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El idioma es el petróleo de España

02/03/2013

ABC, por Fernando R. Lafuente, filólogo, ex director del Instituto CervantesSiete millones ochocientos veinte mil es el número de escolares y universitarios que estudian español en Estados Unidos como lengua extranjera. Lo aprenden en un país en el que no es obligatorio, al contrario de Europa, el estudio de lenguas extranjeras. La Asociación de Lenguas Modernas norteamericana en una reciente encuesta confirmaba que el español es, con enorme distancia respecto al francés o el alemán, el idioma extranjero más estudiado en sus universidades. Sólo el número de estudiantes norteamericanos de español supera la población de Cataluña, por ejemplo.El idioma español es el petróleo de la sociedad española y de las sociedades que se expresan en español. La lengua, hoy, profundamente americana -nueve de cada diez hablantes están al otro lado del Atlántico, y apenas son un 5 por ciento los que pronuncian la «c»- constituye la razón y el sentido de la fortaleza cultural de una nación, su expansión, su profunda vocación atlántica, algo por lo que no solo uno debe sentirse orgulloso, sino maravillado y, al tiempo, sentir, también, una formidable responsabilidad.El español, en el último tercio del siglo XX y en estas primeras décadas del XXI, es la segunda lengua de comunicación internacional (después del inglés) y es la segunda lengua en número de hablantes nativos, inmediatamente después del chino. En internet, el español ocupa el tercer puesto como idioma más utilizado, tras el inglés y el chino. La presencia del español en la red alcanza un esperanzador crecimiento que se mantiene a lo largo de estos últimos años en torno al 800 por ciento; en twitter es la segunda lengua más utilizada tras el inglés, y en Facebook el número de usuarios es de 80 millones.Son, de acuerdo con el último censo de la población estadounidense, más de 50 millones los hispanohablantes, sin incluir a la población de Puerto Rico; son, esos 50 millones ya dentro de las minorías los que presentan unas cifras extraordinarias de crecimiento económico e influencia política, social, económica y cultural. Pero la clave está en que no es solo entre los hispanos, sino que, entre las distinguidas y exquisitas universidades de la Costa Este, es decir, entre los «wasp» es en los que el aprendizaje del español se ha disparado en las últimas décadas. De manera que los que mañana serán diplomáticos, políticos, economistas, altos funcionarios, profesores universitarios, investigadores, científicos, ingenieros y demás en la sociedad norteamericana, hoy se preparan con el español en su mochila académica.Otro detalle, Brasil, después de la Ley Federal no 11.1615 de 5 de agosto de 2005, en la que se obligaba a todos los centros de enseñanza media a impartir clases en español. De manera que los 6 millones que hoy lo estudian en el gran país que es Brasil se convertirán en 11 millones cuando se puedan ofertar más plazas en función de la creación de nuevos puestos docentes. Sin duda, es cierto lo señalado reiteradamente por el profesor José Luis García Delgado, al idioma español solo le queda cotizar en bolsa para mostrar su rentabilidad. Cerca del 3 por ciento es el porcentaje que aportan las industrias culturales al PIB de España (40.000 millones de euros).El hecho de compartir un idioma entre más de una veintena de naciones, como es el caso del español, aumenta, en cerca de un 200 por ciento, los intercambios bilaterales. Si, como gustan de recordar en Italia, «las matemáticas no son opinión», las cifras del español, sin falsos engolamientos, ni fatuidades, pero, tampoco, sin el martirologio patrio tan habitual, sobre todo, en medios intelectuales, las cifras del español, cabe insistir en ello, son espectaculares y, en efecto, como las matemáticas, no son opinión. Son hechos gozosamente alentadores.La lengua española es el gran emblema de la historia de España, su mayor símbolo, su figura más internacional, su fuente de energía inagotable, sí, su «petróleo». Porque el español es una fuente de energía renovable que no tiene coste de producción, que no se agota con su uso, que tiene un coste único de acceso, es un bien no apropiable y, además, el valor de uso se incrementa con el número de usuarios. Uno de los hechos determinantes en el presente del español es su honda capacidad, al cabo -como bien señaló Carlos Fuentes, el español es un idioma de frontera; un idioma de andariegos e inmigrantes, de aventureros y soñadores-, de la unidad en la diversidad.Como señala, con criterio y sentido, el secretario de las Academias Americanas, Humberto López Morales, el 80 por ciento de los términos utilizados son comunes a todos los países que hablan español. He ahí la fortaleza y el continuo enriquecimiento. El genial mexicano Alfonso Reyes, a principios del siglo XX, dijo: «Si el orbe hispano de ambos mundos no llega a pesar sobre la Tierra en proporción con las dimensiones territoriales que cubre, si el hablar la lengua española no ha de representar nunca una ventaja en las letras como en el comercio, nuestro ejemplo será el ejemplo más vergonzoso de ineptitud que pueda ofrecer la raza humana».Sin patéticos alborozos, parece que se ha escuchado la advertencia del gran escritor mexicano Alfonso Reyes, y la lengua española, orgullo y emblema de una cultura, ha seguido sus pasos contados y cantados. Dos instituciones, de Estado, han realizado una labor encomiable, portentosa: Real Academia Española -a la hora de unir y trabajar con el resto de las Academias americanas- y el Instituto Cervantes en su constante y eficaz labor de expandir y proyectar la lengua en el exterior. Ahora sí podemos contestar a Alfonso Reyes: «Estamos en ello», y de qué manera.