El misterioso origen del euskera, la lengua sin vínculos con ningún otro idioma
“Musa de la danza”, de Salvador Dalí, al lado del palacio Euskalduna
El euskera se despliega a lo largo de las áreas fronterizas de España y Francia, justo en el extremo occidental de los Pirineos, se erige como un bastión de singularidad cultural y lingüística en Europa. Este idioma, que encuentra su hogar tanto en el del País Vasco como en Navarra en España, y en partes de Francia, como la Comunidad de Aglomeración del País Vasco, lleva consigo el legado de un pueblo y una cultura profundamente arraigados en la historia.
El reconocimiento oficial del euskera varía considerablemente entre España y Francia. En territorio español, el euskera goza de un estatus de oficialidad, siendo parte integral de la administración pública y del sistema educativo. Casi 900.000 personas —datos de 2018— en la región son capaces de comunicarse en euskera, representando un testimonio vivo de la pervivencia de la lengua. A pesar de la cifra, el uso cotidiano sigue siendo un reto, con solo un 20,5% de los vascoparlantes en el País Vasco y un porcentaje aún menor en Navarra y en la Vasconia francesa, donde el euskera carece de cualquier reconocimiento administrativo.
Una tradición literaria histórica
Conforme explica Iván Igartua y Xabier Zabaltza en el informe que realizaron para el Etxepare Euskal Institutuak (Instituto Cultural Vasco), la historia literaria del euskera es rica y variada, remontándose a los primeros textos significativos en el siglo XVI. La publicación en 1545 de Linguae Vasconum Primitiae por Bernart Dechepare marcó el nacimiento de la literatura en lengua vasca.
Este hito, junto con las subsiguientes contribuciones literarias, como la traducción del Nuevo Testamento al euskera por Joannes Leiçarraga en 1571, estableció una tradición literaria que ha continuado sin interrupción hasta nuestros días. Este legado literario no solo ha servido como un medio de expresión cultural, sino también como un vehículo crucial para la transmisión y evolución del idioma.
El siglo XX y, en particular, la unificación lingüística impulsada por la creación del euskara batua en 1968, proporcionaron un nuevo impulso a esta lengua milenaria. La estandarización del euskera, promovida por Euskaltzaindia (la Academia de la Lengua Vasca), ha sido fundamental para su integración en la administración, la educación, los medios de comunicación y, en general, la vida pública. Este esfuerzo coordinado ha culminado en un renacimiento cultural y lingüístico, evidenciado por el aumento exponencial en la publicación de libros en euskera y su uso en diversos ámbitos de la sociedad.
Sin conexión con el resto de lenguas
La singularidad del euskera como lengua genéticamente aislada, es decir, no relacionada con ninguna otra familia lingüística conocida, añade una capa de intrigante misterio y valor incalculable a su estudio y conservación. En este contexto, el euskera se relaciona con otras pocas lenguas aisladas en el mundo, compartiendo el enigma de su origen y desarrollo independiente.
No obstante, a pesar de estos avances significativos, el desafío de aumentar la prevalencia del uso activo del euskera entre los hablantes persiste. La casi inexistencia de vascoparlantes monolingües resalta la realidad de una comunidad lingüística que, si bien valora profundamente su idioma, vive inmersa en un mundo donde el bilingüismo o incluso el multilingüismo se ha convertido en la norma.
Todas las lenguas europeas pertenecen al tronco indoeuropeo, excepto el euskera, el húngaro, el estonio y el finés, pero las tres últimas pertenecen a la familia ugriofinesa, de cuyos orígenes se sabe muy poco, aunque hay un cierto consenso en ubicarlas hace unos 5.000 años en las heladas estepas de Eurasia.