El III Congreso Internacional de Correctores de Texto en Español
Los días 24, 25 y 26 de octubre se celebró en Madrid este tercer encuentro internacional de correctores, bajo el lema «Tus palabras son tu imagen», y Las Modernas asistimos con toda nuestra ilusión. Esa que siempre ponemos en el trabajo diario y en las nuevas posibilidades de aprender y mejorar. El congreso, organizado por la Unión de Correctores (UniCo), reunió a profesionales de España e Hispanoamérica, y planteaba, en su programación, algunas cuestiones interesantes, como, por ejemplo, el modelo de corrección en Hispanoamérica, o un análisis de la corrección en el proceso de traducción. Nos parecía interesante también la presentación de un innovador software de corrección automática (cuya licencia no nos tocó en el sorteo, y lo lamentamos mucho), o las reflexiones en torno a la aplicación de libros de estilo en los medios de comunicación.
Sin embargo, nos pareció muy sorprendente que los agentes editoriales estuvieran totalmente ausentes en un congreso como este.
He de decir (por si alguno no lo sabe) que los correctores desarrollamos nuestra labor fundamentalmente en editoriales o empresas afines. Solemos participar en el proceso de producción de los libros. Hacemos libros. También hay una presencia nada desdeñable (aunque cada vez más exigua) de correctores en los medios de comunicación. Y en estos dos ámbitos (editoriales y prensa escrita) es donde nos enfrentamos a retos diarios: sobre condiciones laborales, sobre avances tecnológicos, sobre formatos, sobre métodos de trabajo, etc. En los últimos años, además, desempeñamos labores de editores, negros, asesores personales y hasta padres de muchos autores particulares, que cada vez publican más obras en plataformas de autoedición. Estos autores, al haber renunciado a la mediación de las editoriales, descargan en nosotros muchas responsabilidades.
Esta es la realidad
El III CICTE ha supuesto para Las Modernas una realidad paralela, que desconocíamos (y que no sabemos si existe fuera de la imaginación de algunas personas), en la que:
- Los correctores se llaman asesores lingüísticos. Trabajan en empresas de marketing, telefonía, aeronáutica, farmacia… etc. y en instituciones oficiales como el Congreso de los Diputados. Toma ya.
- Los correctores pueden establecer sus tarifas. Existe ahí fuera un mercado laboral en el que podemos exigir un precio más o menos justo, más o menos lucrativo, por nuestro trabajo.
- Los libros no son muy importantes (ya que nadie habló de ellos) y, en cualquier caso, su proceso de producción ahora mismo no plantea ningún problema ni reflexión.
Lamentamos, y tememos, que alguno de los asistentes se haya llevado estas impresiones equivocadas. No entendemos el motivo, y aún cuatro días después seguimos preguntándonos qué pudo pasar en la organización de este evento para que se decidiera dibujar semejante panorama y para que, teniendo los recursos adecuados (en profesionales, algunos venidos desde muy lejos, y en soporte logístico), no se quisieran abordar las cuestiones que verdaderamente nos preocupan a los correctores.
Retomemos los tres puntos anteriores:
- Es posible que algunas grandes corporaciones tengan entre sus recursos humanos la figura de alguna especie de redactor, revisor, corrector, jefe de prensa que se dedique a pulir los textos corporativos. No lo llaman asesor lingüístico. Seguramente lo llamen Pepe o Marisol, o a lo que responda, y con un canto en los dientes. Podríamos decir, tal vez, que hay un 0,000000001% de correctores trabajando en empresas no editoriales. Bien por ellos. El 95% de las empresas españolas (que son pymes) no se han planteado ni se plantearán jamás la contratación de asesores lingüísticos, porque ni saben lo que son ni (en caso de saberlo) creen que puedan ser necesarios. El dinero no se gasta ya ni en los sueldos de los empleados que producen el bien o servicio ofertado por las empresas; ¿cómo se va a gastar en contratar a un corrector? Por Dios santo.
- La realidad de las tarifas con las que se está trabajando ahora para las editoriales es que la tarifa la impone la editorial. Cuando alguna te llama, te ofrece lo que “puede pagar”. Si te gusta, bien. Punto. Cuando se nos piden presupuestos, estos tienden a ser a la baja, porque cada vez se quiere pagar menos. A pesar de ello, a veces ocurre que después de haber realizado tu trabajo tardan en pagarte, intentan regatear el precio final (¿pero no estaba cerrado? Parece ser que no) o directamente no te pagan (estos son los menos, pero casos hay). Un corrector puede tener sus tarifas. Pues claro, todos las tenemos. El precio al que acabamos trabajando es una realidad muy distinta. ¿Y los correctores en plantilla? Son auxiliares técnicos editoriales, el escalafón más bajo del convenio: 1.000 euros.
- En este contexto de crisis económica (y moral), el proceso de producción editorial se ha degradado muchísimo. Hay editoriales que ni siquiera corrigen sus libros. LAS HAY. Las que lo hacen te piden una única lectura absolutamente apresurada (tres lecturas es lo ideal). Pagan poco. El proceso de preimpresión es algo que debe hacerse corriendo y mal. Esto afecta a correctores, traductores, maquetadores y todo tipo de profesionales de las artes gráficas. Los libros son malos. Malos a rabiar. Porque no se leen bien, no se cuidan y no se invierte dinero en ellos. Así, resumiendo mucho.
No obstante este panorama, Las Modernas somos unos seres optimistas y generosos, y creemos que se pueden seguir haciendo libros de calidad. Aspiramos a ello. Creemos también que la nueva realidad digital y de autopublicación nos necesita muchísimo. Ya no como correctores, sino como editores, que es lo que verdaderamente acabamos siendo para estos autores (y para algunas editoriales). Por ello, nos hubiera encantado que en el III CICTE se hubiera hablado de:
- Las relaciones con los editores. Y las relaciones con los autores.
- Bibliografía, norma académica, referentes, autoridades y recursos lingüísticos para ejercer nuestra profesión. No pudo desaprovecharse más la presencia de Manuel Seco y Leonardo Gómez Torrego, entre otros, que apenas plantearon reflexiones interesantes sobre los cambios académicos y la actitud que los correctores deberían tener ante ellos.
- Estrategias de presión para devolver la calidad a los procesos de producción editorial.
- La autopublicación y los nuevos retos del corrector que hace funciones de editor.
- Estándares de calidad: cómo ser un buen corrector con el poco tiempo que nos dan para hacer nuestro trabajo.
- Etc.
Es posible que una vez superados estos escollos, podamos plantearnos convertirnos en asesores lingüísticos y ampliar nuevos horizontes alejados de los libros. Bueno, Las Modernas no lo haremos, porque no podemos vivir sin los libros. Nos debemos a ellos. Son muy majos y nos han dado grandes satisfacciones a lo largo de nuestra carrera profesional. Además, alguien tiene que hacerlos, ahora que todo el mundo se va a ir a trabajar a la Casa Real.
En cualquier caso, en este III Congreso Internacional de Correctores de Textos en Español hubo aportaciones que nos inspiraron mucho, como la de Ixiar Iza, de la editorial Elhuyar, quien habló de la situación de los correctores en euskera y fue (creo) la única que consiguió recordarnos en dónde trabajan los correctores. También conocimos los nuevos avances en software y aplicaciones informáticas (de las empresas Daedalus y Molino de Ideas), que, como son moderneces pues… nos encantan. No echamos en saco roto nuestra asistencia a este singularísimo evento. Al menos ahora ya sabemos que queda por hacer mucho más de lo que pensábamos. Queda casi todo.
Sobre nosotros Laura Zorrilla
Filóloga románica, posgrado en Desarrollo de Proyectos Editoriales. Editora y correctora. Ha desarrollado su labor en campos tan diversos como la lexicografía, los textos científicos y médicos, o la literatura de ficción. Es especialista en Literatura Española del Siglo de Oro, ámbito en el que también ha trabajado como editora. Se adapta a todo.