrantes italianos llegados a Buenos Aires entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, caracterizada por su inestabilidad, y derivada no solo de la heterogeneidad lingüística de la península itálica, sino también del progresivo acercamiento al español rioplatense por parte de los inmigrantes.
Y por otro lado, el nacimiento del lunfardo, en cuyo repertorio inicial prevalecían voces derivadas del genovés, el toscano, el napolitano y otras lenguas itálicas, incluido el gergo o furbesco. Vale recordar que el lunfardo es una jerga que surgió entre las personas de clase baja en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Con el paso de los años, numerosas palabras y expresiones del lunfardo se incorporaron al habla coloquial de Argentina y de Uruguay.
Si bien cocoliche y lunfardo están estrechamente relacionados, mientras que el primero se fue extinguiendo con la vida de los inmigrantes, muchos italianismos mantuvieron su vitalidad en el lunfardo, que, además de explotar la expresividad de esos términos, incorporó nuevas palabras y locuciones procedentes del español y diversos procesos derivativos que garantizaron su vigencia hasta la actualidad.
El cocoliche se formó por la necesidad que los inmigrantes italianos de finales del siglo XIX tenían de comunicarse con los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, a falta de los conocimientos suficientes como para hablar completamente en español y a raíz de no encontrar en los argentinos un nivel de italiano satisfactorio.
Aunque el cocoliche poco a poco fue desapareciendo como jerga de uso cotidiano, varios de sus términos se incorporaron al lunfardo porteño. En la actualidad todavía se utilizan palabras como “bagayo” (bagaglio), “chanta” (ciantapuffi), “facha” (faccia), “mina” (femmina) y “pibe” (pivello).
Angela Lucía Di Tullio es investigadora de gramática y de historia del español, fue profesora en la universidad del Comahue y autora de varios libros dedicados a estos temas. En diálogo con Sábado Tempranísimo por Radio Mitre, nos contó más acerca de este fenómeno
“El cocoliche fue propia de la ciudad de Buenos Aires, en la que el porcentaje de italianos era realmente notable al comienzo del siglo XX. Casi un 30% de la población porteña era italiano. Ya no está en el país, tiene que ver con la vida del italiano que quiere acercarse al español pero comete errores, tanto en la pronunciación como las palabras que introduce. De todas maneras en colonias rurales se mantuvo más tiempo, al norte de Santa Fe o cerca del sur bonaerense.”, contó la especialista.
En cambio, dijo que “lo que sí subsiste es la presencia del lunfardo, por ejemplo “chanta” que significaba burla, mentira. Pero en el español de la Argentina tiene que ver con una persona poco creíble”. También la palabra “bagallo” hacía referencia a un paquete, a un envoltorio. De ahí pasó a tener un significado como de “mujer fea”. “El lunfardo toma palabras del italiano y les da un valor cómico, despectivo. Ahí aparecen palabras neutras pero que tienen ese tinte pintoresco”, resaltó Di Tullio.
“Los jóvenes aún dicen birra, una palabra que no forma parte del lunfardo, o groso, esas palabras se incorporaron recientemente y también provienen del italiano”, completó.