El ocaso de las lenguas
Paco FernándezEntre los siglos XVIII y XIX, los sabios alemanes que buscaban el origen de las lenguas formularon la teoría “naturista” o biológica de los idiomas: las lenguas nacen, crecen, se desarrollan y mueren, similarmente a un organismo vivo. Además, proceden de otras y, a su vez, son capaces de originar derivadas de ellas, como es el caso del latín que fue la simiente de los idiomas romances. En aquel entonces, las únicas ciencias con estatus científico eran las llamadas “ciencias duras”: la matemática, la física y la química, por ejemplo. Las “blandas”, en cambio, tenían una categoría inferior a la de aquellas. Por ello los sabios alemanes, para brindar a la lingüística un mayor prestigio, se apoyaron en la fonética, porque se aproximaba a la física ya que aquella estudiaba las propiedades del sonido de un idioma hablado y la física, la onda sonora.Como metáfora, es válido adjudicar a los idiomas ciertas propiedades semejantes a las de los seres biológicos, aunque no es posible asimilarlos a las leyes de las ciencias naturales. Ni siquiera las leyes fonéticas, que ellos inventaron, son iguales a las de la física ni tampoco a las de las ciencias naturales. En el hablar espontáneo de la gente podemos encontrar algunas tendencias, pero nunca hablar de leyes que se cumplen a rajatabla. Por ejemplo, es posible descubrir una tendencia, respecto a la ‘o’ latina para que, al pasar al castellano, se convierta en el diptongo ‘au’, lo cual no siempre se producirá con la exactitud de una ley. La palabra latina “aurum” pasará como ‘oro’; también, “aurícula”, como ‘oreja’; “autumnum”, como ‘otoño’ y “causa”, como ‘cosa’, “audire”, ‘oír’ o “taurus”, ‘toro’; sin embargo, no sucede lo mismo con “aula, audientia, áuctor, augurius, audacia” y muchas más, que quedan, en castellano, como ‘aula, audiencia, autor, augurio, audacia’. Podría abundar con muchos otros ejemplos como estos, pero son suficientes para dar cuenta de que no hay leyes que se cumplan como las de las ciencias exactas.La desaparición de la lenguaLo que sí pareciera cumplirse de un modo inexorable, es la muerte o desaparición de un idioma. De hecho, llamamos, desde siempre, al latín “lengua muerta”, a pesar de que vive en las otras a las que dio origen. Es decir, sigue el mismo derrotero heredado de aquellos sabios alemanes. Al latín se lo considera así porque no se habla, no tiene hablantes.A medida que van desapareciendo los hablantes de un idioma, este, al no haber gente que lo utilice, está condenado a desaparecer, arrastrando consigo toda la cultura, muchas veces milenaria, que lo acompañaba. Queda claro, por lo tanto, que la causa del ocaso de una lengua es la desaparición de sus hablantes.De este modo, miles de lenguas se han extinguido a lo largo de la historia de la humanidad a causa de grandes epidemias, catástrofes o de guerras exterminadoras. Un ejemplo es lo que sucedió en nuestra América con la venida de los españoles, complementándose los motivos enunciados. Así se perdieron innumerables lenguas originarias que nunca más pudieron ser reconstruidas.Ocaso de lenguas americanasUn interesante artículo de Clarín, firmado por Mariana García, publicado el 11 de marzo de este año, da cuenta de este fenómeno que afectó a muchas lenguas habladas en la zona geográfica que hoy constituye nuestro país. Afirma la autora que solamente quedan trece de las treinta y cinco que se hablaban aquí. Y agrega otro dato, aún más preocupante: la mayoría de las que sobrevive está a punto de extinguirse, aunque hay especialistas que intentan salvarlas.La periodista muestra una estadística angustiante: en el mundo, cada catorce días se esfuma un idioma, calculándose que hacia 2100 habrá desaparecido la mitad de las siete mil lenguas existentes en la actualidad.Lucha por la supervivencia Los insólitos e inquietantes datos fueron dados a conocer por un grupo de lingüistas norteamericanos del instituto “Living Tongues (lenguas vivientes)” los cuales, juntamente con National Geographic, pusieron en marcha el proyecto “Enduring Voices (voces duraderas)” con el objeto de rescatar aquellas que están a punto de desaparecer.Como dato curioso, aporta que hay aún cuatro personas que hablan tehuelche y otras cinco para el idioma puelche, por lo que ambos aún no desaparecieron, pero que están a punto de hacerlo. Por eso estos investigadores realizaron un inventario de lenguas que se encuentran en peligro próximo de extinción, para ayudar a esas comunidades en la revitalización de su lenguaje.Amén de realizar sus investigaciones, los especialistas han planificado viajes a los lugares donde se hablan las que corren mayor peligro, con el objeto de grabar y documentar las voces de cada una de esas comunidades. Argentina se encuentra en la lista de países que pronto los recibirán para trabajar en dicha recuperación.Hay un alto nivel de amenaza respecto de idiomas hablados en el noroeste y nordeste del país, por lo que dentro de poco nos visitarán. Dos de esas lenguas son el vilela, de la que quedan solo veinte personas, y el tapiete, también con pocos hablantes.El cacán, o lengua cacana, hablada por los diaguitas, se perdió hace dos siglos, quedando únicamente nombres de lugares (topónimos) y de personas (antropónimos).Es valorable esta campaña de rescate protagonizada por estudiosos de EEUU. Solo resta la esperanza de que lleguen a tiempo para salvarlas de la extinción.Lenguas del noroesteAdemás del diaguita y cacán que se hablaron en nuestra provincia y se extinguieron, nuestra región fue testigo de la vigencia de muchas lenguas de diferentes nacionalidades que poblaron la provincia: toba, mataguayo, mataco, chorote, pilagá, wichi y muchas otras. Dick Edgar Ibarra Graso fue un investigador que pasó por los claustros de la UNSa y dejó documentos valiosos en sus libros “América indígena” y “Argentina indígena”, en los que menciona una treintena de lenguas asentadas en nuestra región en el pasado.El estudioso explica, en la segunda de las publicaciones mencionadas, que basó sus investigaciones en el método de la glotocronología o léxico-estadística. El parte de un listado de cien o doscientas palabras básicas de distintas lenguas, sobre todo de aquellas que no han sufrido muchos cambios en el tiempo, para determinar coincidencias o no entre ellas. Esto lo lleva a presumir un parentesco entre las lenguas comparadas.Pero como ese método tiene sus deficiencias, lo complementa con otros y, gracias a la combinación de estos métodos, logra arribar a interesantes conclusiones.Entre las lenguas del Chaco, ubicadas asimismo en territorio de Salta, se encuentran las pertenecientes a la familia guaycurú, según la denominación que le otorga el autor: mocoví, toba, abipón y pilagá. También, las nucleadas en la familia mataco-mataguaya, a la que pertenecen el mataco, el macá y el mataguayo.El autor realiza un minucioso detalle de palabras de cada una de estas lenguas para mostrar las diferencias y coincidencias que se da entre ellas. Asimismo informa que todas estas han sido estudiadas por numerosos especialistas, muchos de los cuales se desempeñaban como misioneros en esas regiones. Algunos, como el reverendo Hunt (escribió la gramática de la lengua mataca), gracias a sus investigaciones, realizaron publicaciones sobre las lenguas estudiadas. Todos ellos señalan que estas corren peligro de extinción (esto ya en los años 50 o 60 del siglo pasado) debido a los pocos hablantes que las utilizan y, sobre todo, a la exigua estima que de ellas tienen, prefiriendo estudiar y conocer el español, puesto que les da más posibilidades de inserción social.Ojalá quienes se esmeran por prolongar la vida de estos idiomas logren su objetivo y salven a muchas de una desaparición definitiva.