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El español, ¿nueva torre de
Babel?

20/06/2010

Por Odalys Troya Flores, Prensa Latina *Si un forastero llega a México o a Chile y pregunta dónde «coger» (por tomar) un autobús, probablemente reciba como respuesta una mirada escudriñadora primero y la indicación precisa después. Si ese mismo visitante hace igual pregunta en Cuba, enseguida le explicarán donde abordar el ómnibus.Resulta que coger es una de las tantas palabras que en la comunidad de hispanohablantes es vista de disímiles maneras por su amplio abanico de significados.Para los mexicanos o chilenos, así como para otros latinoamericanos, el término en cuestión es una forma vulgar de la relación sexual, mientras que para los cubanos es montarse en un vehículo y se trata de apenas dos de las más de 30 acepciones que registra la vigésima segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) del verbo coger.Lo que ocurre con esa palabra no es un caso aislado. El idioma español, que hablan unos cuatrocientos millones de personas en todo el mundo, es tan rico y variado, está tan lleno de nuevas creaciones que pudiera parecer que en un momento cualquiera podríamos presenciar otra Torre de Babel.El creador de Cien años de Soledad, Gabriel García Márquez, aseguró en un discurso durante el I Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Zacatecas (México) que «los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global» .Nuestro idioma «tiene que prepararse para un ciclo grande en ese porvenir sin fronteras», exhortó. Y añadió: «Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión». El diccionario de la RAE recoge unas 100 mil palabras, pero en realidad no representa el número total de términos de nuestra lengua, pues habría que añadir gran cantidad de americanismos y localismos, así como aquellas palabras que se pueden obtener por derivación de las muchas contenidas en él, por lo que el número de vocablos es indeterminado.De esa forma, lo que una palabra significa para algunos, para otros grupos de hablantes tiene valores diferentes, como es el caso de guagua.En Cuba, es 'ómnibus' o autobús. En Chile o Ecuador, 'niño pequeño', por onomatopeya del sonido que hace el bebé al llorar.El caso del forastero que llega a Chile se complicaría muchísimo si preguntara «dónde coger una guagua».Por suerte, algo muy peculiar en todas las lenguas es la entonación según el origen del hablante. Seguro que el interlocutor terminaría dándose cuenta, por la forma de preguntar, que no se trata de un chileno y el presunto horror sería entendido.En ese dilatado espectro, muchas palabras resultan curiosas, algunas incorporadas oficialmente a nuestro idioma y otras que predominan en el habla (oral o escrita) popular. Por supuesto, lo que es insólito para algunos es habitual para otros. Tal es el caso de polola o pololo, jeva o jevo, es lo mismo que decir novia o novio en Chile y Cuba, respectivamente. Ambos términos suelen considerarse bastante vulgares, pero ojo, son utilizados por un grupo tan amplio de hablantes que pudieran ingresar algún día a nuestro mataburros.Por cierto, mataburros, sinónimo de diccionario en Argentina, Costa Rica, Honduras y Cuba, es otra de esas palabrejas poco consideradas, pero usadas con bastante frecuencia.Asimismo, vaina en la república Dominicana es cualquier cosa que no se le quiera buscar descripción, «pásame la vaina», «¿que vaina, eh?», «¡deja la vaina!», entre otras.En Cuba, además de emplearse para definir a una funda ajustada para cuchillos o machetes, se puede usar para denominar a la cáscara tierna y larga en que están encerradas las semillas de algunas plantas, y también para referirse a una persona despreciable.El tema va más allá de vocablos aislados. Las construcciones gramaticales propias del español y las variantes sintácticas de determinadas comunidades vendrían a ser la telaraña en la que se intrincan las palabras, pues frases hechas caracterizan también a los distintos grupos de hispanohablantes.Quién entendería la expresión «pegar la gorra». En Cuba, se dice de aquella persona que siempre busca la oportunidad para comer algo en otra casa, sin ser invitada.«Estar arrecho o arrecha» suele emplearse en Nicaragua para expresar malestar o enojo.La expresión mexicana de origen prehispánico «al nopal se le visita sólo cuando tiene tunas», que sería la paralela de la cubana «se acuerda de Santa Bárbara cuando llueve o truena», se usa cuando el aludido se acuerda de la existencia de alguien sólo en el momento en que lo necesita.En Argentina es común la frase «estar perdido como turco en la neblina», que significa estar extraviado o confundido. Su similar cubana es «estar perdido en el llano».«¡Qué chuchas pues!«, esta expresión ecuatoriana significa «&iequest;por qué se mete si es asunto únicamente de mi incumbencia?».«No quiere más Lola» se aplica en Argentina a quien no quiere seguir intentando lo imposible. El origen de la expresión está en unas galletas sin aditivos llamadas Lola, que a principios del siglo XX integraban la dieta de hospital. Por eso, cuando alguien moría, se decía: «Este no quiere más Lola».El español, como todas las lenguas vivas se enriquece constantemente por los aportes del ingenio popular, científicos, otros. Quizás dentro de un par de siglos, un texto de este XXI que corre podría parecer que está escrito en otro idioma, como nos ocurre ahora con los de la centuria XVIII.Un ejemplo es el poema Loores a Nuestra Señora del poeta español Gonzalo de Berceo: Acorri a los vivos, ruega por los pasados, (Socorre a los vivos, ruega por los difuntos) conforta los enfermos, concerti los errados, (reconforta a los enfermos, reorienta a los errados) conceja los mezquinos, visita los cuytados, (aconseja a los mezquinos, visita a los sufridos), conserva los pacíficos, reforma los yrados.(preserva a los pacíficos, apacigua a los airados)Sin embargo, a pesar de los cientos de años que han pasado, es posible entender bastante el texto del sacerdote Berceo.Y es que nuestro idioma ha logrado conservarse mucho desde que el latín vulgar, el árabe, el dialecto castellano y los románicos, entre otras, dieron lugar en su mezcla feliz a esta lengua, la tercera más hablada del mundo.Ha calado tanto, que se ha convertido en el segundo idioma más estudiado del planeta, después del inglés, con al menos 17,8 millones de alumnos y el tercero más usado en Internet (8,2 por ciento del total).Muchos cantantes, sin renunciar a su idioma nativo, escogen el español para llegar a un mayor público como es el caso de los italianos Eros Ramazzotti, y Laura Pausini, el brasileño Roberto Carlos, entre otros.Su sonoridad, sus infinitas posibilidades de expresión lo hacen entrañable.Uno de los más bellos homenajes a esta lengua de tantos, es quizás el poema Elogio de la lengua castellana, de la escritora uruguaya Juana de Ibarbourou: « En ti he arrullado a mi hijo «E hice mis cartas de novia «En ti canta el pueblo mío «El amor, la fe, el hastío «El desengaño que agobia«La más rica, la más bella «La altanera, la bizarra, «La que acompaña mejor «Las quejas de la guitarra «Lengua de toda mi raza, «Habla de plata y cristal, «Ardiente como una llama, «¡Viva cual un manantial!«»(*) La autora es periodista de la Redacción Sur de Prensa Latina.