El lenguaje apodíctico
Amando de Miguel, La Libertad DigitalHay un estilo o un tono muy particular en el lenguaje coloquial de los españoles. Es lo que podríamos llamar su carácter apodíctico, esto es, las afirmaciones o declaraciones que desean pasar por evidentes, indiscutibles. La razón suprema de muchas discusiones es «porque lo digo yo» y «no hay más que hablar». Es decir, no se admiten argumentos en contrario. Podríamos decir también que se trata de una técnica asertiva o asertórica, pero tampoco hay que pasarse de cultismos.Ese estilo apodíctico se introduce incluso en los carteles y avisos de toda índole. Por ejemplo, en España puede verse este aviso: «Queda terminantemente prohibido» o «totalmente prohibido» lo que sea. Se queda uno intrigado sobre lo que podría ser el «parcialmente prohibido».Son innúmeras las locuciones en apoyo del tono apodíctico. Veamos algunas. «Esto lo digo por activa, por pasiva y por perifrástica». No cabe mayor evidencia. Suele ocurrir que se trata de una afirmación muy dudosa que admite muchas observaciones en contrario. Pero para eso está el lenguaje apodíctico, para que el contrincante se quede sin argumentos.«De una vez por todas». No se entiende bien lo que quiere decir. Simplemente se enuncia así para indicar que ya no se va a repetir más, que la cosa está suficientemente clara, que es definitiva. «Que va a misa», se dice también.«Nada más y nada menos». Se antepone a una cifra, un dato, un hecho que se quiere resaltar por ser terminante, significativo. Cualquier nimiedad adquiere un carácter solemne o extraordinario cuando se acompaña de esa cláusula.«Poner encima de la mesa». No me refiero al caso extremo de que sean los dídimos los que secoloquen encima de la mesa, posición bastante incómoda pero definitiva. De manera más simple y analógica se ponen encima de la mesa todo tipo de argumentos, propuestas, razonamientos, hechos. Parece que con ese gesto ya está todo dicho, ya no hay más que hablar. La única forma de contrarrestar esa acción es argüir que «ese no es el debate» o bien «ese es otro debate». Es otra réplica apodíctica que nadie suele poner en duda.Una variación del lenguaje apodíctico consiste en introducir adverbios en apoyo de la tesis de que no hay discusión posible, no hay más que hablar. Sirven muy bien los siguientes: básicamente, absolutamente, indiscutiblemente, evidentemente. Es curioso que, ante esos adverbios, el interlocutor no sepa redargüir que las cosas pueden ser de otro modo. Por ejemplo, cuando se dice «absolutamente», lo que sigue suele ser muy relativo o débil. Pero el adverbio da una fuerza especial a lo que se afirma. Por lo mismo, cuando se aduce de algo que es «única y exclusivamente», lo normal es que no sea tan único ni tan exclusivo.Una forma de dejar clara una cosa es con el juridicismo de «a las pruebas me remito». No se deduce qué pruebas sean esas, pero la expresión da por zanjada cualquier discusión. Recordemos que la palabra prueba en la jerga jurídica ahora se dice también evidenciapor influencia del inglés. En los juicios sucede que muchas pruebas están muy lejos de ser evidentes para las dos partes.Una cláusula apodíctica de moda es «sí o sí», esto es, no caben alternativas, lo que sigue es obligado, necesario, indiscutible. Quizá sea una expresión del lenguaje pueril, pero ha caído en gracia. Es algo así como «o lo tomas o lo dejas» sin ninguna otra opción. O también, «es como las lentejas, o las comes o las dejas», en el bien entendido de que no hay otro plato.