El latín en el Uruguay
La historia humana está plasmada en lenguas que ya no se hablan
"Quien busca novedades las hallará con más facilidad en los antiguos", dijo Jorge Luis Borges durante una conferencia en 1949. Gastón Pérez (22), estudiante de la Licenciatura en Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE), de la Universidad de la República (Udelar), lo tiene bien presente. En su formación ha tenido clases obligatorias de latín y griego clásico. Y tanto le interesaron que cuando las tuvo como materia optativa, también las eligió. "A mí siempre me interesó adquirir todo el patrimonio cultural grecorromano. Y la única forma en serio de acercarme es conociendo sus lenguas. Con ellas accedo de primera mano a siglos de textos sumamente interesantes. Uno de los grandes problemas en esta carrera son las traducciones, que en general son malas. ¿A quién le gusta leer algo que está mal hecho? El poeta Virgilio, traducido, es espantoso. Y en latín es maravilloso", expresa.
Las inquietudes históricas, filosóficas, religiosas y culturales están detrás del estudio de las llamadas "lenguas clásicas", "lenguas literarias", "lenguas de cultura" o —expresión odiosa para los especialistas— "lenguas muertas", esas que ya no se hablan en ninguna parte del mundo pero son patrimonio de la humanidad. Cristina Pippolo, profesora de Lengua y Literatura Latina del Departamento de Filología Clásica de la FHCE, señala que allí se dictan cinco cursos de latín, cinco de griego clásico y dos de árabe clásico. También durante el Profesorado en Español que se cursa en el Instituto de Profesores Artigas —donde ella también es docente— se da latín. Pero más allá de ser parte de una formación profesional, también abren las puertas de las mayores respuestas.
"Yo no advierto dificultades en el estudio de las lenguas literarias; mas bien noto problemas para retener estudiantes en las carreras en general", sostiene Cristina Pippolo, profesora de latín formada en el IPA y en Humanidades. "Cuando hay buenos docentes, formados seriamente en las disciplinas, no hay malos alumnos. Es cierto que la falta de dominio muchas veces de la gramática y el escaso acceso a la lectura —entiéndase escritura— juegan en contra del aprendizaje de cualquier lengua".
En Uruguay, destaca, se trabaja a partir de las lecturas de los textos antiguos.
Pippolo estima que, entre la FHCE y el IPA (incluyendo sus centros regionales), cada año hay unos 300 estudiantes de latín en el país. El porcentaje de aprobación a esos cursos, añade, ronda el 90%.
Mercedes de la Cruz cursa Licenciatura en Historia en la FHCE y decidió profundizar en latín ya que está interesada en la paleografía medieval. Para ella, la dificultad mayor de aprender una lengua "clásica" pasa por entender el mundo en el que se movía. "En los idiomas antiguos se tenían conceptos ligados a su civilización. Hay que aprender bien su entorno cultural". En hebreo antiguo, por caso, uno no "tiene" 20 años de edad, como sí pasa en el español, sino que "se es hijo" de 20 años. Teresa D'Auria dice que eso refleja la convicción imperante entonces "de que las cosas no se tenían sino que estaban a nuestra disposición". Por supuesto, las estructuras lingüísticas distintas son otro obstáculo a superar.
"Vos decís que estudiás latín y la gente te mira como si estuvieras loca", añade Mercedes. "Pero es un mundo en el que si entraste es muy difícil salir. Cuando estudiás literatura latina, te das cuenta que hoy no se inventó nada. No habría tecnología, pero en el pensamiento estaban más avanzados que ahora". Borges, desde algún sitio, debe estar sonriendo.
El espíritu de un idioma
Además de dar clases en la Facultad de Teología, donde tuvo como alumno al actual cardenal Daniel Sturla, Teresa D'Auria también enseñó hebreo antiguo en el monasterio de las benedictinas de El Pinar y en la Asociación de Estudiantes y Profesionales Católicos. Según ella, para comprender las lenguas clásicas hay que entender bien sus distintos perfiles. "El griego (clásico) pone el acento en lo lógico y en lo estético; el latín, en lo jurídico; y el hebreo antiguo tiene algo fantástico para lo espiritual porque utiliza términos muy concretos para esas cuestiones".
La motivación religiosa es fundamental para el estudio del idioma que enseña. "Con la traducción no se lee la Biblia, sino una foto de ella".
Trescientos estudiantes de latín
"Yo no advierto dificultades en el estudio de las lenguas literarias; mas bien noto problemas para retener estudiantes en las carreras en general", sostiene Cristina Pippolo, profesora de latín formada en el IPA y en Humanidades. "Cuando hay buenos docentes, formados seriamente en las disciplinas, no hay malos alumnos. Es cierto que la falta de dominio muchas veces de la gramática y el escaso acceso a la lectura —entiéndase escritura— juegan en contra del aprendizaje de cualquier lengua".
En Uruguay, destaca, se trabaja a partir de las lecturas de los textos antiguos.
Pippolo estima que, entre la FHCE y el IPA (incluyendo sus centros regionales), cada año hay unos 300 estudiantes de latín en el país. El porcentaje de aprobación a esos cursos, añade, ronda el 90%.
Un ejercicio de respeto
La profesora de hebreo clásico Teresa D'Auria apunta al valor "formativo", más allá del informativo, a la hora de aprender una nueva lengua, esté viva o no. "Aprender otro idioma activa neuronas, obliga a pensar y razonar, y ayuda a la convivencia. ¿Por qué? Porque quien nunca estudió otro idioma puede tener la ilusión que la lengua que habla es la única que interpreta el mundo. Eso es una estrechez".
Si la otra lengua en cuestión es clásica, ese ejercicio de humildad está aún más acentuado. "Yo les enseñaba que el hebreo antiguo, como el actual, se escribe de derecha a izquierda. 'Ah, al revés', me decían mis alumnos. '¿Al revés de qué?', les contestaba yo. Luego les explicaba que simplemente era un código distinto. Así, esto resultó un ejercicio de respeto y de aceptar diversidades y diferencias".